Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 30 de mayo de 2017

Fermín López Costero



UNA HISTORIA DE AMOR


Para Isabel Baílez


      La vi desde el patrulla, nada más comenzar a dar vueltas. Tenía el pelo largo y de color castaño, una mirada de lo más sugerente y conducía un espectacular descapotable de color rosa, parecido al de Penélope Glamour. De repente, sentí que me había enamorado. La seguí de manera instintiva y peligrosa, casi sin apartar la vista de su melena y sin prestar atención a las circunstancias del tráfico. De vez en cuando, ella giraba la cabeza y me sonreía, consciente, tal vez, de los estragos que estaba provocando en mí. Luego, cuando dejó el deportivo y se subió a un pequeño autobús, rápidamente eché mano de una motocicleta y continué con la persecución. ¡Lo que hubiera dado en aquel momento por llevarla conmigo al fin del mundo, por sentir su pecho pegado a mi espalda y sus brazos suaves aferrados a mi cintura...! Pero, cuando más entusiasmado estaba, el sueño se desvaneció. Después de abandonar el autobús, ella se introdujo en un platillo volante y yo, enfurruñado, tuve que bajar del tiovivo porque, según mis padres, era hora de irse a casa. Nunca más volví a verla.






TIMIDEZ


      Mi hijo Sam insiste en casarse con la hija mayor de los Henderson. No se da cuenta de que ahora ya es tarde, de que la hija mayor de los Henderson está muerta. De que todos, incluido él, estamos muertos.
      Mi hijo Sam se pasó toda la vida amando en secreto a esa muchacha, sin atreverse jamás a manifestarle sus sentimientos. Lo mismo que hizo ella...
      Lo hemos sabido ahora, cuando ya no hay remedio. Cuando nuestras vidas no son más que exiguos rescoldos a punto de apagarse para siempre en la memoria de los vivos.






VIDA CONTEMPLATIVA


      Nuestra anciana y reverenda madre superiora expiró poco antes de los laudes. Sin embargo, su ojo de cristal sigue vivo, controlando, como siempre, todos los movimientos de la comunidad.









APOSTILLA A LA LEGENDA AUREA 
DE JACOBO DELLA VORAGINE



      El conductor del camión de reparto, agotado tras una larga jornada laboral, no trazó bien la curva y el vehículo, después de precipitarse por el viaducto, acabó sumergido en el fondo del pantano.
      Bajo las aguas y atrapado en la cabina, el desesperado chófer era incapaz de abrir las puertas o de romper las lunas. Entonces asistió atónito a la manifestación corpórea de San Cristóbal de Licia patrón, hasta 1969, de los conductores en la mitología católica en el asiento contiguo.
      ―¡Gracias a Dios! ¡San Cristóbal, sácame pronto de aquí, antes de que se agote el oxígeno o el agua acabe por inundar totalmente la cabina.
     Pero el santo, circunspecto, se limitó a responder:
      ―Lo siento, hijo; desde que el Vaticano declaró apócrifo mi ministerio, despreciando la Leyenda Aúrea, ahora lo único que puedo hacer por ti, en este momento tan peliagudo, es reconfortarte y darte mi bendición tan poco canónica como eficaz.
      Hecho lo cual, desapareció.






Fermín López Costero. “Teatro de sombras”. 2016, Editorial Nazarí.




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