No
sé cómo tuve fuerzas para arrastrar el cuerpo y tapar el agujero.
De regreso a casa nada parecía haber cambiado, ni siquiera mi madre
levantó la cabeza de la olla cuando entré en la cocina. Ella no
prestaba atención a la radio que hablaba de los muertos en Irak.
Miré mis manos manchadas, con tierra entre las uñas, y me senté a
la mesa. Le miré su cara de muñeca desaliñada y sus manos de
trapo, temblorosas al servir. <<No se te ocurre comer hasta que
no venga tu padre>>, me riñó miedosa al ver llevarme una
cucharada de sopa a la boca. Miré por la ventana y continué
comiendo.
Concha
Terciado del Hoyo. "Relatos en cadena". 2008, Alfaguara.
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