Fragmento
“Animales hasta en la sopa”
Carol
estaba desnuda y tumbada sobre la mesa de café, la espalda en la
mesa, con sólo las partes inferiores de muslos y piernas colgando.
Todo su cuerpo era de un excitante blanco, como si jamás hubiese
visto el sol, y sus pechos, más vigorosos que grandes, parecían
independientes, partes diferenciadas alzándose en el aire, y los
pezones no eran de ese tono oscuro que son los de la mayoría de las
mujeres, sino más bien de un rojo-rosa brillante, como fuego, sólo
que más rosa, casi neón. ¡Cielos, la dama de los pechos de neón!
Y los labios, del mismo color, estaban abiertos en un rictus de
ensoñación. La cabeza colgaba un poco fuera, por el otro extremo de
la mesa, y aquel pelo rojo-marrón se balanceaba, largo, largo, hasta
doblarse sobre la alfombra. Y todo su cuerpo daba la sensación de
estar ungido...no
parecía tener codos ni rodillas, ni puntas, ni bordes. Suave y
aceitada. Las únicas cosas que destacaban eran los pechos afilados.
Y enroscada en su cuerpo, estaba aquella larga serpiente...no sé de
qué tipo era. La lengua silbaba y su cabeza avanzaba y retrocedía
lenta, fluidamente, a un lado de la cabeza de Carol. Luego,
alzándose, con el cuello doblado, la serpiente miró la nariz de
Carol, sus labios, sus ojos, bebiendo en su rostro.
De
cuando en cuando, el cuerpo de la serpiente se deslizaba
ligerísimamente sobre el cuerpo de Carol; aquel movimiento parecía
una caricia, y tras la caricia, la serpiente hacía una leve
contracción, apretándola, allí enroscada alrededor de su cuerpo.
Carol jadeaba, palpitaba, se estremecía; la serpiente bajaba,
deslizándose junto a su oreja, luego se alzaba, miraba su nariz, sus
labios, sus ojos, y luego repetía los movimientos. La lengua de la
serpiente silbaba rápida, y el coño de Carol estaba abierto, los
pelos suplicantes, rojo y hermoso, a la luz de la lámpara. (…)
Charles
Bukowski. “La máquina de follar”. 2009, RBA Coleccionables. Edit.
Anagrama.
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