A
UN PASO DE DISTANCIA
conocí
a una señora que vivió con Hemingway.
conocí
a una señora que aseguraba haberse tirado a Ezra Pound.
Sartre
me invitó a visitarlo en París pero fui tan estúpido que
no
acepté.
me
escribió desde Italia Caresse Crosby de Black Sun Press.
el
hijo de Henry Miller escribió que yo era mejor autor que su
padre.
bebí
vino con John Fante.
pero
nada de eso importa salvo si se aborda con cierto
romanticismo.
algún
día hablarán de mí:
<<Chinaski
me escribió una carta>>,
<<vi
a Chinaski en el hipódromo>>,
<<Vi
a Chinaski lavando el coche>>,
todo
tonterías.
mientras
tanto, algún poeta de mirada furiosa
solo
y desconocido en una habitación
estará
escribiendo cosas que te harán olvidar
a
todos los demás
salvo
quizás al joven que
le
suceda.
BEBE
Y ESPERA
bueno,
primero murió Mae West
y
luego George Raft,
y
Eddie G. Robinson
hace
tiempo
que
se fue,
y
Bogart y Gable
y
Grable,
y
Laurel y
Hardy
y
los hermanos Marx,
todas
aquellas tardes
de
sábado
en
el cine,
de
crío,
se
han esfumado
y
miro
esta
habitación
y
me devuelve la mirada
y
al otro lado
de
la ventana,
el
tiempo permanece suspendido
del
pomo de la puerta
mientras
un pisapapeles
de
oro
con
la figura de un búho
me
mira a mí,
(un
viejo ya)
que
debo soportar
todas
estas tardes
de
sábado
vacías.
EL
CHICO VOLADOR
tenía
8 años y la cosa no iba
bien.
mi
padre era un bestia y mi madre
su
sirvienta.
no
caía bien a los chicos
del
vecindario.
tenía
un escondite.
era
en el tejado del garaje.
allá
arriba hacía mucho calor
así
que me desnudaba y tomaba el sol.
decidí
broncearme y ponerme
cachas.
hacía
flexiones y sudaba
al
sol.
el
tejado estaba cubierto de gravilla
blanca
que se me clavaba en la
piel,
pero
no llegué a broncearme, sólo
se
me puso la piel de un rojo
idiota.
aun
así, seguía en el tejado.
era
mi escondite.
entonces
se me metió en la cabeza que podía
volar.
no
se cómo surgió, fue
gradual,
la idea de que podía
volar.
pero
conforme pasaba el tiempo la idea
iba
cobrando cada vez más
fuerza.
no
sabía a ciencia cierta por qué quería
volar
pero
la idea me dominaba
cada
vez más.
me
encontré encaramado al
borde
del tejado
varias
veces
pero
siempre reculaba.
entonces
llegó la tarde en que
decidí
que iba a volar.
de
pronto, tuve la seguridad de que podía.
estaba
eufórico.
salí
al borde del tejado,
di
un salto y aleteé con
los
brazos.
caí
a plomo y me di
un
buen golpe contra el suelo.
al
levantarme vi que me
pasaba
algo raro en
el
tobillo derecho.
apenas
podí andar.
cojeé
hasta llegar a casa, lo gré
llegar
al dormitorio y me
acosté.
una
hora después tenía el tobillo
hinchado,
inmenso.
me
quité el zapato.
mis
padres llegaron a casa
más
o menos entonces.
―Henry,
¿dónde estás? ―preguntó
mi
padre.
―estoy
aquí.
entraron
los dos, mi
padre
primero y mi madre
detrás.
―¿qué
te ha pasado en el
tobillo,
Henry? ―preguntó
mi madre.
―un
accidente.
―¿un
accidente? ―preguntó
mi padre―.
¿qué
clase
de accidente?
―intentaba
volar, pero no ha dado resultado.
―¿volar?
¿cómo? ¿desde dónde?
―desde
el tejado del garaje.
―así
que ahí es donde andabas
escondido
últimamente, ¿no?
―sí.
―¿te
das cuenta de que habrá que
pagar
un médico?
―¿te
das cuenta de que no
tenemos
dinero?
―no
me hace falta ningún médico.
―¡los
médicos cuestan dinero!
¡vete
al baño!
me
levanté y fui dando saltitos hasta el
cuarto
de baño.
―¡bájate
los pantalones!
¡los
calzoncillos!
lo
hice.
―¡los
médicos cuestan dinero!
cogió
el suavizador de la
navaja.
noté
el primer
mordisco.
me
estalló
en
la cabeza un fogonazo.
volvió
a darme con el
suavizador.
el
ruido que hizo
contra
mi piel fue
horrible.
―¡putos
médicos!
el
suavizador volvió
a
alcanzarme
y
entonces supe por qué
había
querido
salir
colando... volando
a
través de las paredes,
salir
volando
por
la
ventana,
a
cualquier sitio lejos de
allí.
Charles Bukowski. “Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta”. 2005, Visor.
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