Fragmentos:
A
veces me maravilla lo frívolos que podemos llegar a ser, en lo que
se refiere a la indecorosa y algo extranjera forma de servicio
llamada esclavitud de los negros; hay tantos amos astutos y sutiles
que esclavizan tanto el Norte como el Sur. Es difícil tener un
capataz del Sur, es peor tener a un norteño como tal, pero es mucho
peor aún cuando te conviertes en el capataz de tu propia esclavitud.
¡Y aun así se habla de lo divino en el hombre! Mirad al cochero en
la carretera, encaminándose al mercado, de día o de noche; ¿es
acaso algo divino aquello que lo mueve? ¡Su mayor deber es dar
forraje a los caballos! ¿Qué interés tiene su destino para él
mismo, comparándolo con los réditos de los embarques? ¿Acaso no
conduce para el señor Fanfarrón? ¿Qué tiene él de divino y de
inmortal? Mirad cómo se agacha y escabulle, sin librarse nunca de
sus pequeños temores, ni inmortal ni divino, sino esclavo y
prisionero de la opinión que posee de sí mismo, una fama adquirida
mediante sus propias acciones. En realidad, la opinión pública es
un débil tirano si la comparamos con nuestra propia opinión. El
destino de cada hombre está determinado por lo que éste piensa de
sí mismo. Conseguir la emancipación de uno mismo incluso en las
Indias Occidentales de la fantasía y la imaginación, ¿existe algún
Wilberforce que pueda traérnosla? ¡Pensad también en las mujeres
de esta tierra, que tejen tapetitos de tocador hasta el último día
de sus vidas, todo con tal de no revelar un interés excesivo en sus
propios destinos! Como si pudiera matar el tiempo sin dañar la
eternidad.
***
El
tiempo sólo es el río al que voy a pescar. Bebo en él; pero
mientras bebo veo el lecho arenoso y constato su poca profundidad. Su
débil corriente se desliza a lo lejos, pero la eternidad permanece.
Querría beber en lo profundo y pescar en el cielo, en un fondo
pedregoso repleto de estrellas. No puedo contar hasta uno. No conozco
la primera letra del alfabeto. Siempre he lamentado no ser tan sabio
como lo fui en el día en que nací. La inteligencia es una cuchilla:
discierne y abres su camino en el secreto de las cosas. No deseo
tener mis manos más ocupadas de lo necesario. Mi cabeza es manos y
pies. Siento concentradas en ella mis mejores facultades. Mi instinto
me dice que mi cabeza es un órgano excavador, como lo son los
hocicos y las patas delanteras de algunos animales, y en ella me
servirá para minar y horadar mi camino a través de estas colinas.
Creo que el filón más rico se halla en los alrededores; me fio de
la varita mágica y de los finos vapores que se elevan desde la
tierra, y aquí comenzaré a excavar.
***
Creo
que es saludable estar solo la mayor parte del tiempo. La compañía,
incluso la mejor, se hace pronto cansina y nociva. Me encanta estar
solo. No he encontrado un compañero que me acompañe mejor que la
soledad. Normalmente estamos más solos cuando nos reunimos con los
demás que cuando permanecemos en casa. Allá donde esté, un hombre
que piensa o trabaja está siempre solo. La soledad no se mide por
las millas que separan a un hombre de sus semejantes. El estudiante
realmente aplicado de una de las pobladas colmenas de la Universidad
de Cambridge está tan solo como el derviche en medio del desierto.
El granjero puede trabajar solo en el campo o los bosques durante
todo el día, cavando o talando, sin sentirse solo, porque se halla
ocupado; pero cuando vuelve a casa por la noche no puede sentarse
solo en una habitación a merced de sus pensamientos, sino que debe
acudir donde <<puede ver gente>>, distraerse y, según
cree, recompensarse por la soledad de su día; por eso se pregunta
cómo puede el estudiante sentarse solo en casa toda la noche y la
mayor parte del día, sin tedio ni apatía; no se da cuenta de que el
estudiante, aunque esté en casa, sigue trabajando en su campo
y talando sus bosques, como el granjero los suyos, y que busca
la misma distracción y compañía, aunque sin duda de una forma más
condensada.
***
No
vale la pena dar la vuelta al mundo para contar los gatos que hay en
Zanzíbar. Sin embargo, hacedlo si no tenéis nada mejor en que
ocupar vuestro tiempo, quizás encontréis un <<agujero de
Symmes>> por el que llegar por fin al interior. Inglaterra y
Francia, España y Portugal, la Costa de Oro y la Costa de los
Esclavos, todas miran a ese mar privado, pero ningún barco se ha
aventurado a perder de vista la tierra, aunque sea siguiendo la ruta
directa hacia la India. Si queréis aprender todas las lenguas,
adaptaos a las costumbres de todas las naciones y viajad más lejos
que todos los viajeros, aclimataos allí donde estéis y obligad a la
Esfinge a romperse la cabeza contra un roca, obedeced el precepto del
viejo filósofo y exploraos a vosotros mismos. Para ello necesitareis
atención y determinación. Sólo los derrotados y los desertores van
a las guerras, cobardes que corren a enrolarse. Partid ahora por el
camino del lejano Oeste, que no se detiene en el Misisipi o en el
Pacífico, ni conduce hacia las agotadas China o Japón, sino que
lleva directamente por una tangente hasta esta esfera, en verano y en
invierno, de día y de noche, a la caída del sol y de la luna y, al
final, a la de la tierra.
***
Henry
David Thoreau. "Walden". 2013, errata naturae.
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