Frente al silencio.

Frente al silencio.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Fernando Sarría



SOLO, sometido al desarraigo del relámpago.

Un hombre, un verbo, una sola imagen de la lluvia.

La verdad nunca tiene poros,
es una mezcla de nostalgia y melancolía.

Sin cruzar las estaciones caen los años,
mientras un ramal de silencio nos reserva su regazo.

He venido desde las azoteas hasta el suelo
como un pájaro desciende a la tierra.
No voy a romperme la camisa,
ni siquiera mis palabras van a tener significado.

Si queréis, miraos las manos,
                              preguntaos qué os deben.

***



LLEGO de lejos, desde el fondo de mí mismo.
                                    Agotado.
Vuelvo de recorrer mis miedos,
                              el desierto más agreste,
                 horadado por dunas móviles
                                                 y palabras sin eco.

Traeré en mis manos todavía las sílabas perfectas,
lo inagotable que mana sin señales
ante el filo de la hoja de acero
sobre la que debe caminar el poema.

Tengo el poderoso resumen de la noche.
Los restos de luciérnagas que ondularon el aire.

***



MEJOR así, sin más bagaje en mis manos
                                      que la humedad de la noche.
Mejor así, cuando sé que nada
                  de lo que valoro tiene un precio justo.
Las pocas monedas son como mis versos,
romos y calados de ceniza,
se queman en la boca
                   entre el ardor del viento
                                       y la sequedad de mi saliva.

He aceptado la tormenta por vosotros,
sin apenas reposo para respirar
y sin buscar la luz de mayo.
Me vais a amar por las palabras
que trabajo como barro y sangre,
los restos de lo que habito
que se envuelve en la neblina.

Vine de tan lejos que no recuerdo cuál es mi lugar,
cuál es mi desierto, cuál es mi cubil.
A veces me siento bajo las dovelas de un puente
y soy los ojos del río,
otras me escondo entre las viejas choperas
y soy el margen a la izquierda de lo que palpita.

***






ENTONCES no pronunciábamos la palabra azar
porque nos sentíamos eternidad.

Supimos que no hay luz después de que la luz
fuera solo el último reflejo de una mirada.

Quisiste ahondar en mí
y con tu boca
recorrer los pocos misterios que me guardo.

Vigilé el lugar en que pusiste tu cuerpo.
Sentí tus manos como tú sentiste las mías,
juntos horadamos la tierra,
                              el gemido último del trueno...
Hubo en ese amanecer
            un desastre sin perdón de todos los nudos.

***



CÓMO no ser la noche dentro de la noche
cuando la luz se hace de nosotros
                                    y se hunde en la piel
buscando en cada poro un punto de apoyo,
un lugar habitado donde reencontrarse.

Cómo no abrir las manos
y templar cada esquina de esta holgura nuestra
que nos deshace en lluvia y en silencio.

Ha vuelto la palabra con su orden de camisa blanca,
la sombra tiene el color azulado de la calma...

Tú sabes que nunca nos hemos construido
                                                 una torre sobre la arena,
pero ahora solo nos queda vivir este instante,
al borde del océano, entre marea y marea.





Fernando Sarría. “Albada”. 2015, Lastura.



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