SOLO,
sometido al desarraigo del relámpago.
Un
hombre, un verbo, una sola imagen de la lluvia.
La
verdad nunca tiene poros,
es
una mezcla de nostalgia y melancolía.
Sin
cruzar las estaciones caen los años,
mientras
un ramal de silencio nos reserva su regazo.
He
venido desde las azoteas hasta el suelo
como
un pájaro desciende a la tierra.
No
voy a romperme la camisa,
ni
siquiera mis palabras van a tener significado.
Si
queréis, miraos las manos,
preguntaos
qué os deben.
***
LLEGO
de lejos, desde el fondo de mí mismo.
Agotado.
Vuelvo
de recorrer mis miedos,
el
desierto más agreste,
horadado
por dunas móviles
y
palabras sin eco.
Traeré
en mis manos todavía las sílabas perfectas,
lo
inagotable que mana sin señales
ante
el filo de la hoja de acero
sobre
la que debe caminar el poema.
Tengo
el poderoso resumen de la noche.
Los
restos de luciérnagas que ondularon el aire.
***
MEJOR
así, sin más bagaje en mis manos
que
la humedad de la noche.
Mejor
así, cuando sé que nada
de
lo que valoro tiene un precio justo.
Las
pocas monedas son como mis versos,
romos
y calados de ceniza,
se
queman en la boca
entre
el ardor del viento
y
la sequedad de mi saliva.
He
aceptado la tormenta por vosotros,
sin
apenas reposo para respirar
y
sin buscar la luz de mayo.
Me
vais a amar por las palabras
que
trabajo como barro y sangre,
los
restos de lo que habito
que
se envuelve en la neblina.
Vine
de tan lejos que no recuerdo cuál es mi lugar,
cuál
es mi desierto, cuál es mi cubil.
A
veces me siento bajo las dovelas de un puente
y
soy los ojos del río,
otras
me escondo entre las viejas choperas
y
soy el margen a la izquierda de lo que palpita.
***
ENTONCES
no pronunciábamos la palabra azar
porque
nos sentíamos eternidad.
Supimos
que no hay luz después de que la luz
fuera
solo el último reflejo de una mirada.
Quisiste
ahondar en mí
y
con tu boca
recorrer
los pocos misterios que me guardo.
Vigilé
el lugar en que pusiste tu cuerpo.
Sentí
tus manos como tú sentiste las mías,
juntos
horadamos la tierra,
el
gemido último del trueno...
Hubo
en ese amanecer
un
desastre sin perdón de todos los nudos.
***
CÓMO
no ser la noche dentro de la noche
cuando
la luz se hace de nosotros
y
se hunde en la piel
buscando
en cada poro un punto de apoyo,
un
lugar habitado donde reencontrarse.
Cómo
no abrir las manos
y
templar cada esquina de esta holgura nuestra
que
nos deshace en lluvia y en silencio.
Ha
vuelto la palabra con su orden de camisa blanca,
la
sombra tiene el color azulado de la calma...
Tú
sabes que nunca nos hemos construido
una
torre sobre la arena,
pero
ahora solo nos queda vivir este instante,
al
borde del océano, entre marea y marea.
Fernando
Sarría. “Albada”. 2015, Lastura.
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