Frente al silencio.

Frente al silencio.

viernes, 15 de abril de 2016

Charles Baudelaire (II)




88. Spleen


Yo soy como el monarca de un lluvioso país,
Rico, mas impotente, joven, pero decrépito,
Que despreciando halagos de sus educadores,
Se aburre con sus perros y animales domésticos,
Nada puede alegrarlo, ni batidas, ni halcones,
Ni ese pueblo que muere al pie de su balcón,
La grotesca balada del bufón favorito
Ya no distrae la frente del enfermo cruel;
Su blasonado lecho, en tumba se convierte,
Y las damas, que a todo príncipe hallan hermoso,
No aciertan a encontrar el impúdico adorno
Que obtenga una sonrisa del joven esqueleto.
El sabio que fabrica su oro, nunca pudo
Extirpar el humor que corrompe su ser,
Y los baños de sangre de la época romana,
Que usan los poderosos en sus enfermedades,
No han podido entibiar a ese torpe cadáver,
Por cuyas venas corre verde agua del Leteo.








101. Lo irremediable

II

¡Sombrío diálogo de un alma
Convertida en propio espejo!
Pozo de Verdad, claro y negro
Donde tiembla una lívida estrella,

Un faro infernal e irónico,
Hachón de gracias satánicas,
Lenitivo o gloria únicos,
¡Conciencia en el mal sumida!







110. Recogimiento

Sé sabia, Pena mía y permanece en calma.
Reclamabas la Noche; ya desciende, hela aquí:
Envuelve a la ciudad una atmósfera oscura
A unos la paz trayendo y a los más la zozobra.

Mientras que la gran masa de los viles mortales,
Del placer bajo el látigo, ese verdugo impávido,
Cosecha sinsabores en la fiesta servil,
Ofréceme tu mano, Pena mía, ven aquí

Lejos de ellos. Mira balancearse los años transcurridos
Con vestidos ridículos, sobre las balaustradas
Del cielo; la nostalgia burlona ya emerge de las aguas;

Descansa bajo un arco el moribundo sol
Y, tal enorme sudario rezagado, hacia Oriente,
Oye, querida, oye cómo avanza la Noche.









134. Las dos buenas hermanas


Libertinaje y Muerte, son dos buenas muchachas,
Pródigas de sus besos y ricas en salud
Cuyo virginal flanco, que los harapos cubren,
Bajo la eterna siembra jamás fructificó.

Al poeta siniestro, tara de familias,
Válido del infierno, cortesano sin paga,
Entre sus recovecos, muestran tumba y burdel,
Un lecho que jamás la inquietud frecuentó

Y la caja y la alcoba, en fecundas blasfemias,
Por turno nos ofrecen, como buenas hermanas,
Placeres espantosos y dulzuras horrendas.

Licencia inmunda ¿cuándo por fin me enterrarás?
¿Cuándo llegarás, Muerte, su émula fascinante,
Al injertar tus cipreses en sus mirtos infectos?






VIII


¡Oh Muerte, capitana, ya es tiempo! ¡Leva el ancla!
Nos hastía este país, ¡Oh Muerte, aparejemos!
Si negros como tinta son el cielo y el mar,
Ya nuestros corazones están llenos de luz.

¡Derrama tu veneno y que él nos reconforte!
Deseamos, tanto puede la lumbre que nos quema,
Caer en el abismo, Cielo, Infierno ¿qué importa?
Al fondo de lo ignoto, para encontrar lo nuevo.







Charles Baudelaire. "Las Flores del Mal". 1992, Alianza Editorial.



No hay comentarios: