Frente al silencio.

Frente al silencio.

domingo, 19 de marzo de 2017

Federico García Lorca





SUEGRA.
Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega al puente
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño,
lo que tiene el agua,
con su larga cola
por su verde sala?

MUJER (bajo).
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.

MUJER.
Duérmete, clavel
que el caballo no quiere beber.

SUEGRA.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.

MUJER.
No quiso tocar
la orilla mojada
su belfo caliente
con moscas de plata.
A los montes duros
sólo relincha
con el río muerto
sobre la garganta.
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!

SUEGRA.
¡No vengas! Detente,
cierra la ventana
con ramas de sueños
y sueño de ramas.

MUJER.
Mi niño se duerme.

SUEGRA.
Mi niño se calla.

MUJER.
Caballo, mi niño
tiene una almohada.

SUEGRA.
Su cuna de acero.

MUJER.
Su colcha de holanda.

SUEGRA.
Nana, niño, nana.

MUJER.
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!

SUEGRA.
¡No vengas, no entres!
Vete a la montaña.
Por los valles grises
donde está la jaca.

MUJER (mirando).
Mi niño se duerme.

SUEGRA.
Mi niño descansa.

MUJER (bajito).
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.

SUEGRA (levantándose y muy bajito).
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.

***



LUNA.
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrir tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales,
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre su espalda de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada,
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mí!
¡Caliente, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme!

***







NOVIA.
¡Ay qué sin razón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
y a toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¡Huye tú!
No hay nadie que te defienda.

LEONARDO.
Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro
donde yo siempre te quiera
que no me importa la gente
ni el veneno que nos echa.






Federico García Lorca. “Bodas de sangre”. 2001, Ediciones Cátedra.



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