Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Julio Cortázar



1.



¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.
Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sébastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la maga no estaba. Ahora la maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferiríamos encontrarnos en el puente, en las terrazas de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos fríos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allí lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación walkyria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu´en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movía, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos (…)






Julio Cortázar. “Rayuela”. Alianza Editorial, Madrid, 1987.



sábado, 27 de septiembre de 2014

Michel Houellebecq



Fragmento.


He vivido tan poco que tengo tendencia a pensar que no voy a morir; parece inverosímil que una vida humana se reduzca a tan poca cosa; uno se imagina, a su pesar, que algo va a ocurrir tarde o temprano. Craso error. Una vida puede muy bien ser vacía y a la vez breve. Los días pasan pobremente, sin dejar huella ni recuerdo; y después, de golpe, se detienen.
Otras veces tengo la impresión de que conseguiría instalarme de forma estable en una vida ausente. Que el hastío, relativamente indoloro, me permitiría seguir llevando a cabo los gestos habituales de la vida. Nuevo error. El hastío prolongado no es una posición sostenible: antes o después se transforma en percepciones claramente más dolorosas, de un dolor positivo; es exactamente lo que está pasando (...)








Michel Houellebecq. “Ampliación del campo de batalla”. 1999, Anagrama.



jueves, 25 de septiembre de 2014

Rorschach Kovacs


Epílogo.


Esta noche el Poeta se siente solo, sin pasión por las palabras. Sube y baja la botella por su vertedero anímico mientras piensa con nostalgia en lencería roja y desahucios de amor. La ciudad, desierto de cemento y ladrillo, da un respiro: aún faltan horas para que amanezca. Capas de polvo sostenidas solo por el ruido lejano de algún coche. Brinda de nuevo auspiciado por la música que palpita en sus venas, por las conexiones que permiten estas palabras, por el vaticinio, el desconcierto, por la búsqueda de ese algo indescifrable. Los demás piensan que es un misántropo, pero solo es débil, frágil en sus sentimientos, aún no ha dado la orden de disparar sobre sus sueños, estúpidos idealismos, no mira al cielo buscando explicaciones, solo a los espejos.

Cada noche reúne algo de valor, utiliza la navaja y se despedaza el pecho. Saca su corazón y lo mira fijamente. Lo muerde para sentir ese dolor inaudible más cercano, menos alienado por el tópico. Y luego utiliza la sangre que sigue bombeando para escribir. Pero no consigue expresar nunca lo que quiere, no hay alma, está cerca, rozando esa sensualidad que siente, pero no llega a convertirla en palabras, solo es una marisma abandonada. Cuando el fracaso es inapelable lo vuelve a coser en su interior, un interior cada vez más grande y polvoriento.

Pero esta noche es distinta, la musa aparece con los pies desnudos manchados de sangre. Su piel es sueño, su cuerpo es música sinfónica sinestésica de belleza inexplicable. El Poeta moja la pluma en sus huellas sobre el papel y deja que una oración de lascivia devore su cordura. Los versos resbalan como un disparo a bocajarro, la ata a la cama con metáforas de deseo febril y la posee con violencia, con ansias de redención y accidente de tráfico.

En la ciudad los versos del Poeta provocan una bendita locura: estalla el caos, todo arde, las parejas fornican sin miramientos, quienes viven solos salen a la calle desnudos y se ofrecen enhiestos, o se tumban con las piernas abiertas esperando el placer anónimo. No hay pudor, las calles emanan un fuerte olor a semen caliente, sudor y sexo. Todos brindan por la muerte de los viejos dioses, todos aceptan su bisexualidad, reciben y dan placer, hay una risa libertaria que pudre convencionalismos, la histeria es colectiva, los cuerpos desgastados por el delirio furioso, las mentes roncas por el hambre voraz de contacto.

Pero solo dura esa noche, el amor de la musa queda saciado, derretido por la primera luz del alba. Después solo queda una veleidad maniática y soberbia, una pura contradicción de frígida esencia. El poeta escribe sin descanso, intenta conmoverla de nuevo, pero es inútil: su corazón es un invierno emocional que ningún poema consigue incendiar.

Mientras, en la ciudad, todo ha vuelto a la normalidad, nadie habla de esa noche, todos restauran su rutina de sexo mecánico y aburrido, esa pátina de sordidez conservadora que hace que muchas mujeres finjan sus orgasmos o se aburran en la cama.

Pero el Poeta no puede olvidar, se siente desesperado, sabe que ha perdido algo importante. Por eso, unas semanas después, mientras observa la glacial mirada de su musa, se quita la camisa, se abre el pecho y saca su corazón de nuevo. Lo lleva a la cocina, lo cuece con su propia sangre y se lo sirve en un plato. Ella le observa con desconfianza, prueba un bocado, y luego, como en trance, lo devora totalmente.
Poco a poco va recobrando la luminosidad en la mirada, su piel vuelve a reflejar la luna menguante. Vuelve a ser ella.

Los ojos del Poeta se inundan de lágrimas al contemplarla, y antes de morir en sus brazos sonríe satisfecho: al fin ha conseguido expresar de forma tangible lo que sentía.




Rorschach Kovacs. Inédito. Más de él en: http://hermosadecadencia.blogspot.com.es/



Tamara Blue.



Me pongo nostálgica
a ver vídeos de mi infancia
en vacaciones
y en uno se escucha
a mi hermano pequeño decir:
papá
a ti no te esperamos
porque siempre vas detrás
grabando
mamá
¿por qué papá siempre se queda atrás
y no viene con nosotros?
dile que venga
pero
papá
seguía grabando
desde lejos

Así era
nuestro padre
siempre lejano
distante, esquivo
escapista profesional
huyendo hacia atrás
a cámara lenta
con más interés por cualquier planta
animal o paisaje
que por nosotros

yo miro hacia atrás
en el vídeo
y saludo
sin darme cuenta
de que estoy
despidiendo.




Tamara Blue. Inédito. Más de ella en: http://disparamealterminar.blogspot.com.es/




martes, 23 de septiembre de 2014

Magda Robles.



OPUS NIGRUM


Se perfila
el beso marchito de la noche
que a la par te pronuncia y me devora.

Ser sueño o pesadilla
es circunstancia infinita
definida por un simple trazo.

Y quizá,
si juntamos tus fragmentos con los míos
encontremos un nuevo sentido al vértigo.

No dejes lugar
para esta oscuridad hambrienta,
ni pasos descalzos hollando el silencio.

Sean hoy tus manos quienes tomen la palabra.
Y se vuelvan fuego, por un instante,
estos versos ateridos de frío.






Magda Robles León. “LA LUNA EN VERSO. Antología poética." Ediciones El Torno Gráfico. Granada, 2013.


viernes, 19 de septiembre de 2014

Karmelo C. Iribarren.



SÓLO ES EL TIEMPO.

Para Raymond Carver


No sucede nada, no temas.
Sólo es el tiempo.
                           Nos ha pasado
como una exhalación
y hemos tenido que arrimarnos un poco
al arcén. Pero
ya contábamos con eso.
Mira, la noche (allí enfrente,
esperando) aún está lejos.
                                        Ven,
salgamos fuera.
                        Todavía
nos queda mucho
atardecer.





Karmelo C. Iribarren. “La Ciudad”. 2008, Renacimiento.




jueves, 18 de septiembre de 2014

Henry Miller.


Fragmento


Necesitaba algo para reconciliarme conmigo mismo. Anoche lo descubrí: Papini. No me importa que sea un patriotero, un beato o un pedante miope...Como fracasado, es maravilloso.

¡Los libros que había leído...a los dieciocho años! 
No sólo Homero, Dante, Goethe, no sólo Aristóteles, Platón, Epitecto, no sólo Rabelais, Cervantes, Swift, no sólo Walt Whitman, Edgar Allan Poe, Baudelaire, Villon, Carducci, Manzoni, Lope de Vega, no sólo Nietzsche, Schopenhauer, Kant, Hegel, Darwin, Spencer, Huxley...no sólo eso, sino también todos los autores entre ellos. Eso en la página 18. Alors, en la página 232 se derrumba y confiesa. No sé nada, reconoce. Conozco los títulos, he compilado bibliografías, he escrito ensayos críticos, he calumniado y difamado...Puedo hablar durante cinco minutos, o durante cinco días, pero después me agoto, quedo exprimido y seco.

Esto es lo que sigue:<< Todo el mundo quiere verme. Todo el mundo insiste en hablar conmigo. Todo el mundo me importuna e importuna a los demás preguntando qué hago. ¿Cómo estoy? ¿Estoy ya totalmente recuperado? ¿Sigo dando paseos por el campo? ¿Trabajo? ¿He acabado el libro? ¿Comenzaré otro pronto?

>> Un alemán enjuto como un mono quiere que traduzca sus obras. Una muchacha rusa de ojos visionarios quiere que escriba una relación de mi vida para ella. Una dama americana quiere saber las noticias más frescas sobre mí. Un caballero americano está dispuesto a enviar su coche para llevarme a comer: sólo una charla íntima, confidencial, ¿sabe usted? Un antiguo compañero de estudios y camarada, de hace diez años, quiere que le lea todo lo que escribo tan pronto como lo haya escrito. Un amigo pintor que conozco pretende que pose para él por horas. Un periodista quiere mi dirección actual. Un conocido, místico él, pregunta por el estado de mis finanzas. ¡El presidente de mi club se pregunta si daré una charla a los muchachos! Un dama, de inclinaciones espiritistas, confía en que vaya a su casa a tomar el té lo más frecuentemente posible. Quiere saber mi opinión sobre Jesucristo y..., ¿qué pienso de esa nueva médium?

>> ¡Dios! ¿En qué me he convertido? ¿Qué derecho tenéis, todos vosotros, a entorpecer mi vida, a robarme el tiempo, a explorar mi vida, a chupar mis pensamientos, a considerarme vuestro compañero, confidente y oficina de información? ¿Por quién me tomáis? ¿Acaso soy un animador a sueldo, a quien exigen cada mañana que represente una farsa intelectual ante vuestras estúpidas narices? ¿Es que soy un esclavo, comprado y pagado, para arrastrar el vientre por el suelo ante vosotros, holgazanes, y poner a vuestro pies todo lo que hago y todo lo que sé? ¿Soy acaso una prostituta en un burdel que ha de levantarse las faldas o quitarse la camisa a petición del primer hombre vestido con traje a medida que se presente?

>> Soy un hombre que desearía vivir una vida heroica, hacer el mundo más soportable a su vista. Si, en algún momento de debilidad, de relajación, de necesidad, me desahogo dejando escapar un poco de cólera ardiente cristalizada en palabras-un sueño apasionado, envuelto y atado con imágenes-, pues...tomadlo o dejadlo...¡pero no me molestéis!

>> Soy un hombre libre...y necesito mi libertad. Necesito estar solo. Necesito meditar sobre mi vergüenza y mi desesperación en soledad; necesito el sol y los adoquines de las calles sin compañía, sin conversación, cara a cara conmigo mismo, con la compañía exclusiva de la música de mi corazón. ¿Qué queréis de mí? Cuando tengo algo que decir, lo publico. Cuando tengo algo que dar, lo doy. ¡Vuestra inquisitiva curiosidad me revuelve el estómago! ¡Vuestros cumplidos me humillan! ¡Vuestro té me envenena! No debo nada a nadie. Sólo sería responsable ante Dios...¡si existiera!>>

Me parece que a Papini se le escapa algo por un pelo, cuando habla de la necesidad de estar solo. No es difícil estar solo, si eres pobre y fracasado. Un artista siempre está solo...si es un artista (…)






Henry Miller. “Trópico de Cáncer”. 1986, Plaza & Janés editores.




martes, 16 de septiembre de 2014

Alejandra Pizarnik



LA ÚLTIMA INOCENCIA



Partir
en cuerpo y alma
partir.

Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.

He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.

He de partir

Pero arremete, ¡viajera!







Alejandra Pizarnik. “Poesía completa”. 2014, Lumen.



viernes, 12 de septiembre de 2014

Charles Bukowski


Fragmento “Animales hasta en la sopa”


Carol estaba desnuda y tumbada sobre la mesa de café, la espalda en la mesa, con sólo las partes inferiores de muslos y piernas colgando. Todo su cuerpo era de un excitante blanco, como si jamás hubiese visto el sol, y sus pechos, más vigorosos que grandes, parecían independientes, partes diferenciadas alzándose en el aire, y los pezones no eran de ese tono oscuro que son los de la mayoría de las mujeres, sino más bien de un rojo-rosa brillante, como fuego, sólo que más rosa, casi neón. ¡Cielos, la dama de los pechos de neón! Y los labios, del mismo color, estaban abiertos en un rictus de ensoñación. La cabeza colgaba un poco fuera, por el otro extremo de la mesa, y aquel pelo rojo-marrón se balanceaba, largo, largo, hasta doblarse sobre la alfombra. Y todo su cuerpo daba la sensación de estar ungido...no parecía tener codos ni rodillas, ni puntas, ni bordes. Suave y aceitada. Las únicas cosas que destacaban eran los pechos afilados. Y enroscada en su cuerpo, estaba aquella larga serpiente...no sé de qué tipo era. La lengua silbaba y su cabeza avanzaba y retrocedía lenta, fluidamente, a un lado de la cabeza de Carol. Luego, alzándose, con el cuello doblado, la serpiente miró la nariz de Carol, sus labios, sus ojos, bebiendo en su rostro.
De cuando en cuando, el cuerpo de la serpiente se deslizaba ligerísimamente sobre el cuerpo de Carol; aquel movimiento parecía una caricia, y tras la caricia, la serpiente hacía una leve contracción, apretándola, allí enroscada alrededor de su cuerpo. Carol jadeaba, palpitaba, se estremecía; la serpiente bajaba, deslizándose junto a su oreja, luego se alzaba, miraba su nariz, sus labios, sus ojos, y luego repetía los movimientos. La lengua de la serpiente silbaba rápida, y el coño de Carol estaba abierto, los pelos suplicantes, rojo y hermoso, a la luz de la lámpara. (…)






Charles Bukowski. “La máquina de follar”. 2009, RBA Coleccionables. Edit. Anagrama.



jueves, 11 de septiembre de 2014

Alejandro Mallada


La correa

Por qué
se emperran
en usar
un calzador.

Se emperran,

precisamente
veo al perro
atado.

Le digo:
dame la pata.
Y le enseño
un trozo de pan.

Pero no,
hoy no iba
a obedecer.

El perro
estaba atado
pero no iba
a obedecer.

El perro
estaba atado,
atado,
pero menos atado
que yo.





Alejandro Mallada. Inédito. (Podéis leer más de él en su blog: http://www.poesiacronica.net/)




miércoles, 10 de septiembre de 2014

Teresa Torres.



Hoy y siempre para ti,
todos los propósitos de mi boca.

ENTRE LOS LABIOS

Entre los labios,
cuando parece que las sombras
envuelven la memoria,
entre los labios,
me irrumpe absoluta
el hambre
por tenerte de nuevo
desnudo frente a mí
y lamerte hasta lo imposible.




Teresa Torres. “Olor a bosque”. Inédito.


martes, 9 de septiembre de 2014

Jesús Carrasco.


I


Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar. Berreos como jaras calcinadas. Tumbado sobre un costado, su cuerpo en forma de zeta se encajaba en el hoyo sin dejarle apenas espacio para moverse. Los brazos envolviendo las rodillas o sirviendo de almohada, y tan sólo una mínima hornacina para el morral de las provisiones. Había dispuesto una tapadera de varas de poda sobre dos ramas gruesas que hacían las veces de vigas. Tensó el cuello y dejó suspendida la cabeza para poder escuchar con mayor claridad y, entrecerrando los ojos, aguzó el oído en busca de la voz que le había obligado a huir. No la encontró, ni tampoco distinguió ladridos y eso le alivió porque sabía que sólo un perro bien adiestrado podría descubrir su guarida. Un perdiguero o un buen trufero cojo. Quizá un sabueso inglés, uno de esos animales de cortas patas leñosas y orejas lacias que había visto una vez en un periódico llegado de la capital.
Por suerte para él, el llano no daba para exotismos. Allí sólo había galgos. Carnes escurridas sobre largos huesos. Animales místicos que corrían tras las liebres a toda velocidad y que no se detenían a olfatear porque habían sido arrojados a la Tierra con el único mandato de la persecución y el derribo (…)




Jesús Carrasco. “Intemperie”. 2013, Círculo de Lectores.



domingo, 7 de septiembre de 2014

Ángela Aranda


QUÉ HERMOSO


Qué hermoso mecerme en tus mañanas,
en el suave tiritar de tus pupilas,
sentir el leve tacto de tus ojos en mi cara
y sonreír a esa sonrisa que me mira.

Abrir el sol despacio desde el templo de tus manos
y sentir como me arropan tus caricias.
Qué hermoso es indagarte, explorarte con mis labios
y subir contigo al cielo de la vida.

Qué bello amanecer en plena noche,
sintiendo esa pasión que me sublima.
Rodar sobre tu ombligo ¡arder ante tu hombría!
¡sentir como tu carne se hace mía!

Qué hermoso descubrirte entre la gente
pintando de colores el delirio,
salpicándome la vida tiernamente
para hacer de mis rincones tus dominios.

Qué bello entrelazar nuestros senderos,
andar un mismo paso en el camino.
Ser viento, ser molino. Ser el velero y el río,
donde aprende a navegar nuestro destino.






Ángela Aranda. “Versos Inconexos”. 2012, Editorial Seleer.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Aldous Huxley.


Fragmento.


-Mi joven y querido amigo-dijo Mustafá Mond-, la civilización no tiene absolutamente ninguna necesidad de nobleza ni de heroísmo. Esas cosas son síntomas de ineficacia política. En una sociedad debidamente organizada como la nuestra, nadie tiene la menor oportunidad de ser noble y heroico. Las condiciones deben hacerse del todo inestables antes de que surja tal oportunidad. Donde hay guerras, donde hay dualismo de lealtades, donde hay tentaciones que resistir, objetos de amor por los cuales luchar o que defender, ahí, obviamente la nobleza y el heroísmo tienen algún sentido. Pero actualmente no hay guerras. Se tienen todos los cuidados posibles para prevenir que cualquiera pueda amar demasiado a otra persona. No existe la posibilidad de escoger entre dos lealtades o fidelidades; todos están condicionados de modo que no pueden hacer otra cosa más que lo que deben hacer. Y lo que uno debe hacer resulta tan agradable que se permite el libre juego de tantos impulsos naturales, que realmente no existen tentaciones que uno deba resistir. Y si alguna vez, por algún desafortunado azar, ocurriera algo desagradable, siempre queda el soma para calmar nuestra ira, para reconciliarnos con nuestros enemigos, para hacernos pacientes y sufridos. En el pasado, tales cosas sólo podían conseguirse haciendo un gran esfuerzo y después de muchos años de duro entrenamiento moral. Ahora, usted se toma dos o tres tabletas de medio gramo, y está listo. Ahora, cualquiera puede ser virtuoso. Uno puede llevar al menos la mitad de su moralidad en un frasco. El cristianismo sin lágrimas: esto es el soma.





Aldous Huxley. “Un Mundo Feliz”. 2005, Grupo Editorial Tomo.



miércoles, 3 de septiembre de 2014

Ana Pérez Cañamares.



Soy lista como un ángel
los segundos previos
a escribir el poema.

En el poema soy prudente:
cada verso un tablón
para cruzar el abismo.

Lejos del poema soy torpe
y los recuerdos no traen sabiduría
sino imágenes talladas en granito.

No vuelo, ni ando, ni me hundo.
Escribo palabras como barandillas.
Me asomo desde ellas y no me caigo.






Ana Pérez Cañamares. “LAS SUMAS Y LOS RESTOS” (V Premio de Poesía Blas de Otero de Bilbao 2012”. 2013, Devenir el Otro.


martes, 2 de septiembre de 2014

Enrique Vila-Matas.


Fragmento.


Fue tan grande la ola de suicidios que Skip Canell, íntimo amigo de Johnson, pidió a Rigaut que, siendo como era una autoridad reconocida en materia de suicidios, publicara sin tardanza un llamamiento urgente a la juventud e intentara que ésta desistiera de tanta inclinación suicida. Así fue cómo a finales de diciembre del año 1924, apareció en las páginas del New York Times una carta al director, firmada por Jacques Rigaut:

<<No hay motivos para vivir, pero tampoco hay motivos para morir. Desearía, señor director, que, a través de esta carta, los jóvenes de su ciudad comprendieran que la única manera con que se nos permite demostrar nuestro desdén por la vida, es aceptarla. La vida no merece que nos tomemos el trabajo de abandonarla...El suicidio es muy cómodo, demasiado cómodo: yo no me he suicidado. Subsiste un pesar y es que no quisiera partir sin antes no estar seguro de que me llevo conmigo la estatua de la Libertad, el amor o los Estados Unidos. Envío, desde estas páginas, mi más enérgica protesta ante esa oleada absurda de suicidios en los puentes colgantes. Jóvenes de Nueva York, elegid suntuosos hoteles si queréis abandonar esta vida. Hay hoteles que son, francamente, muy literarios. Después de todo, el mundo de las letras descansa en los hoteles de la imaginación. En Europa lo saben desde hace tiempo y sólo se consideran elegantes los suicidios en el Ritz.>>





Enrique Vila-Matas. “Historia abreviada de la literatura portátil”. 1985, Editorial Anagrama.



lunes, 1 de septiembre de 2014

Raquel Lanseros.


BELLO CON ALMA


Casi todas las cosas las sabías
querido cuerpo mío
frágil lente de fuego.

Casi todas las cosas que he aprendido
me las anticipaste
  con un temblor ligero
    con una obcecación inexplicable
        con el ánimo huidizo de las nubes
             con un festín de ganas.

Lástima de certeza inadvertida.

Cuánto esfuerzo de análisis
qué dura disección de la existencia
para que el algoritmo de la razón arroje
al fin, en fin, por fin
un resultado idéntico
            al fruto de la piel.

Sabiduría instintiva de la usanza
código secular de la epidermis
acerca a mí tu cáliz.




Raquel Lanseros. “A las órdenes del viento. Antología” 2012, Valparaíso Ediciones.