Tarde
Dadá. La araña visita mi cabaret
A
tu pezón le sigue la galerna.
Van
quedando atrás
los
besos aproximativos
que
se amotinan
en
tu vientre. Cuando te amo
leones
marinos
me
lamen los pies.
Sales
sosegada del cráter
del
volcán. Te quito
ceniza
y lava de la mejilla.
Humo
y ginebra en la sesión de hipnosis
de
un tugurio de Madrid.
Una
puerta forzada / los dedos azules del mar.
(Escribo
poemas, esperando que Tristán Tzara me bese en los la-
bios como forma
de beneplácito. En cada beso una araña, en cada
palabra un antílope
haciéndose jirones y ceniza).
***
El
tiempo, manía persecutoria de vivir, siempre recontando los
altercados
que traen las rosas peligrosas de la memoria.
Esa
costumbre de medir la vejez por los campeonatos
del
mundo de fútbol.
***
(Escuchando
a los Rolling Stones).
El
Rock and Roll y la poesía
dicen
que no se llevan bien.
Yo
prefiero darle una última oportunidad
al
baile delicado de las hienas.
Siempre
fuego, centelleando
en
medio del sudor y la furia.
Corrían
años de esplendor y
la
portada del primer disco que me compré
eran
unas letras negras
sobre
una pared de ladrillos infinitos,
el
graffiti hecho por
la
mano desamparada de un poeta loco.
Había
mucho ruido y mucha magia.
Maquillados
para una noche interminable
salíamos
a ser los mejores
sin
ni siquiera habernos confesado
en
el umbral de lo inconcedible.
El
día que Jagger se pintó el pelo de azul,
todos
nos juramos amor eterno
entre
las tetas de Sor Juana Inés.
***
Nota
de despedida
Querida
araña. Dos puntos.
No
sé como decirte esto (...)
Y
ese
jodido vídeo musical que vuelve del pasado,
Robert
Smith se repite
en
la secuencia deshabitada
de
los días,
pintándote
versos
en
la comisura negra de tus ojos,
sin
ganas de salir de la cama
si
no es para refundar
la
poesía occidental.
***
Roberto
R. Antúnez. "La habitación trashumante". 2013, éride
ediciones.
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