Fragmentos:
Pues
el roble y el olmo tienen hojas amables
que
brotan en la primavera,
pero
es macabro de ver el árbol de la horca
con
su raíz mordida por la víbora
y,
verde o seco, un hombre ha de morir
para
que ese árbol dé su fruto.
Lo
más elevado es esa sede de gracia
hacia
la que tiende todo lo terrenal,
pero
¿quién querría estar con corbata de cáñamo
en
lo alto de un patíbulo
y
a través de un dogal asesino
echar
su última mirada al cielo?
Dulce
es bailar al son de los violines
cuando
el amor y la vida son hermosos;
bailar
al son de flautas y laúdes
es
delicado y exquisito,
¡pero
no es agradable bailar en el aire
con
ágiles pies!
Así,
con ojos curiosos y enloquecedoras conjeturas,
lo
observábamos día tras día
y
cada uno de nosotros se preguntaba
si
no acabaría de la misma manera,
pues
nadie puede decir en qué rojo infierno
puede
extraviarse su alma ciega.
Por
fin el muerto dejó de pasear
entre
los reos
y
comprendí que estaba en la terrible
celda
del banquillo negro
y
que nunca volvería a ver su rostro
ni
para bien ni para mal.
VI
En
la cárcel de Reading, junto a la ciudad de Reading
hay
una tumba infamante
y
en ella yace un desdichado
devorado
por dientes de fuego,
yace
en un ardiente sudario
y
su tumba no tiene nombre.
Y
allí, hasta que Cristo llame a los muertos,
dejadle
yacer en silencio;
no
hay por qué derramar lágrimas necias
ni
exhalar sonoros suspiros:
aquel
hombre había matado lo que amaba
y
por eso tuvo que morir.
Y
todos los hombres matan lo que aman,
que
lo oiga todo el mundo,
unos
lo hacen con una mirada amarga,
otros
con una palabra zalamera;
el
cobarde lo hace con un beso,
¡el
valiente con una espada!
Oscar
Wilde. "La balada de la cárcel de Reading". 1997,
Plaza&Janés editores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario