Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 30 de mayo de 2016

Elena Medel




DÍA DE PESCA


Yo tenía nueve años y le pregunté si me quería.
Quiero una caña de pescar, respondió sin mirarme.
Él quería una caña de pescar, espiga de colores.
Ahorré durante mucho tiempo para comprarle su caña de
     pescar.
Me quedé sin trucos para ponerme burbuja,
incluso sin muñeca de trapo para jugar en el recreo.
Después de todo esto me ensucié el vestido de ir a misa
y no me apetecía ver los Caballeros del Zodíaco.

Él quería un caña de pesca y yo se la regalé por Navidad.
Entonces, orgulloso de mí, abrazó el mundo con sus dientes.
Me la prestaba tras el colegio, después de todo también era mía.
Fui varias tardes al río. Primero solo miraba a las truchas
     bajar con frenesí.
A la decimotercera tarde, preparé el hilo y esperé. Nada.
Unos zapatos sucios flotaban en el espejo.
Escupí y mi nariz se hizo círculos concéntricos.
Me preguntaba qué hacía allí con una caña de pescar,
mi lindo vestido sucio, perdiéndome los Caballeros del
    Zodíaco.

Cuando le devolví la caña, insistió en que me la quedase.
él, pensé, ya no quería una caña de pescar.
¿Para qué quiero yo una caña de pescar?, le dije.
Y él respondió que tampoco lo sabía.
Dime, sollocé, ¿verdad que mi cuerpo es un estercolero?
Él respondió
tranquila, tus labios tienen forma de cometa.
Satisfecha, me quedé dormida, desnuda, abrazando la caña
de pescar.
Un hilo de baba me rondaba la nuez.

Han pasado algunos años.
Ya no quiero pompas de jabón ni cuadros escoceses;
se derrama la melena femenina y plateada de Andrómeda.
Pero ahora
me he acordado de la historia de la caña de pescar,
no sé por qué,
creo que porque ahora
logro convertirme en tu anzuelo.

Al fin picas.






RAGAZZA


<<Discúlpeme>>
sueño que le interrumpo en plena calle:
<<lleva usted mi corazón
pegado a la suela del zapato>>.
Y, entonces
descubro que también me envuelve
el violeta dulce y calmo de sus ojos.








CINCO DE ENERO

para Jose

Creo en ti
como los niños creen en las ventanas,
cuando son pequeños
y es Noche de Reyes.











OFICIO DE POETA

Si yo fuera, de verdad, poeta, susurraría que el imperio de los zares es mi patria, y lo haría con tres horas de sueño y cuarenta de trabajo a mis espaldas. Mangas allá donde los muslos empiezan a definir mi edad y mis aficiones. Puños de encaje. Mis zapatos sobre mi vestido, tan hermoso (los hermanos Rossetti vuelven a estar de moda). El poder. Hablaría de árboles, gritaría oh, mi señor con los ojos en blanco, tocaría mi cabeza con un sombrero, un rayo de colores me cruzaría la frente: mi vida consagrada a la Creación.

Todo eso ocurriría si yo fuera, de verdad, poeta.

Pero no distingo entre lágrima y jazmín. Extremo mis precauciones al tratar con el entorno de la conjugación adversativa. Jamás falto a mis revisiones médicas. Adoro las burbujas y el azúcar. Aspiro al matrimonio. Descanso los festivos; me gusta tocar el cabecero de la cama con la punta de los dedos.

En más de una ocasión me pregunto qué hago aquí.







CHATTERTON


Mentí durante diecisiete años. Mentí después
en todos mis poemas. He mentido durante los diz
años siguientes. Acércate, soy
como tú. Escucha cómo late mi corazón
perverso: mudanzas en platitos
de papilla de mamá. Aliméntame,
compréndeme, yo vestía unas ropas que nunca fueron mías,
yo escribía en un idioma ajeno, pequeña, tonta,
qué mal memoricé: con mis poemas levanté un imperio.
Pero todo acabó. ¿Quién soy ahora?
Engañaste durante dieciocho años; antes de los míos
comencé yo a mentir. Un abanico con telas del Oriente
para mi hermana. Para mi madre araña compraré moldes de
     costura.
Tabaco que recubra los pulmones de mi padre. ¿Quién soy
     realmente
ahora? He soñado contigo algunas noches.
Te prometo que si salgo visitaré tu tumba. Ahora sí que
no miento. Ahora sí que no.







Elena Medel. “Un día negro en una casa de mentira (1998-2014)”. 2015, Visor. 




sábado, 28 de mayo de 2016

Carl Sandburg





ORACIONES DEL ACERO


    ¡PONME sobre un yunque, oh Dios!
Golpéame y fórjame en una palanca de hierro.
Déjame hundir viejas paredes,
déjame alzar y deshacer viejos cimientos.

    ¡Ponme sobre un yunque, oh Dios!
Golpéame y fórjame en un perro de acero,
extiéndeme dentro de las vigas que sostienen un rasca-
    cielos,
toma remaches al rojo blanco y trábame en las vigas
    maestras.
Deja que sea el gran clavo del cual pende un rascacielos
    durante las noches azules y estrelladas.







DINERO, POLÍTICA, AMOR Y GLORIA


    ¿QUIÉN colgó aquella jaula?
¿Quién puso en ella barrotes y puertas?
¿Por qué quieren salir los que están dentro?
¿Por qué quieren entrar los que están fuera?
¿Por qué se oye gritar continuamente dentro y fuera
    de la jaula?
¿Qué significa este incesante e inútil golpeteo de alas
    frustradas contra los barrotes y puertas de esta jaula?













EL MARTILLO



                                                      HE visto irse
                                                   los viejos dioses
                                                   y llegar los nuevos.
                                                   Día tras día,
                                                   año tras año
                                                   los ídolos caen,
                                                   los ídolos surgen.

                                                      Hoy
                                                   adoro el martillo.






BARROTES


    ¡GOLPEA los barrotes!
lanza tu grito de anhelo,
y si puedes, sal.

    Encuentra al mar, encuentra a la luna,
       si puedes.
Cierra las ventanas, abre las puertas.
¿No hay ventanas? ¿No hay puertas?
¿No hay mar? ¿No hay luna?
Lanza tu grito, y sal, si puedes.






Agustí Bartra. “Antología de la poesía norteamericana”. 1974, Plaza & Janes.


jueves, 26 de mayo de 2016

Iván Rojo (II)




Iba por la calle aquella noche cuando vi a un perro, un perro sin dueño gruñendo, husmeando, escarbando, removiendo la tierra seca de un alcorque.
Al pasar a su lado comprobé que en realidad estaba torturando a un pájaro, un pequeño, diminuto pájaro negro probablemente recién caído del árbol.
Espanté al perro y me acerqué a mirar al polluelo. Estaba hecho un trapo, ensangrentado, cubierto de polvo, el plumón lleno de calvas, y además le faltaba la mitad del ala derecha. No soy de esos, pero no pude evitar recogerlo. Me lo llevé a casa y lo puse en la pila del lavabo.
El pobre bicho no dejaba de temblar y respiraba aceleradamente, parecía a punto de morir y seguramente así era.
Le eché alcohol en la herida, le puse betadine y me quedé con él un buen rato, contemplando su lucha en la frontera, viéndole debatirse entre dos mundos.
De no ser por mi intervención lo más probable era que algún gato callejero ya lo hubiera despachado. Tal vez lo único que había conseguido ayudándole había sido prolongar su sufrimiento. Así que me sentía en el deber de acompañarle en el final.
Solo cuando el pájaro pareció quedarse dormido me fui a la cama, con un sentimiento ambiguo en el corazón.
A la mañana siguiente fui a echarle un vistazo. Allí estaba el pájaro, maltrecho pero con los ojos abiertos y la respiración más serena, más asentada en su huesudo pecho.
Pero lo mejor de todo fue que en cierto momento levantó la minúscula cabeza calva y me miró con aquellos ojos como dos gotas de tinta china.
Y entonces pió, o algo por el estilo. En cualquier caso se esforzó por emitir un sonido, un ruido, algo, una señal que me indicara que me reconocía, que también él estaba poniendo de su parte.
Me emocionó. Me llenó de esperanza, absurda y luminosa y blanca.
Bravo, joder, le dije.
Y fui a por una caja de zapatos. Agujereé sus paredes y forré el fondo con los restos secos de una de mis macetas. Con cuidado cogí al pájaro y lo metí dentro. Le puse algo de comida en un rincón. Lechuga, pan, paté, lo que me pareció podría servirle.
Y le sirvió. El polluelo se arrastró como pudo hasta allí y se puso a comer despacio, con torpeza, agónicamente pero decidido a burlar a la muerte.
Y así siguió haciéndolo día tras día.
Cada mañana iba a verlo y lo encontraba más sano, más recuperado, las plumas de un negro más brillante. En fin, más instalado en el reino animal, en el reino de los vivos. Un día su canto me despertó al amanecer. Me quedé en la cama disfrutándolo: sonaba como una marcha triunfal. Narraba la historia de una proeza. Era la voz de un superviviente.

***









Quiero cielos de plomo
Quiero que se desplome el mercurio
Quiero mis manos firmes
de hierro frío
mejor de acero
imperturbables
como el puente de Brooklyn
bajo la tormenta de nieve
Pero apareces
y me derrito en el mal sentido
Me fundo
Me deshago como vulgar estaño
Esto
por cierto
no es un puto poema de amor
Ni lo sueñes





Iván Rojo. “Ultraligero”. 2016, Rasmia Ediciones.





miércoles, 25 de mayo de 2016

Iván Rojo (I)




Escuché las voces
y me arrodillé.
Fue ahí mismo,
entre el Leroy Merlin
y el McAuto.
Acerqué el oído a la alcantarilla.
Aquellos cánticos
desde las entrañas de la Tierra,
hermosos y trágicos,
desesperados,
brotando, alzándose
como flores de música
sedienta y moribunda
hacia la noche roja.
Voces de niños,
voces de niñas,
de todas las razas,
de todas las latitudes.
El futuro.
Nuestro futuro
enterrado antes de tiempo,
que luchaba por renacer.
Ojalá, ojalá, ojalá.
Luego me puse en pie.
Y seguí mi camino.




***



El libro es un tocho de quinientas páginas en papel satinado y unos dos kilos de peso titulado Todos los pájaros que puedas imaginar, un manuela de ornitología para principiantes. Tercera edición, abril 1989. Una especie por página, con su correspondiente fotografía a todo color. De vuelta a casa me dispongo a buscar el pájaro jaspeado. Qué alegría. Lo reconozco en la primera ilustración de la guía, página 11. Se trata del gorrión común, o passer domesticus. Según la información de la ficha técnica, el tamaño y la coloración del ave encajan con los de un macho. También el canto que me dedicó mientras me observaba entre curioso y descarado es propio de esta especie; el libro, sin reparar en gastos onomatopéyicos, describe su gorjeo como un chipchip, lo cual, me digo, justifica que allí en el parque, con el ruido del tráfico y los domingueros, me pareciera que el gorrión me dirigía un inquietante <<sí-sí>> perfectamente vocalizado al uso humano. Con todo , pienso mientras el sol empieza su hundimiento al otro lado de las fachadas de enfrente, bien puede ser que esté loco, por supuesto. Bien puede ser también, quién sabe, que el pajarillo, ciertamente, decidiera hablarme en castellano. Porque si el gorrión es, como el libro asegura, el ave más extendida del planeta, se debe en buena medida al estrechísimo vínculo que mantiene con el hábitat humano, con la vida cotidiana de nuestra especie. El pequeño gorrión necesita de nosotros para obtener cobijo y alimento. Hasta tal punto es así que cuando un pueblo o ciudad queda despoblado por cualquier motivo, pronto, muy pronto, los gorriones abandonan asimismo el lugar en busca de nuevos asentamientos en los que establecer su hogar. Nada dice el manual, sin embargo, respecto al hecho de que de pequeño mi madre me llamara gorrión. ¿Sería por parlarchín, sería por inquieto, por bullicioso? ¿Sería, quizá, por lo enclenque que era? ¿Sería porque sabía que necesitaba de ella igual que una estúpida avecilla? ¿Sería porque pensaba que un día volaría maravillosamente bien? No sé.

***










El luto mundial por la muerte de Steve Jobs. Que llamen debate al mismo toma y daca entre los dos candidatos de siempre.. La sonrisa telefónica que finge desvivirse por mis problemas de conexión desde un call-center situado en Ecuador. El policía que me mira fijamente desde su coche patrulla cuando se detiene junto a mí en un semáforo. El panel electrónico de la parada de autobús, 3,2,1 minuto, brillantemente mentiroso. La exasperante lentitud de las escaleras de los centros comerciales. El e-mail de 50 líneas de un amigo contándome sus supuestos problemas y que solo dedica la mitad de la última a preguntarme cortésmente cómo estoy. La cruel inoportunidad de los sms´s de mi compañía telefónica. Los cementerios. Los cementerios para mascotas. Los gimnasios junto a soláriums junto a tiendas de complementos nutricionales o herbolarios. El hombre-anuncio al borde de la calzada frente a un Domino Pizza. El encargado que le dice al hombre-anuncio del Domino Pizza que se ponga unos metros por delante de la tienda para que los conductores tengan tiempo de detenerse. La devoción por el trabajo, cualquier trabajo. Los perros con jersey. La llamada de la casera molestándose en molestarme por un recibo de 15 euros. Los 40 canales de la TDT. Mis canas. El deterioro no sólo físico de las mujeres a las que alguna vez quise. La cuesta abajo, en general. Las ONG´s creadas para salvar a sus miembros de sus propias vidas convenciéndoles de que viajando a Somalia y sonriendo en una foto junto a un niño han hecho mucho por el Cuerno de África. El jubilado que escupe una flema verde justo cuando se va a cruzar conmigo. Los tatuajes de caracteres japoneses en los brazos de proletarios mediterráneos. El griterío de las fans tras las vallas de los conciertos y los campos de fútbol. La repentina fiebre por las bicicletas. La fascinación de ciertos sectores de la intelligentsia por el cine camboyano. Cometer la temeridad de leer de madrugada el relato ganador del último concurso al que me presenté. Lo políticamente correcto. La razón absoluta de la mayoría. La autosatisfacción por su domino del bricolage del marido de mi hermana. El idioma en que de repente hablan amigos que parecían eternos. La vital importancia del Ikea de Murcia para gran parte de mis amigos y conocidos. Las catas de vino y los cursos de cocina vegetariana. La equiparación a la baja. El todo vale. Los artistas becados que van de élite a mi costa. Tener que hacer el esfuerzo consciente de beber solo dos cervezas para no acabar bebiendo bastantes más de tres. Yo. Y morirme de repente con la sensación de no haber entendido nada. Supongo que por eso hoy he llamado perplejidad a lo que me producen todas esas cosas. Otro día lo llamaría asco. La mayoría simplemente pánico.






Iván Rojo. “Ultraligero”. 2016, Rasmia Ediciones.




martes, 24 de mayo de 2016

Bernardo Atxaga




EL ERIZO




El erizo despierta al fin en su nido de hojas secas,
y acuden a su memoria todas las palabras de su lengua,
que, contando los verbos, son poco más o menos
veintisiete.

Luego piensa: el invierno ha terminado,
Soy un erizo, Dos águilas vuelan sobre mí;
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?
Ahí está el río, Es mi territorio, Tengo hambre.

Y vuelve a pensar: Es mi territorio, Tengo hambre,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
¿En qué parte de la montaña os escondéis?

Sin embargo, permanece quieto, como una hoja seca más,
porque aún es mediodía, y una antigua ley
le prohíbe las águilas, el sol y los cielos azules.

Pero anochece, desaparecen las águilas, y el erizo,
Rana, Caracol, Araña, Gusano, Insecto,
Desecha el río y sube por la falda de la montaña,
tan seguro de sus púas como pudo estarlo
un guerrero de su escudo, en Esparta o Corinto;
Y de pronto atraviesa el límite, la línea
que separa la tierra y la hierba de la nueva carretera,
de un sólo paso entra en tu tiempo y el mío;
Y como su diccionario universal
no ha sido corregido ni aumentado
en estos últimos siete mil años,
no reconoce las luces de nuestro automóvil,
y ni siquiera se da cuenta de que va a morir.










POEMA DE INVIERNO



Así fue como acabó el undécimo mes, Noviembre:
Con el canto de las ocas salvajes
que marchaban hacia el Sur.

Y tú miraste hacia aquel cielo, para decir:
Si tuviera alas, también yo me esforzaría
en busca de nuevas tierras,
también yo levantaría mi campamento
en una playa llena de banderas amarillas;
quizá entonces olvidara para siempre
las murallas y la gente de esta ciudad.

Y, recuerda, yo sólo te hice una pregunta:
¿Por qué somos tan infelices?
De morir un mes más tarde
habría visto nieve
en nuestro jardín.

Seguíamos hablando
cuando los oscuros ángeles
que se lo llevaron
se llevaron también la tarde.

Así fue como acabó el undécimo mes, Noviembre:
Con el canto de las ocas salvajes
que marchaban hacia el Sur.







Bernardo Atxaga. “Poemas&híbridos”. 1990, Visor. 




sábado, 21 de mayo de 2016

Fernando Pessoa




                                                      V


Como si cada beso
fuera de despedida,
Cloe mía, besémonos, amando.
Quizás que ya nos toque
en el hombro la mano que llama
a la barca que no viene sino vacía;
y que en el mismo haz
ata lo que mutuos fuimos
y la ajena suma universal de la vida.






                                                               XXV


Ya blanquea sobre la frente vana
el cabello del joven que perdí.
Mis ojos brillan menos.
Ya no merece besos mi boca.
Si aún me amas, por amor no ames:
me traicionarías conmigo.











1


Maestro, son plácidas
todas las horas
que nosotros perdemos,
si en el perderlas,
cual en un jarrón,
ponemos flores.

No hay tristezas
ni alegrías
en nuestra vida.
Sepamos así,
sabios incautos,
no vivirla,

sino pasar por ella,
tranquilos, plácidos,
teniendo a los niños
por nuestros maestros,
y los ojos llenos
de Naturaleza...

Junto al río,
junto al camino,
según se tercie,
siempre en el mismo
leve descanso
de estar viviendo.

El tiempo pasa,
no nos dice nada.
Envejecemos.
Sepamos, casi
maliciosos,
sentirnos ir.

No vale la pena
hacer un gesto.
No se resiste
al dios atroz
que a los propios hijos
devora siempre.

Cojamos flores.
Mojemos leves
nuestras dos manos
en los ríos calmos,
para que aprendamos
calma también.

Girasoles siempre
mirando al sol,
de la vida nos iremos
tranquilos, teniendo
ni el remordimiento
de haber vivido.






Fernando Pessoa. “Odas de Ricardo Reis”. 1999,Colección Millenium, Unidad Editorial, S.A.






miércoles, 18 de mayo de 2016

Malcolm Cowley





LA FLOR EN EL MAR



    VI a Jesús atravesando Times Square
con San Juan Bautista. Me detuve.
Sus manos tocaron las mías:

    visiones del vientre de una botella.

    El mar era blanco, blanco,
la flor en el mar,
el fuego blanco brillando en el mar,
y mar y fuego y flor era todo uno,
el mundo es uno, mentira y verdad,
uno; mañana y mediodía, carne y visión,
uno.

    Huí por las avenidas de la noche,
interminablemente, y Uno siguió su camino,

    y mis brazos magullados por los Suyos fueron asis-
    tidos,
y mi pecho descansó en Su pecho herido,
y mi cabeza se reclinó sobre Su hombro.










Agustí Bartra. “Antología de la poesía norteamericana”. 1974, Plaza & Janes.



martes, 17 de mayo de 2016

Teresa Torres




El poeta es un camaleón.
Se adapta al medio.

Cualquier cosa por sentir.
Y contarlo.”

Tomás Soler Borja.


Necesito cierta brisa que sostenga lo mortal
y que aun así
no deje de caminar por mi espalda
como un milagro.

***




De luz y hondura
toda la noche se detuvo
dentro de aquella magia.
Una mirada y se ofreció el mundo
sin versos.
Descendían luces en la oscuridad
ocupando dulcemente mi carne devota
y mi corazón.
Nunca la eternidad sembró tanto en surcos de unas manos.

***





Todos mis huesos se hacen agua
cuando abandonamos
los propósitos de orfandad
y desnudos, cuerpo a cuerpo,
sumergidos en ternura,
celebramos el amor que nos vive.

***





Me abandono

como a un enemigo imposible de abatir.
No hay metáforas para tanta secuela,
cuando hasta la sangre llora en silencio.
Búscame en algún jardín de estrellas,
estaré esperando divisar el inexistente
equilibrio de los ángeles.

***








Qué frágil es la cordura de aquel que ama

había olvidado el aroma a sal
cuando es velado
y surca una cama revuelta.

La abstracción cubriendo
todos mis credos
ante el inevitable destino
y este inmolarme desnuda de todo
por el filo de una boca.

Había olvidado la inquietud y el desvelo.

***





Colibrí que aniquilas mi hastío:

Nacerán más amapolas hambrientas,
las de los sueños en la espalda,
las que se atrincheran en tu seno
y se preñan de tus dedos.

Es certeza, como nuestros latidos de hoguera.

***




Me he vencido.
Ya no sé regresar al hogar que era para mí tu cielo.

Voy a concederle a mi abismo
la necesidad de posarse y descansar.

***






Teresa Torres. “El hábitat del camaleón”. 2016. (Inédito)


domingo, 15 de mayo de 2016

Julio Cortázar






1950, AÑO DEL LIBERTADOR, ETC

Y si el llanto te viene a busca
(De un tango)


Y si el llanto te viene a buscar,
agarralo de frente, bebé entero
el copetín de lágrimas legítimas.
Llorá, argentino, llorá por fin un llanto
de verdad, cara al tiempo
que escamoteabas ágilmente,
llorá las desgracias que creías ajenas,
la soledad sin remisión al pie de un río,
la culpa de la paz sin mérito,
la siesta de barrigas rellenas de pan dulce.
Llorá tu infancia envilecida por el cine y la radio,
tu adolescencia en las esquinas del hastío, la patota.
      el amor sin recompensa,
llorá el escalafón, el campeonato, el bife vuelta y
      vuelta,
llorá tu nombramiento o tu diploma
que te encerraron en la prosperidad o la desgracia,
que en la llanura más inmensa te estaquearon
a un terrenito que pagaste
en cuotas trimestrales.





AFTER SUCH PLEASURES


Esta noche, buscando tu boca en otra boca,
casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre tus párpados,
qué tristeza nadar al fin hacia la orilla del sopor,
sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas
      ni esperanza.

Solo, en mi casa abierta sobre el puerto,
otra vez encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa irrenunciable
hubiera sucedido.
Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.










HIC ET NUNC



La nobleza, las grandes palabras, qué mal le van
a esta ternura sin mejillas que tocar,
a esta lengua sin labios que entender.
Envilece un amor así que rebota en las paredes
       del cuarto
o se va cayendo a pedazos de palabras, esto.
Es inútil la argucia y la esperanza,
somos la previsión,
los ojos y la boca orientados al viento. ¿Qué me vale
lo que fue, la suave crónica?
Siempre andaré buscándote en el hoy
de esta ciudad, de esta hora.
Si me doy vuelta, oh Lot, eres la sal
donde mi sed se hace pedazos.

Mira de qué sustancias vivo,
pero no me tengas lástima, yéndote así
todavía más.





José Alberto Santiago. “Antología de la poesía argentina”. 1973, Editora Nacional.



viernes, 13 de mayo de 2016

Alfonso Costafreda




COMPAÑERA DE HOY



Compañera de hoy, no quiero
otra verdad que la tuya, vivir
donde crezcan tus ojos,
dando tu luz, tu cauce
a lo que veo y siento...

Deshacer ese ovillo
oscuro del temor,
encontrar lo perdido,
quebrar la voz del sueño...

Y lenta, lentamente
aprender a vivir,
de nuevo, de nuevo,
como en una mañana
cargada de riqueza.






LOS LÍMITES



Pienso en mis límites,
límites que separan
el poema que hago
del que no puedo hacer,
el poema que escribo
del que nunca podré escribir.
Límites también, en consecuencia,
de lo que amo
y de lo que nunca podré amar.

Límites de lo que quisiera decir
o ver o tener.
                      Palabras que daría
para descubrir, palabras para ayudar.
Límites del amor, palabras
insuficientemente valiosas
en un desierto inacabable.





CIUDAD 1973


No he de salir de esta ciudad.

Aquí resonarán mis pasos
como el péndulo de un reloj.

Tejer y destejer las manos y los brazos.
Sigo un horario fijo. Oigo mi propia voz.

Maldigo este destino
insignificante y atroz.











VIDA TAN MALOGRADA


Vida tan malograda no debiera contarse,
a quién hablar, con qué lenguaje.
De haber verdades o razones o respuestas,
para mí mismo las tuviera.
Si delicada o poderosa
pudiera mi mano consolarte,
a ti te la daría,
mas no la tengo para nadie.







G. F.


Opongo
a toda la retórica y vacía
y humillante
poesía
hispánica actual,
la obra viva, aún más viva ahora,
de un gran poeta catalán destruido.






Alfonso Costafreda. “Poesía Completa”. 1990, Tusquets Editores.