Fragmentos:
HAMM.―¿No
has visto nunca mis ojos?
CLOV.―No.
HAMM.―¿Nunca
has sentido curiosidad, mientras yo dormía, de quitarme las gafas y
mirarme los ojos?
CLOV.―¿Levantándote
los párpados? (Pausa.)
No.
HAMM.―Un
día te los enseñaré. (Pausa.)
Parece ser que son totalmente blancos. (Pausa.)
¿Qué hora es?
CLOV.―La
de siempre.
HAMM.―¿La
has mirado?
CLOV.―Sí.
HAMM.―¿Y
qué?
CLOV.―Cero.
HAMM.―Debería
llover.
CLOV.―No
lloverá.
HAMM.―Aparte
de esto, ¿va todo bien?
CLOV.―No
me quejo.
HAMM.―¿Estás
como de costumbre?
CLOV
(fastidiado).―Te
he dicho que no me quejo.
HAMM.―Yo
me siento un poco raro. (Pausa.)
Clov.
CLOV.―Sí.
HAMM.―¿No
estás harto?
CLOV.―¡Sí!
(Pausa.) ¿De
qué?
HAMM.―De
es...de este...asunto.
CLOV.―Desde
siempre. (Pausa.) ¿Tú
no?
HAMM
(taciturno).―Entonces
no hay ninguna razón para que esto cambie.
CLOV.―Esto
puede acabar. (Pausa.)
Toda la vida las mismas preguntas, las mismas respuestas.
HAMM.―Ayúdame.
(CLOV
no se mueve.)Ve a
buscar la sábana. (CLOV
no se mueve.) Clov.
CLOV.―Sí.
HAMM.―No
te daré nada de comer.
CLOV.―Entonces
moriremos.
HAMM.―Te
daré lo justo para impedir que te mueras. Siempre padecerás hambre.
CLOV.―Entonces
no moriremos. (Pausa.)
Voy a por la sábana.
***
Desciende
de la escalerilla, se acerca a HAMM
por la espalda y le
habla al oído.
HAMM
(sobresaltado).―¡Gris!
¿Has dicho gris?
CLOV.―Negro
claro. Todo el universo.
HAMM.―Exageras.
(Pausa) No
te quedes ahí, me das miedo.
CLOV
regresa a su sitio junto al sillón.
CLOV.―¿Por
qué esta comedia, cada día?
HAMM.―La
costumbre. Nunca se sabe. (Pausa)
Esta
noche vi en mi pecho. Había una pupa grande.
CLOV.―Te
viste el corazón.
HAMM.―No,
era algo vivo. (Pausa.
Con angustia.)¡Clov!
CLOV.―Sí.
HAMM.―¿Qué
sucede?
CLOV.―Algo
sigue su curso.
***
NAGG.―Es
natural. Después de todo soy tu padre. Es cierto que de no haber
sido yo hubiera sido otro. Pero esto no es una excusa. (Pausa.)
El rahat-lokum, por
ejemplo, no existe, lo sabemos, pero me gusta más que nada en el
mundo. Y un día te lo pediré, como recompensa a un favor, y tú me
lo prometerás. Hay que vivir de acuerdo con la época. (Pausa.)
¿A quién llamabas
por la noche cuando eras pequeño y tenías miedo? ¿A tu madre? No.
A mí. Te dejábamos gritar. Después te alejábamos para poder
dormir. (Pausa.)
Dormía, como un rey, y tú me has despertado para que te escuchara.
No era absolutamente necesario, tú tenías verdadera necesidad de
que te escuchara. Por otra parte, no te escuché. (Pausa.)
Espero que llegue el día en que tengas verdadera necesidad de que te
escuche, y necesidad de oír mi voz, una voz.
(Pausa.) Sí, espero
vivir hasta entonces, para oírte llamar como cuando eras muy pequeño
y tenías miedo, por la noche, y sea tu única esperanza. (Pausa.
NAGG
golpea la tapadera del
cubo de
NELL.
Pausa.) ¡Nell!
(Pausa. Golpea más
fuerte.) ¡Nell!
Pausa.
NAGG
se mete de nuevo en el
cubo de la basura, lo tapa. Pausa.
HAMM.―Terminó
el jolgorio. (Tanteando,
busca al perro.) El
perro se ha ido.
CLOV.―No
es un perro de verdad. No puede irse.
HAMM
(tanteando).―No
está.
CLOV.―Está
echado.
HAMM.―Dámelo.
(CLOV
recoge al perro y se lo
da a HAMM.
HAMM
lo
toma
en brazos. Pausa. HAMM
tira al perro.) ¡Bestia
inmunda! (CLOV
empieza a recoger los
objetos que hay por el suelo.)
¿Qué haces?
CLOV.―Poner
orden. (Se incorpora.
Con enfado.)
¡Despejaré todo esto!
***
Samuel
Beckett. “Fin de partida”. 1999, Unidad Editorial S.A.
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