Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 28 de abril de 2015

Elena Martín Vivaldi.




ANHELO


Esta noche, esta noche,
mi alma quisiera ser
un devastador fuego,
que prendiera los bosques intrincados
del laberinto de la vida humana.

Ser como un lago,
cárcel transparente,
de un paisaje soñado;
paraíso insondable, loco abismo
de cielos,
sin límites de asombro y esperanza.

Esta noche, mis ojos
debieran arrancarle a las estrellas
la luz secreta, ardiente;
cegándose en la llama inolvidable
de su cálido aroma.

Si esta noche, esa música
virgen de acento humano
me robara
la sombra que se alarga por la tierra
huérfano de aquel sol, eterna causa.







Y 14


Tan lejos va el recuerdo, tan lejana
la imagen esta noche del pasado,
tan parece mentira lo soñado
como la realidad de fiel mañana.

Esfumándose va, materia vana,
aquello que en mi mente está grabado,
y no sé si es real o imaginado
todo aquel mundo donde anduve ufana.

Instantes son de angustia, cuando veo
cómo se me deshace lo que un día
fuera luz y verdad resplandeciente.

Yo quisiera creer, y ya no creo.
Allí me miro. Y era. Allí vivía.
Hoy sólo sombras luchan en mi frente.












HAY UN SITIO EN LA NOCHE


Hay un sitio en la noche,
rota la oscuridad,
que abre el recuerdo
y desvela paisajes,
y enternece
la dureza de un nombre.
Como pájaro gris, desorientado,
deja una sombra rápida
de asombro.
Brilla un momento el aire.
Se desgarran las nubes,
un vislumbre de azul
deslumbra, y surge
la visión, que, perdida,
nueva arde.







Elena Martín Vivaldi. “En el corazón de la noche”. 2013, Entorno gráfico (Atarfe).



lunes, 27 de abril de 2015

Michel Houellebecq



Fragmentos de entrevista.




P. ¿Es usted creyente?
R. Tiendo a creer cuando voy a misa; pero apenas salgo, se me pasa. Así que ahora lo evito, porque el bajón es desagradable. Pero la misa en sí misma es muy convincente; es una de las cosas más perfectas que conozco. Y mejor todavía son los entierros, porque ahí se habla mucho de la supervivencia después de la muerte, y con una apariencia de convicción total. La verdad es que mi ateísmo no salió indemne de la muerte de mis padres y de mi perro Clément.

P. Pero entonces, ¿todo es cuestión de querer creer?
R. Pues sí. Porque, en realidad, la razón no se opone a la fe de una manera tan clara. Si nos fijamos en la comunidad científica, los ateos se cuentan sobre todo entre los biólogos. Los astrónomos, en cambio, son cristianos sin mayor dificultad. Esto tiene una explicación, y es que el universo está bien organizado. Cuando se trata de seres vivos, la cosa es más dudosa. Los seres vivos no están bien organizados, y son un poco repugnantes. Un matemático no tiene mayor dificultad para creer en Dios; al contrario, trabajar con ecuaciones pega bien con la idea de un orden, y por ende un creador de orden.

P. De todos modos, su cristianismo es selectivo. Le interesa la vida eterna, pero no tanto, digamos, el perdón o la caridad.
R. Sí, eso me importa menos. Pero san Pablo lo dice con toda claridad: si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana. Así que Cristo, mal que mal, vino por eso. Para prometernos que la muerte había sido vencida. La caridad, bueno, no es algo específico del cristianismo. Y en cuanto al perdón de los pecados, es algo que le importa más a los protestantes. Antes, en el catolicismo, el perdón de los pecados era algo casi automático. Ego te absolvo, y ya está.



P. ¿Cree realmente que Europa, al perder la religión, la reemplazó con el patriotismo, y que terminará por volver a la religión?
R. Sí, aunque para mí es absurdo imaginar que el patriotismo pueda reemplazar a la religión. La cristiandad duró más de mil años; el patriotismo, un poco más de cien, desde la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial. También podemos decir las cosas de una manera más siniestra: el patriotismo, para alcanzar la incandescencia, necesita enemigos.

P. ¿Mientras que el único enemigo de la religión es la muerte?
R. Y es un enemigo más confiable.






De una entrevista realizada por Gonzalo Garcés a Michel Houellebecq, aparecida el 25-04-2015 en El País.


sábado, 25 de abril de 2015

Rakel Rodríguez.




Se acabó


Cuando me dicen
al borde del atardecer
que el negocio va mal
que el verano no es lo que era,
me dan ganas
de agarrar una buena piedra
y romper todas las ventanas
que dan a la calle,
todas las terrazas que dan al mar
todos los chiringuitos a pie de playa,
y reventar cada negocio
uno a uno
sin pausa, sin decaer, sin odio...
Para que volváis a empezar.
Y sepáis exactamente,
punto por punto,
lo que significa
ir mal...






Quejas

Se queja
de lo mal que le ha tratado la vida
se queja
de su mala suerte, de su pasado, de las pérdidas
y del dolor.
Pero yo lo miro
lo respiro
y siento que ahí
tiene aún mucho pálpito.
Ojalá pudiera verlo.






Buscando tu risa

Sólo por eso
merece la pena.
Levantarse











No me salvo

Iré de cabeza al infierno
no me salvaré de la quema.
Conozco mis desastres
los asumo, brego con ellos como puedo.
No luzco mis defectos, así en público,
alegremente, me avergüenzan demasiado.
Tampoco oculto las taras que me adornan.
Es fácil engañarse
y creerse un personaje mejor
más amable y coherente
Pero.
No serviría para nada.
Aquí adentro.






Lucha a muerte

Lucho
contra lo que quiero
y lo que deseo.
Lucho a muerte. Cuerpo a cuerpo
por mantener la calma
y no romper todas las ventanas.
Da igual.
Todo acaba lleno de cristales.
Una putada.
Tener corazón.







Rakel Rodríguez. “Y si no hay viento, habrá que remar”. 2013, ediciones RaRo.




miércoles, 22 de abril de 2015

E. M. Cioran.




Silogismos





      Desconfiad de quienes vuelven la espalda al amor, a la ambición, a la sociedad. Se vengarán de haber renunciado a ello.

*


      El pesimista debe inventarse cada día nuevas razones de existir: es una víctima del <<sentido>> de la vida.

*


      Para vengarnos de quienes son más felices que nosotros, les inoculamos a falta de otra cosa nuestras angustias. Porque nuestros dolores, desgraciadamente, no son contagiosos.


*

      Si alguna vez has estado triste sin motivo, es que lo has estado toda tu vida sin saberlo.

*


      Deambulo a través de los días como una puta en un mundo sin aceras.

*


      Nada nos seduce tanto como la obsesión por la muerte; la obsesión, no la muerte.

*








      Nacemos con tal capacidad de ilusión que otros diez planetas no podrían agotarla la Tierra lo logra de modo natural.

*


      En los momentos cruciales de la vida, la ayuda del cigarro es más eficaz que la de los Evangelios.

*


      Creo en la salvación de la humanidad, en el porvenir del cianuro.

*


      El insomnio es la única forma de heroísmo compatible con la cama.

*


      En pleno hastío, nos deslizamos hacía el punto más bajo del alma y del espacio, hacía las antípodas del éxtasis, hacía las raíces del Vacío.

*


      Apenas adolescente, la perspectiva de la muerte me horrorizaba; para huir de ella corría al burdel o invocaba a los ángeles. Pero con la edad nos acostumbramos a nuestros propios terrores, no hacemos nada por quitárnoslos de encima, nos aburguesamos en el Abismo. Y, si hubo un tiempo en que envidiaba a esos monjes de Egipto que cavaban sus tumbas para llorar sobre ellas, si cavara ahora yo la mía, sería para no arrojar más que colillas.






E. M. Cioran. “Silogismos de la amargura”. 1990. Tusquets Editores.



lunes, 20 de abril de 2015

Paul Auster.




Fragmentos.




(…) R., me habló de cierto libro inencontrable que había estado intentando localizar sin éxito, husmeando en librerías y catálogos en busca de una obra supuestamente excepcional que tenía muchas ganas de leer, y cómo, una tarde que paseaba por la ciudad tomó un atajo a través de la Grand Central Station, subió la escalera que llevaba a Vanderbilt Avenue, y descubrió a una joven apoyada en la baranda de mármol con un libro en la mano: el mismo libro que él había intentado localizar tan desesperadamente.
      Aunque no es alguien que normalmente hable con desconocidos, R. estaba tan asombrado por la coincidencia que no se pudo callar.
      —Lo crea o no le dijo a la joven, he buscado ese libro por todas partes.
      —Es estupendo respondió la joven. Acabo de terminar de leerlo.
      —¿Sabe dónde podría encontrar otro ejemplar? preguntó R.. No puedo decirle cuánto significaría para mí.
      —Éste es suyo respondió la mujer.
      —Pero es suyo dijo R.
      —Era mío dijo la mujer, pero ya lo he acabado. He venido hoy aquí para dárselo.


***





(…) La experiencia del poema no reside en cada una de sus palabras, sino en la interacción de esas palabras, la música, lo silencios, las formas; y si no le damos al lector la oportunidad de apreciar la experiencia en su totalidad, no logrará captar el espíritu del original. Por esta razón, creo que la poesía debería ser traducida sólo por poetas.


***









      Cuando esta mañana me he sentado a escribir, lo primero que he hecho ha sido pensar en Salman Rushdie. Durante cuatro años y medio es algo que he hecho cada mañana, y en la actualidad constituye una parte esencial de mi rutina diaria. Cojo la pluma, y antes de comenzar a escribir pienso en mi colega que está al otro lado del océano. Rezo para que siga viviendo otras veinticuatro horas. Rezo para que sus escoltas ingleses le mantengan escondido de la gente que pretende matarle, los mismo que ya han matado a uno de sus traductores y herido a otro. Y sobre todo, rezo para que llegue un día en que estas oraciones ya no sean necesarias, y Salman Rushdie pueda pasear por las calles del mundo con la misma libertad que yo.
      Rezo por ese hombre cada mañana, pero, en el fondo, sé que también rezo por mí. Su vida está en peligro porque ha escrito un libro. Escribir libros es también mi oficio, y sé que los caprichos de la historia y la pura mala suerte podrían haber hecho que yo estuviera en su lugar: Quizá no hoy, pero quién sabe si mañana. Pertenecemos al mismo club: una secreta fraternidad de hombres y mujeres solitarios, enclaustrados y maniáticos que pasamos casi todo nuestro tiempo encerrados en pequeñas habitaciones luchando por colocar palabras en una página. (…)





Paul Auster. “Experimentos con la verdad”. 2000, Anagrama.





sábado, 18 de abril de 2015

Sara Zapata.



ABATIDO ENTRE DOS CUERPOS


Muerto. Era un amor muerto
desde antes de empezar a oler a muerto.
Intentamos salvarlo con paños calientes,
con dulces mentiras susurradas
con un cariño añejo,
le enseñamos fotos de cuando estaba vivo,
fotos en las que posaba alegre
y risueño
con la inocencia de un niño que se cree inmortal.
Lo abrazamos cuando tiritaba,
lo vestimos de domingo,
lo sentamos en el mejor banco
al sol,
pero no hubo manera.
Muerto. Estaba muerto,
y ya sabemos que los muertos,
jamás resucitan.




Sara Zapata. De su muro de Facebook. Más de ella en su blog:http://secantaloquesepierde.blogspot.com.es/




jueves, 16 de abril de 2015

Hernán Rivera Letelier.




Fragmentos:




      Queridos hijos del Señor:
      Lo que ha estado pasando entre vosotros ha llenado de amargura el alma de vuestro obispo.
      Se ha presentado entre vosotros un pobre iluso de los que hay muchos en el manicomio, y al cual los fieles, que lo son todos para ir a la iglesia, para cumplir su santa religión y para cumplir sus deberes, lo han acogido como el enviado de Dios, como el mismo Mesías, nada menos, y le han formado su comitiva de apóstoles y creyentes. (…)





      Luego de oír la historia, el Cristo de Elqui no se demoró nada en averiguar cómo y por dónde se llegaba a la salitrera Providencia, una de las pocas por donde no recordaba haber pasado predicando su evangelio. Él tenía que conocer a esa matrona piadosa, adoradora del Padre Eterno y versada en los regodeos carnales. Tenía que ganarla para su causa, convertirla en su discípula, en su apóstola puertas adentro. De ese pelaje era la mujer que buscaba. (…)






      Morena, de cabellera trigueña, ojos levemente entrecerrados y pupilas profundas. Así era Magalena Mercado. Su cuerpo de curvas suaves y movimientos lánguidos dejaba en el aire una sensual estela de paloma enferma. Y esto se corroboraba tanto en sus gestos como en el timbre cadencioso de su voz. (…)









      Al salir del local, ya pasada la medianoche, el Cristo de Elqui se encontró de sopetón con el padre Sigfrido, frente a las dependencias del sindicato. El cura parecía venir del chalet del señor administrador. Al tener al predicador frente con frente, el ministro de Dios no aguantó su rabia y, con todos sus tics flameándole en la cara, se puso a reprenderlo a voz en cuello que era un apóstata, un perjuro, un impostor descarado, sí señor, eso era, pues nadie que no fuera sacerdote tenía atribuciones para oficiar el sagrado sacramento de unir en matrimonio a ninguna pareja en ninguna parte del mundo, como él había hecho en la mañana de ese mismo día.
      En medio del ruedo de obreros que se juntó a observar el altercado, sin ganas de intervenir a favor de uno ni del otro los solteros no comulgaban con el predicador por sus sospechas de que quería llevarse a Magalena, y la mayoría ya miraba al cura con desconfianza por sus continuas visitas a la mansión del Gringo, el Cristo de Elqui no hacía más que mesarse las barbas en un lento gesto de mansedumbre. Al final, con una placidez que descolocó al padre Sigfrido, le dijo, mirándole a un jeme de la cara, que por mucho que el caballero sacerdote cumpliera con todas y cada una de las leyes eclesiásticas, él obedecía el mandato directo del Divino Maestro, el Padre Eterno, el Único, el Alfa y el Omega.
      ―Puede que usted cumpla con todas las providencias y estatutos del catolicismo, señor mío le dijo sin pestañear, pero yo camino sobre las aguas.
      Y se fue y dejó al cura despotricando solo. (…)







      El Cristo de Elqui, ahora de nuevo Domingo Zárate Vega, vestido de ciudadano común y corriente terno negro, camisa blanca, sombrero de paño, todavía recordaba aquella noche singular en las afueras de La Piojo. En los veintidós años que misionó por los caminos de la patria, aquélla había sido una de sus jornadas más inescrutables. Ponía de testigo al Padre Celestial. Nunca en su vida se había sentido más solo y desamparado que cuando se alejaba caminando bajo la oscuridad de aquella noche pampina. Atrás quedaba el fragor de la fiesta, la música, los petardos, la mujer soñada, la hembra bíblica que pudo hacerle más llevadero el calvario de su misión evangelizadora. Con ella a su lado hubiese alargado el tiempo de su cruzada no sólo en dos años como al final lo hizo, sino hasta dar su último aliento aquí en la Tierra. Sin embargo, no había sido la voluntad del Omnipotente, se decía aquella noche mientras tranqueaba orillando la línea férrea alumbrado por la luz de las estrellas y sintiendo nada más que el crujir de sus sandalias sobre la sal quebradiza. ¡Dios nos da, Dios nos quita, alabado sea Dios!, exclamó en voz alta, y su voz pareció resonar en todo el ámbito de la pampa. Se detuvo un rato. Quería oír el silencio...El silencio era puro...hondo...cósmico...<<Dios es silencio>>, pensó. (…)







Hernán Rivera Letelier. “El arte de la resurreción”. 2010, Alfaguara.



lunes, 13 de abril de 2015

Magda Robles.




Untitled.

Escarbo zonas no iluminadas.
Me daño”.
Inma Luna.

Y como el infante del cuento
voy coleccionando guijarros
que me arrastran a tu orilla.

Oigo tu voz dormida
en el borboteo inquieto
del viento y su mecer de aguas.

Percibo tu sonrisa vencida
en este ajeno despertar de pájaros
que intentan alzar el vuelo.

Una rosa en su deshielo
deposita sobre mi frente
tu cálido beso muerto.

Hoy por fin he vuelto.

He vuelto
a jugar entre cenizas
en aquel hogar de antaño
que hoy ya no guarda
ni rescoldo ni llama.







Magda Robles. 2015, de su blog:http://ligeiaenpenumbras.blogspot.com.es/





Natalia Salmerón Suero.




Fragmentos




Aunque en muchas ocasiones se intente separar la existencia de la literatura de un autor, esta siempre tiene retazos de aquella. Puede ser un lugar, un episodio o simplemente un nombre, pero de un modo u otro siempre están unidas. En este caso es aún más necesario dar unas pequeñas pinceladas de las vivencias del poeta, porque se trata de hacer más visible las intenciones actuales de creación, pero con David González no puede ser así: hay que hablar de su vida a través de su poesía, porque su historia está revivida en cada uno de sus versos. No hablamos de una influencia sutil, sino que sus poemas son su vida y su vida es su obra. Y esta es una de las claves de su poesía: David es un poeta totalmente autobiográfico y utiliza su propia existencia (…)





Así pues, en este estudio me gustaría proponer una nueva denominación de la poesía de David González: “poética de la consciencia” porque, aunque no es incorrecto que se le incluya en la nómina de los poetas de la conciencia crítica (mientras esté configurado como grupo heterogéneo y abierto), González está un paso por delante de esta forma de creación al vivir en sus propios huesos los conflictos que relata, al hacer suyos los sentimientos de todos los presos, los desahuciados, los trabajadores explotados, los enfermos, los muertos por culpa de las drogas, las mujeres maltratadas, entre otros muchos porque, al fin y al cabo son los propios, Y al exteriorizar sus versos desde una situación de marginalidad reafirmada y desde una posición no acomodada. (...)





Como he intentado y espero haber conseguido desarrollar a lo largo del trabajo, la poética de la consciencia de David González nos invita a despertar, a ser autónomos, y no autómatas como el sistema pretende, en definitiva, a pensar, a través de la formulación de la poesía de choque, de la conmoción. En tiempos como el nuestro de sequía intelectual por falta de medios, de alienación y de apatía, el ejemplo de la vida de David hecha poesía se erige como un ciclón, arrollando todo lo que encuentra a su paso para que sus lectores vean cómo es la vida. (…)








¿Qué te llevó a escribir y, más concretamente, qué te llevó a escribir poesía?


Lo que me llevó a escribir fue la rabia. Sí. La rabia. Ante las injusticias que yo mismo había cometido con otras personas y las injusticias que estaban cometiendo conmigo. Injusticias que me di cuenta procedían de los poderosos por así llamarlos. Injusticias que ellos cometían con nosotros y que nosotros reproducíamos con nuestros semejantes. La rabia ante esa serie de cosas hizo que me decidiera a escribir, para, en principio, denunciarlas. Claro, luego me di cuenta que las peores injusticias no son sociales sino existenciales, las emocionales, pues de estas últimas proceden las primeras, las sociales. De hecho, en la cárcel, escribí en una revista “Cautivos do demo”, “Cautivos del demonio”, y lo primero que escribí fueron dos poemas y un artículo protestando por las condiciones higiénicas del módulo en que me encontraba. Luego, ya te digo, años después, de repente, porque fue así, de repente, como si alguien me dictase al oído, empecé a escribir los poemas de El demonio te comas las orejas, y bueno, hasta hoy.









Natalia Salmerón Suero. “Aquello que conservamos después del naufragio. Un acercamiento a la poética de la consciencia de David González”. 2015, Origami.




viernes, 10 de abril de 2015

Eloy Sánchez Rosillo.




OÍR LA LUZ




Debo decir que cuando yo era niño
y en el campo veía la densa muchedumbre
de estrellas en los cielos del verano,
además de mirar tanto fulgor,
podía oír la luz: se escuchaba allí arriba
como un rumor de enjambre laborioso.







Eloy Sánchez Rosillo. “20 años de Poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009)". Antología. 2009, Tusquets editores.


miércoles, 8 de abril de 2015

Juan Soto Ivars.




FRAGMENTOS




    Pasa muchas veces que uno tiene demasiado trabajo para fregar los platos o para quedar con un grupo de amigos o para ir al médico a hacerse una analítica o para salir a comprar alguna cosa que hace falta, pero aunque aquélla era una noche extremadamente difícil, me resultaba imposible poner un codo de distancia ante la mirada penetrante de María y decirle: lo siento, ahora no puedo follar contigo.
    María tenía una melena castaña que se agitaba durante el acto lujurioso a la altura justa para cubrirle la parte superior de los pezones, y es ahí donde empezaba mi encerrona. No podía quitarme esa imagen de la cabeza. Los hombres recogemos instantáneas de nuestras mujeres como las cámaras fotográficas, las coleccionamos en un archivo secreto de la cabeza y basta que una haga veladura y se revele en el cerebro para que la erección desbarate cualquier tentativa de vivir con pragmatismo. (…)








    ―Sus mulas, otra vez dijo el farmacéutico. Era un farmacéutico gitano. Yo lo conocía desde hacía tiempo. Cantaba por las noches en el tablao Decoro, que había sido una tienda de muebles con el mismo nombre antes de ser tomada por los gitanos. Era un hombre muy feliz, un gitano con estudios. Tenía ocho hijos pelirrojos porque se había casado con una holandesa que parecía una fábrica de mantequilla. Sus últimas palabras fueron las siguientes: Me cago en su cama con los apagones. (...)





    Fue entonces cuando vi a Lapiedra, aunque no lo reconocí enseguida. En la penumbra del salón, frente a una chimenea apagada, un sillón puesto de espaldas. Una mano macilenta colgaba por un lado, y había un libro en el suelo. Me acerqué, la madera crujía bajo la alfombra a cada paso. Esa mano colgante no se movió. Llegué hasta el sillón. El libro que se había escurrido al suelo me era muy familiar. La siempreviva, una partida legendaria comentada. Lapiedra tenía la cabeza vuelta hacía un lado, estaba más delgado que nunca, o quizás era el efecto de verlo totalmente afeitado. Tenía delante una mesita con un tablero de ajedrez con una partida a medias. La siempreviva. Pero, ¿Lapiedra?
    Cuando le toqué el hombro movió la cabeza y emitió un sonido de confusión. Abrió los ojos y observó el tablero, luego los volvió hacía mí.
    Y entonces el detective Marcos Lapiedra, mi maestro, sonrió. Su sonrisa estaba a punto de desbordarme, aunque era discreta. Se puso de pie sin decir una palabra y nos miramos. Tenía la espalda recta parecía que su mirada había recobrado algo de su antigua fuerza. (…)






Juan Soto Ivars. “Ajedrez para un detective novato”. 2013, Algaida editores.


martes, 7 de abril de 2015

Lidia Li.



PACTO DE SILENCIO


En silencio te miro,
te miro y pienso.
En silencio te miro
a los ojos y atrapo al vuelo
un par de líquidos interrogantes
o dos signos de exclamación
puntuando mis necios desplantes.
Me pregunto si tú sabes
lo que yo sé.
Me pregunto si, en realidad,
prefieres no saber
y apostar tus dudas
en la ruleta rusa
sabiendo de antemano
que no vas a perder.
(A veces
el silencio
es un disparo
que nos salva la vida).
Y romper los relojes
contra el suelo
con un estruendo
de silencios gigantes,
liberando así al tiempo
de sus cárceles itinerantes.
Restañar sangre no derramada.
Enjugar lágrimas no vertidas.
(A veces
el silencio
es un dique
contra la desdicha).
Crees que nada malo
nos puede pasar,
que entre nosotros
sobran las palabras
y tantas otras cosas
que no quieres nombrar.
(Al final, todo dará igual…)
Me amas, lo sé
y eso me basta.
O debería.
Y mañana, qué sé yo...
Mañana, como algunos
dicen, será otro día.



Lidia Li. 2015, de su muro de Facebook.





lunes, 6 de abril de 2015

Roger Wolfe.




LA ESPERA



Fumo un cigarrillo
de media mañana
en la terraza.
Los árboles del parque
siguen mudando de color,
mientras el mundo ruge,
cerca y lejos,
en mil focos de conflicto.
Pero la calle
está llena
de gente endomingada.
Es fiesta: día uno
de noviembre.
Una hermosa mujer
baja por la acera,
resplandeciente de poder
y de belleza.
No sé muy bien qué hago aquí.
Nunca lo supe.
La espera
continúa.







VERDADES MATEMÁTICAS



Tú y yo, está visto
somos líneas paralelas.

A mí de pequeño me dijeron
que dos líneas paralelas
se hacen secantes
es decir: se cruzan
en el infinito.

Vamos a tener
que armarnos de paciencia.











LA LLAMADA DE LA ESCRITURA



Necesidad de escribir, pero ¿de escribir qué?
Es bueno ser poeta. Pero la poesía
es una espera permanente; una sucesión
de tiempos muertos que de vez en cuando alumbra
la llama más o menos viva de una vela.
El escritor necesita sus cámaras y acción;
una continuidad gozosa de la idea en desarrollo.
Las palabras deben ser el río que nos lleve.
Hace tanto tiempo que no fluye este río
que ya dudo que un día sus aguas me arrastraran.
Dudo de mi nombre. Dudo de mis manos. Dudo
incluso de mi rostro; los espejos me devuelven sobresaltos.
Necesidad de escribir. Necesidad de volcarme
de nuevo en el caudal de la escritura.
Necesidad de escribir. Cualquier cosa. Lo que sea.
Ser pura corriente de caudalosa letra impresa.







TÓMATE TU TIEMPO



Un mirlo que canta en ese árbol
poco antes de que llueva.
El árbol está ahí abajo,
al pie de mi ventana.
Siempre un árbol,
siempre un mirlo,
siempre una ventana.
Siempre el alto cielo gris.
Es asombroso, cómo nunca
llego a cansarme de esto.
El puro karma del momento.
El puro karma de escucharlo.







Roger Wolfe. “Gran esperanza un tiempo”. 2013, Renacimiento.



sábado, 4 de abril de 2015

Laura Dietrich.




Fosfenos



Sudaba tristeza. Sus pasos monocromos tiznaban las calles con una escala de grises que derivaba en noches cerradas. Las estrellas implosionaban, tragándose las lágrimas, y desaparecían en ríos argentados que agrietaban el suelo que ella pisaba.
Ella. Ella, una sombra encorvada en contraste con las figuras rectilíneas de la ciudad.
Su pelo caía como ramas de un sauce. Echaba raíces en los parques, se columpiaba en soliloquios mudos y vestía de fúnebre al volver a casa. La oscuridad no era más que una ramera pudorosa. Casta, recatada. El colchón perfecto para compartirlo con Nadie, su fiel compañero. Con él, los monólogos silenciosos se convertían en conversaciones de retórica experimentada y boca a boca de lenguas que colapsan.
Nadie, Nada. Vacío. Ausencia de Vida.
La muchacha estaba rota; así, Muerte dedicó su inmortalidad a repararla para poder cumplir su cometido eficazmente, puesto que no podía matar lo ya exangüe. De este modo, construyó dos corazones, a falta de uno, y rellenó el cráneo de la muchacha con dos nuevos hemisferios; la obligó a pensar irracionalmente.
La melancolía desapareció; los colores se fusionaron, se corrieron, culminaron en un tapiz de recuerdo. Y los papeles cambiaron.
Ella dejó de temer la oscuridad y la oscuridad pasó a temerla a ella. 





Laura Dietrich. 2015, Inédito. Más de ella, aquí: https://dieltrich.wordpress.com/