Frente al silencio.

Frente al silencio.

jueves, 7 de abril de 2016

Charles Baudelaire.




El enemigo


Mi juventud no fue sino un gran temporal
Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.

He alcanzado el otoño total del pensamiento,
Y es necesario ahora usar pala y rastrillo
Para poner a flote las anegadas tierras
Donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.

¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
Hallarán en suelo, yermo como una playa,
El místico alimento que les daría vigor?

¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
Crece y se fortifica con nuestra propia sangre.






El Leteo


Ven a mi pecho, alma sorda y cruel,
Tigre adorado, monstruo de aire indolente;
Quiero enterrar mis temblorosos dedos
En la espesura de tu abundosa crin;

Sepultar mi cabeza dolorida
En tu falda colmada de perfume
Y respirar, como una ajada flor,
El relente de mi amor extinguido.

¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
Estamparé mis besos sin descanso
Por tu cuerpo pulido como el cobre.

Para ahogar mis sollozos apagados,
Sólo preciso tu profundo lecho;
El poderoso olvido habita entre tus labios
Y fluye de tus besos al Leteo.

Mi destino, desde ahora mi delicia,
Como un predestinado seguiré;
Condenado inocente mártir dócil
Cuyo fervor se acrece en el suplicio.

Para ahogar mi rencor, apuraré
El nepentes y la cicuta amada,
Del pezón delicioso que corona este seno
El cual nunca contuvo un corazón.







El veneno


Revestir sabe el vino los más sórdidos antros
        De un milagroso lujo,
Y hace surgir más de un pórtico fabuloso
        Entre el oro de su rojo vapor,
Como el sol que se pone en un cielo nublado.

Agranda el opio aquello que no tolera límites,
        Lo ilimitado alarga,
El tiempo profundiza, los deleites ahonda,
       Y de placer triste y oscuro,
Anega y colma al alma rebasada.

Mas todo eso no vale el veneno que fluye
        De tus ojos, de tus verdes ojos,
Lagos donde mi alma tiembla y se ve invertida...
        Llegan mis sueños en tropel
Para abrevar en esos dos abismos amargos.

Mas todo eso no vale el prodigio terrible
        De tu mordiente saliva,
Que sume en el olvido a mi alma impenitente
        Y, el vértigo arrastrando,
La trae desfallecida a orillas de la muerte.







El muerto jubiloso


En una tierra grasa, de babosas repleta,
cavar yo mismo quiero una fosa profunda,
Donde a gusto mis viejos huesos pueda instalar,
Y dormir olvidado como escualo en las olas.

Odio los testamentos como las tumbas odio;
Antes que mendigar una lágrima al mundo,
Mejor quisiera yo invitar a los cuervos
A mondar hasta el fin mis despreciables huesos.

¡Ciegos, sordos gusanos, oscuros compañeros!
Un muerto alegre y libre, hacia vosotros marcha;
Filósofos procaces, hijos de la carroña,
Id sin remordimiento a través de mi ruina,
Y decidme si existe una tortura aún
Para un cuerpo vacío y muerto entre los muertos.




Charles Baudelaire. "Las Flores del Mal". 1992, Alianza Editorial.


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