Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 29 de noviembre de 2016

Chantal Maillard (I)




<<¿Y dónde está escondido tu tesoro, Hainuwele?>>,
me pregunta, burlona,
la más anciana del poblado.
Se refiere, lo sé a lo que siempre buscan
los hombres cuando vuelven del combate.
Mi tesoro, contesto, es suave como el musgo, dulce
como leche de almendras,
tiene el frescor de los helechos
y sangra sin dolor hasta teñir de púrpura el crepúsculo
o para alimentar los cachorros de un tigre.

Mi tesoro no está escondido:
resplandece en el bosque como el oro,
mas sólo un hombre ciego
puede hallar el camino que a él conduce.

***




El muérdago se enreda en mis tobillos,
helechos y agavanzas me ciñen las caderas
y un nenúfar
se deshoja en el valle dócil
de mis nalgas.
Sobre la tierra húmeda me acuesto como un ojo que se cierra
(tienen mis muslos el sabor del humus en otoño)
y me hago raíz,
vegetal crisálida
aguardando la aurora.
Sobre mis labios quietos
lentamente
desova una culebra.

***






Cayó el rayo en mis manos y no ardieron.
¿Qué tengo yo, Señor, menos que un haya,
que tu fuego no quiere poseerme?

***




He muerto y has repartido mis miembros
sobre la tierra.
Mi cuerpo fue simiente de frutas abundantes,
de mis ojos nacieron granadas
y de mi lengua caquis,
sobre mi espalda se irguieron palmeras de dátiles,
crecieron piñas en mis muslos,
de mis pechos bebieron raíces
de los cocoteros
y de mi sexo brotaron los kiwis.

Has velado mi sueño.
Los hombres llenan de fruta sus cestas.
Las mujeres alumbran a sus hijos sobre mis manos.

Hainuwele ha danzado.
El Señor de los bosques la contempla.






Chantal Maillard. “HAINUWELE y otros poemas”. 2009, Tusquets editores.



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