Fragmento.
Fue
tan grande la ola de suicidios que Skip Canell, íntimo amigo de
Johnson, pidió a Rigaut que, siendo como era una autoridad
reconocida en materia de suicidios, publicara sin tardanza un
llamamiento urgente a la juventud e intentara que ésta desistiera de
tanta inclinación suicida. Así fue cómo a finales de diciembre del
año 1924, apareció en las páginas del New York Times una carta al
director, firmada por Jacques Rigaut:
<<No
hay motivos para vivir, pero tampoco hay motivos para morir.
Desearía, señor director, que, a través de esta carta, los jóvenes
de su ciudad comprendieran que la única manera con que se nos
permite demostrar nuestro desdén por la vida, es aceptarla. La vida
no merece que nos tomemos el trabajo de abandonarla...El suicidio es
muy cómodo, demasiado cómodo: yo no me he suicidado. Subsiste un
pesar y es que no quisiera partir sin antes no estar seguro de que me
llevo conmigo la estatua de la Libertad, el amor o los Estados
Unidos. Envío, desde estas páginas, mi más enérgica protesta ante
esa oleada absurda de suicidios en los puentes colgantes. Jóvenes de
Nueva York, elegid suntuosos hoteles si queréis abandonar esta vida.
Hay hoteles que son, francamente, muy literarios. Después de todo,
el mundo de las letras descansa en los hoteles de la imaginación. En
Europa lo saben desde hace tiempo y sólo se consideran elegantes los
suicidios en el Ritz.>>
Enrique
Vila-Matas. “Historia abreviada de la literatura portátil”.
1985, Editorial Anagrama.
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