PELÍCULAS
DE ROMANOS
Cuando
aún no había daño,
cuando
el mundo podía parecerse a la merienda de por las tardes,
en
el cine
(el
larguísimo, hermosísimo cine de la infancia)
yo
siempre preferí a los perdedores,
a
los
otros,
a los dañados. (Decían, los
malos.)
¿Identificaba
el mal y la belleza,
antes
de haber leído a Baudelaire, mi príncipe verde?
¿O
algo me intuía claramente
que
el romo discurso de la justicia miente,
y
que la bondad impuesta es peor que el mal generoso?
¿O
—más
lejos— intuí ya,
sin
estigmas ni visiones,
que
mi sitio iba a estar con aquellos
que
la caballería yanqui destruía?
Quise
—de niño— ser un guerrero sioux.
Y
un cansado y escéptico emperador romano,
con
aires de Charles Laughton o de Ustinov.
Me
gustaba Nerón, me gustaba
Sitting Bull
y
me gustaba Pilatos —sí—,
aquel
romano frígido de todas las películas
que
nos obligaban a ver en Semana Santa,
aquel
romano que dijo:
<<¿
Y qué es la verdad?>>.
Dicit
ei Pilatus: Quid est veritas?
Por
la verdad —por esa verdad—
yo
sería acusado. Por esa verdad morirían los
sioux.
Por
esa verdad caerían los romanos
y
tantos como yo vería rodar, en los días y en la Historia,
distintos,
malos, lujuriosos, moliciosos,
gentes
de otra laya y otra grey.
Nos
dijeron: <<Dios os condena>>.
Y
los insultos se abrieron. Bueno, pero yo aún no lo sabía.
¿Intuición,
belleza, otra diferente búsqueda del Bien?
En
las tardes en que me sentí distinto,
resguardado
detrás de los cristales
(como
un zar que huye o una impía cortesana de Bizancio),
yo
giraba los anillos de mis dedos
y
huyendo —porque mucho tuve que huir muchos años—
me
decía: Quid
est veritas?
A
los que poseen la verdad como se posee una pistola
o
como un insulto obsceno,
nunca
los he querido. Me dan miedo. Los odio todavía.
Yo
también dije contigo, elegantísimo Pilatos
Quid
est veritas?
Y
era un niño, un niño que iba al cine, y aún no sabía.
4 comentarios:
fascina y arrebata con el amor de los perros que rodeaban a Diógenes y esculpían el ingrávido camino de los evanescentes
placer haber conocido tu blog, salud!
Gracias, mareva.
Encantado de verte por aquí.
Un abrazo.
Es fascinante la poesía de L. A. de Villena, siempre tiene algo de atormentado, de erotismo convulso que me subyuga.
Besitos Tomás.
Sí, estoy de acuerdo.
Besos, mi buena amiga.
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