INSOMNIO
No
me deja dormir el ruido que hacen los astros al girar
constantemente.
No
me deja dormir el ruido que hacen los desiertos del
mundo
al extenderse.
No
me deja dormir el ruido que hace al inclinarse la
Torre
de Pisa.
No
me deja dormir el ruido que hacen las palomas al
destruir
las catedrales góticas.
No
me deja dormir el ruido que hacen los cuerpos que
se
están amando ahora.
No
me deja dormir el ruido que hace el tiempo al
caminar,
arrastrando cadenas que están hechas con sueños
de
los que ya se han dormido.
UN
PLIEGUE DEL PASADO
El
talco de la luna se borraba en los rincones
y
de repente se escuchó la voz
de
la portera al despuntar el alba.
El
agua dentro de las cañerías
tosía
con violencia, como un viejo con asma.
Nos
miramos, sonreíste
con
la elocuencia de lo inexpresable.
Te
quiero, dije, pero ¿quién
no
ha dicho alguna vez te quiero
cuando
en el fondo quiso
decir
qué hermosa estás?
Después,
en la autopista
los
chopos parecían agujas vegetales que hilvanaban
un
sueño muy fugaz de noche rota.
Cuando
trascurra el tiempo
recordaré
fragmentos de ese sueño
deshechos
en la bruma de otro otoño.
Tal
vez entonces se abran
en
mi interior reproches que ahogaré,
con
gesto displicente,
siguiendo
calle arriba más aprisa.
La
amargura, si llega a cobrar fuerza,
acaso
me devuelva algo de ti,
un
detalle banal, aquel lunar, un gesto sólo,
que
se había escondido —sin
que lo recordara—
en
un pliegue sombrío
de
ese pasado que, en defensa propia,
ya
has olvidado minuciosamente.
EL
VIAJERO
Allí
de donde vengo nadie me retenía.
Sé
que nadie me espera donde voy.
Por
la ventana quietos desfilan los paisajes.
Sería
hermoso no llegar a ningún sitio.
Permanecer
así:
viajando
de un lugar que ya no existe
a
otro que nunca existirá.
UNA
MANERA DE MUERTE NATURAL
Otra
vez he pensado en el suicidio
como
quienes se entregan después de mucho tiempo
a
un vicio que les han prohibido
por
prescripción facultativa.
Otra
vez he pensado en el suicidio,
no
como solución: como venganza
contra
ese porvenir cuyos latidos
golpean
mi sienes
con
el puño cerrado del insomnio.
Otra
vez he pensado en el suicidio
porque
vivir se ha ido convirtiendo
en
la costumbre enferma de añorar
paraísos
cerrados para siempre.
¿Dónde
recuperar a estas alturas
toda
esa vida que gastamos
precisamente
en no vivirla,
toda
esa vida cuya culpa pesa
sobre
estas noches entregadas al deseo
impotente
de dormir?
Otra
vez he pensado en el suicidio:
la
muerte natural de los insomnes.
No
como solución: para vengar
esa
vida mejor que hemos perdido.
TELEGRAMA
DEL INSOMNE
Tres
de la madrugada. Sevilla.
Treinta
y seis grados. No puedo dormir.
Escucho
derretirse el porvenir.
El
insomnio es una pesadilla.
Juan
Bonilla. “Partes de Guerra”. 1998, Pre-textos, poesía.
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