Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 29 de enero de 2018

Pedro Andreu





AQUEL VICIO DE FRASES



De noche me gustaba,
cuando mi chica se acostaba,
jugar a deshacer el mundo
con palabras, para acotar con calma
el contorno preciso de las cosas,
casi
como si nos quemaran al tocarlas,
como quien muerde una fruta muy ácida
y no sabe muy bien si aquello le disgusta
o se parece mucho a los pies diminutos
de la felicidad. Se parecía tanto.
Crear un nuevo software para la realidad:
encriptarla en un folio o en la pantalla
de un ordenador: simples símbolos
que devolvían luego, sin embargo,
el movimiento torpe de la vida,
trozos de la existencia perdurando,
una tristeza elástica, sensual,
como un gato de caza en los tejados.
Era una técnica tan simple: la escritura.
Bastaban un bolígrafo y un folio
al fin y al cabo. Lo que explico: pura magia.
Lo descubrí a los doce, en la casa de campo
donde vivíamos sin luz eléctrica tras un desahucio.
Y aquel vicio de frases ya no me abandonó.
De noche. Era siempre de noche. Y recuerdo
que aquello me gustaba. Se parecía a follar
con por ejemplo, Scarlett Johansson, o con mi chica,
que se quedaba siempre dormida con la tele
y a veces era igual que un cachorro de ángel
o escalar sin equipo el Everest o pelear a muerte
contra una manada de centauros salvajes.
Pero cansaba menos. Me gustaba sacar
las tripas del lenguaje, alimentarme
como un jaguar de su carne cruda.
Saber que existe el hambre. Y que nunca
ninguno de nosotros se saciará del todo.
Hasta que un día probé a escribir tu nombre
sintiendo el poderío desatado de toda su semántica,
el desnudo perfil de sus significados.
Y entonces la ciudad encendió las ventanas
de su belleza enferma, atravesaron las sirenas
con sus risas histéricas las largas avenidas,
los semáforos se me volvieron locos,
temblaron las antenas como
espantapájaros de aluminio muerto,
la aurora arqueó su espalda de edificios
y terminé el poema con estos mismos versos
en que quedé temblando y asustado
de que la vida pudiera ser algo tan nítido
y caliente al escribir tu nombre
cien veces en un folio, como una criatura
abandonada a la intemperie:
Laura, Laura, Laura, Laura...






DESCRIPCIÓN DE LA PATRIA


Mi patria es un poema de Mario Benedetti,
los pasos que fui dando y que daré,
los tres o cuatro nombres de mujer
que siempre me acompañan:
mi madre, mi pareja, mis hermanas.
Lo demás son lugares que apenas sí recuerdo,
como ciertos aeropuertos o estaciones
de autobuses, como algunos poemas
que escribí hace ya tiempo
y hoy me parecen otros.









Como la amplitud de una nevera americana
para un yogur a punto de caducar,
a cuatro grados de temperatura,
temblando solo, temiendo
que la puerta se cierre y todo quede a oscuras.
O aún peor, que se abra de par en par
y todo se termine a cucharadas.





La poesía no da para vivir.
Lo dicen todos: Orihuela, Oliveiro,
profesores, vecinos y mecánicos.
La poesía no da para vivir. Repiten.
Yo me río: tampoco da la vida
para muchos poemas, y sin embargo
aquí estamos. Ya lo ves.
Tan vivos. Tan en cueros.
Tan carne de poema.
Tan palabra en los huesos.






Pedro Andreu. "La Amplitud de una nevera americana". 2015, Frida ediciones.




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