LAS
LÍNEAS DE LA MANO
De
una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la
plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir
que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro,
entra en una lámina que reproduce un cuadro de Bourches, dibuja la
espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la
habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos
hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero
con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado
en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón
cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de
las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí
(pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a
bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de
la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor
y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la
sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el
chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo
se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante
empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.
Julio
Cortázar. “Manual de Cronopios”. 1992, Ediciones de la Torre.
2 comentarios:
"Instrucciones para cantar"
Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese. Cante una sola nota, escuche por dentro. Si oye (pero esto ocurrirá mucho después) algo como un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor de pan un tacto de dedos, una sombra de caballo.
Después compre solfeos y un frac, y por favor no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.
Saludo enorme, hasta allá.
Muchas gracias, Luna.
Besote grande de vuelta.
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