1º Secuencia
Etapa
muda
SALIDA
DE LOS OBREROS DE LA FÁBRICA
Una
fotografía en blanco y negro
en
un ajado álbum de familia
genera
una violenta panorámica
hacía
el pasado, que desemboca
en
este plano fijo de la memoria:
obreros
saliendo de una fábrica,
obreros
con caras sucias y almas
hipotecadas,
hombres y mujeres
vestidos
de azul, que saben lo que es
el
sudor en el frente de la vida,
y
entre ellos, mi madre, rostro anónimo
que
regresa a su hogar, con el pan
bajo
el brazo y un adiós en el pecho.
VIDA
DE PERRO
Qué
arduo empeño
el
ser feliz en esta
vida
de perros.
2º
Secuencia
Etapa
Sonora (I)
SOLO
ANTE EL PELIGRO
El
tiempo ha dictado su sentencia,
las
manecillas del reloj avanzan
deshaciendo
lo poco que te queda
de
vida,
y
en este angustioso compás
de
espera de nada sirven los ánimos,
ni
las palabras de amor, palabras,
estás
solo y ésta es la única verdad,
viene
la muerte, tan jodiendo,
y
te hallas asustado, pero no
agradecido,
pues tu vida acaba,
y
tu vivir se desordena para
siempre.
3º
Secuencia
Etapa
sonora (II)
CINEMA
PARADISO
“Es
curioso que los colores del mundo real sólo
parecen
verdaderos cuando los vemos en una pantalla”
Stanley
Kubrick
Yo amaba la cabina
del cine Avenida,
desde allí mi padre proyectaba
en la blanca e inmaculada
pantalla
de la infancia nuestra auténtica
vida,
sí, porque nosotros, mi hermano
y yo,
entrábamos gratis todas las
noches,
deseando ver esos fogonazos
iniciales que anunciaban una
nueva aventura por vivir,
y unas veces nuestra vida era un
drama
con un esperado final feliz,
otras era una comedia o un
western
o puro cine negro o de suspense,
y temblábamos de miedo con esas
pelis en las que Christopher Lee
se le encendían los ojos de
rojo,
pero era un miedo distinto a ese
otro
que uno sentía al salir a la
calle
y veía cómo los argumentos
se desbarataban en esa suerte
de fotogramas anodinos
que constituían el más allá
de la pantalla, ese sucedáneo
que todos llamaban realidad,
y que para nosotros era,
allá en los primeros años
setenta,
en un pequeño pueblo de
provincia,
un infierno triste y
descolorido.
Así que cuando accedíamos
a nuestra butaca y mirábamos
hacía atrás, hacía arriba,
hacía el cielo,
a esa cabina en la que nuestro
padre
era Dios, aunque después fuera
nadie,
y, sin saberlo, nos alentaba,
pensábamos que eso era nuestra
vida,
que todo lo demás no era sino
tomas falsas y cualquier
parecido
con las ficciones, pura
coincidencia.
Joaquín Piqueras. “TOMAS
FALSAS (V.O)”. 2010, Poesía Las Palmas de Gran Canaria.
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