V
Como
si cada beso
fuera
de despedida,
Cloe
mía, besémonos, amando.
Quizás
que ya nos toque
en
el hombro la mano que llama
a
la barca que no viene sino vacía;
y
que en el mismo haz
ata
lo que mutuos fuimos
y
la ajena suma universal de la vida.
XXV
Ya
blanquea sobre la frente vana
el
cabello del joven que perdí.
Mis
ojos brillan menos.
Ya
no merece besos mi boca.
Si
aún me amas, por amor no ames:
me
traicionarías conmigo.
1
Maestro,
son plácidas
todas
las horas
que
nosotros perdemos,
si
en el perderlas,
cual
en un jarrón,
ponemos
flores.
No
hay tristezas
ni
alegrías
en
nuestra vida.
Sepamos
así,
sabios
incautos,
no
vivirla,
sino
pasar por ella,
tranquilos,
plácidos,
teniendo
a los niños
por
nuestros maestros,
y
los ojos llenos
de
Naturaleza...
Junto
al río,
junto
al camino,
según
se tercie,
siempre
en el mismo
leve
descanso
de
estar viviendo.
El
tiempo pasa,
no
nos dice nada.
Envejecemos.
Sepamos,
casi
maliciosos,
sentirnos
ir.
No
vale la pena
hacer
un gesto.
No
se resiste
al
dios atroz
que
a los propios hijos
devora
siempre.
Cojamos
flores.
Mojemos
leves
nuestras
dos manos
en
los ríos calmos,
para
que aprendamos
calma
también.
Girasoles
siempre
mirando
al sol,
de
la vida nos iremos
tranquilos,
teniendo
ni
el remordimiento
de
haber vivido.
Fernando
Pessoa. “Odas de Ricardo Reis”. 1999,Colección Millenium, Unidad
Editorial, S.A.
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