Fragmentos:
Le
preguntó a Joyce si conocía el Club de Roma. Joyce admitió que no.
Él le explicó que el Club de Roma (a uno de cuyos miembros había
invitado a Macalester para dar una charla hacía dos años) se
dedicaba a explorar los límites del crecimiento. La teoría
económica dominante, tanto la marxista como la del libre mercado,
dijo Walter, daba por supuesto que el crecimiento económico era
siempre algo positivo. Un índice de crecimiento del PIB del uno o
dos por ciento se consideraba moderado, y un crecimiento demográfico
del uno por ciento se consideraba deseable, y sin embargo, si se
combinan estos índices a lo largo de un período de cien años, las
cifras resultantes eran calamitosas: una población mundial de
dieciocho mil millones y un consumo energético mundial diez veces
superior al de hoy en día. Y pasados otros cien años con un
crecimiento sostenido...en fin, las cifras eran sencillamente
inconcebibles. Así que el Club de Roma buscaba formas más
racionales y humanas de frenar el crecimiento en lugar de destruir el
planeta sin más y propiciar que todo el mundo muriera de hambre o se
matara entre sí.
***
Él
asintió y comió, y ella se vio como una persona que se abstraía en
fantasías esencialmente desconectadas de la realidad. Fue al cuarto
de baño y se sentó en la tapa cerrada del inodoro, con el corazón
acelerado, hasta que oyó a Richard salir y empezar a manipular
tablones. Existe una tristeza peligrosa en los primeros sonidos del
trabajo de una persona por la mañana; es como si la quietud
experimentara dolor al verse interrumpida. El primer minuto de la
jornada laboral recuerda todos los demás minutos de que se compone el día, y nunca es bueno pensar en los minutos como unidades
individuales. Sólo cuando otros minutos se han sumado al primer
minuto desnudo y solitario el día pasa a estar más sólidamente
integrado en su diurnidad. Patty, antes de salir del cuarto de baño,
esperó a que eso sucediera.
***
Aunque
no tenía mucha importancia, era verdad que katz estaba sin blanca.
Los ingresos y los gastos habían cuadrado más o menos durante el
año y medio de giras del grupo; siempre que corría riesgo de
superávit, aumentaba la categoría de los hoteles y pagaba rondas
para todos en bares llenos de fans y desconocidos. Aunque Lago Sin
Nombre y el recién avivado interés de los consumidores por las
viejas grabaciones de los Traumatics le habían proporcionado más
dinero que sus veinte años anteriores de trabajo total, se las había
ingeniado para dilapidar hasta el último centavo en su afán por
reubicar la identidad que había colocado donde no debía. Los
sucesos más traumáticos acaecidos al eterno lider de los Traumatics
habían sido 1) recibir una nominación a los Grammy, 2) oír su
música en Radio Pública Nacional, y 3) deducir, a partir de las
cifras de ventas de diciembre, que Lago Sin Nombre había
constituido el regalito de Navidad ideal para dejar al pie del árbol
primorosamente adornado en varios centenares de miles de casas de
oyentes de la RPN. El bochorno por la nominación a los Grammy le
había causado especial desorientación.
***
―Ahora
bien, el verdadero problema ―intervino
Katz―
es el capitalismo de libre mercado. ¿Verdad? A menos que habléis de
ilegalizar la reproducción, vuestro problema no son las libertades
civiles. La verdadera razón por la que os falta gancho cultural en
el asunto de la superpoblación es que hablar de menos niños implica
hablar de límites al crecimiento. ¿Verdad? Y el crecimiento no es
precisamente una cuestión secundaria en la ideología del mercado
libre. Es la esencia misma. ¿Verdad? En la teoría económica del
libre mercado, hay que dejar fuera de la ecuación cosas como el
medio ambiente. ¿Cómo era esa palabra que tanto te gustaba?
¿Externalidades?
―Ésa
es la palabra, exacto ―confirmó
Walter.
―No
creo que la teoría haya cambiado mucho desde nuestros tiempos
universitarios. La teoría es que no hay ninguna teoría. ¿Verdad?
El capitalismo no admite hablar de límites, porque el capitalismo en
sí consiste en el crecimiento incesante del capital. Si uno quiere
hacerse oír en los medios capitalistas, y comunicarse en la cultura
capitalista, no puede presentar la superpoblación como algo
negativo. Es todo lo contrario. Y he ahí vuestro verdadero problema.
―En
ese caso tal vez debamos tirar la toalla ―dijo
Jessica irónicamente―.
Puesto que no hay nada que hacer.
―El
problema no me lo he inventado yo ―replicó
Kanz―.
Yo no hago más que señalarlo.
―Conocemos
el problema ―intervino
Lalitha―.
Pero somos una organización pragmática. No pretendemos derrocar
todo el sistema, sólo mitigarlo. Pretendemos contribuir a que el
debate cultural se ponga a la altura de la crisis, antes de que sea
demasiado tarde. Queremos conseguir con la demografía lo mismo que
Gore con el cambio climático. Tenemos un millón de dólares en
efectivo, y ahora mismo podemos tomar medidas muy prácticas.
―A
mí ya me parecía bien derrocar el sistema entero, la verdad ―dijo
Katz ―.
Pare eso firmo ahora mismo.
―En
este país no puede derrocarse el sistema ―contestó
Walter―
por una cuestión de libertad.(...)
Jonathan
Franzen. “Libertad”. 2011, Ediciones Salamandra.
2 comentarios:
Franzen, un grande
Sí, comparto tu opinión.
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