AULLIDO
II
¿QUÉ
esfinge de cemento y aluminio abrió sus crá-
neos
y sorbió sus cerebros y su imaginación?
¡Moloch!
¡Soledad! ¡Porquería! ¡Fealdad! ¡Cubos de
basura
e inasequibles dólares! ¡Niños chillando bajo
las
escaleras! ¡Muchachos sollozando en los ejércitos!
¡Viejos
llorando en los parques!
¡Moloch!
¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin
amor!
¡Moloch mental!
¡Moloch,
el pesado juez de los hombres!
¡Moloch,
la incompresible prisión! ¡Moloch, la cárcel
de
canillas cruzadas y sin alma, el Congreso de las
penas!
¡Moloch, cuyos edificios son sentencias!
¡Moloch,
la vasta piedra de la guerra! ¡Moloch, los atur-
didos
Gobiernos!
¡Moloch,
cuya mente es pura maquinaria! ¡Moloch, cuya
sangre
es moneda corriente! ¡Moloch, cuyos dedos
son
diez ejércitos! ¡Moloch, cuyo pecho es una dí-
namo
caníbal! ¡Moloch, cuyo oído es una tumba
humeante!
¡Moloch,
cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch,
cuyos
rascacielos se levantan en las largas calles como
interminables
Jehovás! ¡Moloch, cuyas fábricas sue-
ñan
y gruñen en la niebla! ¡Moloch, cuyas humaredas
y
antenas coronan las ciudades!
¡Moloch,
cuyo amor es aceite y piedra infinitos! ¡Mo-
loch,
cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch,
cuya
pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch, cuyo
destino
es una nube de hidrógeno sin sexo! ¡Moloch,
cuyo
nombre es la mente!
¡Moloch,
sobre el cual estoy sentado solo! ¡Moloch, den-
tro
del cual sueño ángeles! ¡Loco en Moloch! ¡La-
metraseros
en Moloch! ¡Sin amor y sin hombría en
Moloch!
¡Moloch,
que entró en mi alma temprano! ¡Moloch, en
quien
yo soy una conciencia sin cuerpo! ¡Moloch, que
me
asustó en medio de mi éxtasis natural! ¡Moloch,
a
quien abandono! ¡Despierta en Moloch! ¡Luz ma-
nando
del cielo!
¡Moloch!
¡Moloch! ¡Departamentos-robot! ¡Invisibles
suburbios!
¡Tesorerías de esqueletos! ¡Ciegos capita-
les!
¡Demoníacas industrias! ¡Espectrales naciones!
¡Invencibles
manicomios! ¡Penas de granito! ¡Bom-
bas
monstruosas!
¡Se
deslomaron levantando a Moloch hasta el Cielo! ¡Pa-
vimentos,
árboles, radios, toneladas , levantando la ciu-
dad
hasta el Cielo que existe y nos rodea por todas
partes!
¡Visiones!
¡Presagios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Todo
cae
en ríos norteamericano!
¡Sueños!
¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! ¡Religiones!
¡Toda la barcada de sensitivas boñigas de toro!
¡Avances
sobre el río! ¡Tragos y crucifixiones, se los
llevó
la corriente! ¡Borracheras! ¡Epifanías! ¡Deses-
peraciones!
¡Diez años de chillidos animales y suici-
dios!
¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Generación loca!
¡Se
precipitan sobre las rocas del Tiempo!
¡Verdadera
risa sagrada en el río! ¡Lo vieron todos!
¡Los
salvajes ojos! ¡Los sagrados alaridos! ¡Se despi-
dieron!
¡Saltaron por el tejado hacia la soledad, agi-
tando
las manos, llevando flores, hacia el río, en la
calle!
San
Francisco, 1955-56
Agustí Bartra. “Antología de la poesía norteamericana”. 1974, Plaza & Janes.
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