Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 4 de abril de 2016

Natacha González.




Ella teje umbrales en cada distancia, no se refleja en los espejos porque es toda y cada una de las imágenes que proyecta cualquier mujer. Y se hace arena con el viento, es el mar entre mis dedos cuando en un arrebato de angustia intento tomarla. Regreso cada noche al lugar donde me hacía sangrar, no hay piedad en ese hueco, tan oscuro que ni la muerte reconoce. Ella es el cuerpo que cabe en mi pecho, la insistencia que me hace respirar un aire que se desmorona ante mis ojos. Y como duele mirarla cuando no está, como agota recorrerla sin su piel, arrodillarme ante una ausencia tan sólida. Ella no existe en los mapas que tanto tracé para hallarla.
***


El hombre tocaba el saxo como besando a una mujer. Lo acariciaba. El brillo del instrumento nos cegaba. Llevaba más de treinta minutos de concierto. Mi copa seguía intacta. Estaba prácticamente sola en ese bar de carretera, apenas tres personas incluyendo al músico. Debía tener más de sesenta años, delgado, dedos largos.
-¿No te gusta la bebida? Una camarera se preocupaba.
-No la he probado- Contesté casi sin mirarla.
-Es bueno, ¿verdad?- Insistió observando la silueta oscura del músico
-Es más que eso- La enfrenté. Era muy guapa, sonreía, la bandeja bajo el brazo.
-Mi padre toca en la oscuridad, no quiere salir a la luz- Dijo mientras perdía su mirada en él.
Un silencio rotundo tomó el bar. El estuche cegó el brillo del instrumento El músico permaneció inmóvil. Su hija le preparó algo. Él hundió los hombros y se enterró en aquel vaso. Miré mi copa. El hielo había convertido en un charco la superficie de la mesa. Una sólida tristeza se apoderó de mí, no tenía ganas de controlarla; deseaba sentirla con toda violencia. El silencio del bar, tras la música era cruel, muy cruel...
-¿Está bien?- El saxofonista sonreía con la copa en su mano.
-Perdóneme, no sé que me ocurre...
-El silencio- Dijo con una certeza absoluta, una certeza que dolía. Tomó una silla sin permiso, como leyendo en mis ojos que lo deseaba.
-Después de escucharle… no sé, no debería parar de hacerlo.
Soltó una carcajada, dejó la copa cerca de la mía, me enfrentó.
-Tiene una cara muy peculiar-
-Llevo noches sin dormir- Respondí molesta.
-Me recuerda a alguien que dejó de existir hace tiempo- Tomó mi vaso y lo vació en su copa. Ese gesto hizo que el agua bajara hacia mi falda. Me moví bruscamente, estaba helada.
-Disculpe- Susurró mientras le hacía un gesto a su hija.
-No pasa nada- Mentí.
-Qué hace una mujer como tú en un bar como éste. Para llorar puedes quedarte en casa, es menos peligroso- Su tono era enfurecido, tomó el trapo que le dio la joven y comenzó a secarme de manera brusca.
-Déjelo, yo lo hago- No logré detener su mano. Me enfrentó, estaba muy enfadado, hundió su mirada en mis ojos. Sentí como esa furia invadía mi cuerpo. Quería escapar, pero me sujetaba con fuerza.
-No te marches- Suplicó.
-Me está asustando...
-No te dejaré marchar, esta vez no.

(De los bares del Diablo)
***





Guillermo Roble había entrado a la pandilla tarde. Nos gustaba reunirnos en un parque abandonado. Teníamos entre catorce y dieciséis años. Guille era atractivo, era la primera vez que alguien me producía ese tipo de interés. Se dio cuenta de inmediato y comenzó el cortejo, acompañándome al portal cuando daba el toque de queda, viniendo cada tarde a buscarme. No tardó en invitarme al cine. Acepté. Aquel sábado estaba muy guapo, llevaba una camisa blanca de botones. Durante el trayecto me puse nerviosa, casi no podía hablar. En la oscuridad de la sala, tomó mi mano por primera vez. "Qué fría" susurró en mi oído. Los nervios aumentaban, comencé a morderme el labio con fuerza. Sentía la mirada de Guille, sabía que si respondía estaba perdida. Le miré. Su boca rozó la mía. Los nervios aumentaron, volví a morder con fuerza, gruñó, pero no se apartó de mi boca. El sabor a sangre inundó el momento. Nos bebimos desconociendo los límites. Mis nervios pararon. No soy capaz de recordar que película no vimos.

***



Los perros de la calle Doreste, ladraron durante toda la noche. Amanecí con la noticia del suicidio. El vecino de arriba se tiró por la ventana. Era un tipo extraño. Ponía música deprimente, no saludaba en el ascensor. Supongo que los perros ladraron a su cadáver durante toda la maldita noche.

***



Natacha González. 2016, de su muro de Facebook.



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