Frente al silencio.

Frente al silencio.

lunes, 1 de mayo de 2017

Eloy Sánchez Rosillo





VISIÓN EN LA MAÑANA


Después de muchos años,
pasé en un autobús hoy por la puerta
de mi casa de niño, mientras iba
a algún otro lugar de la ciudad.
La casa sigue en pie, con su aspecto de entonces,
aunque desvencijada y ya sin nadie.
Unos momentos sólo
tuve para mirarla, y entreví
a mi madre que, aún joven, salía sonriente
de ese portal, conmigo de la mano,
hacia un día del mundo.
El sol de la mañana cayó sobre nosotros
y luego nos borramos en la luz.





UN GRAN SILENCIO


Hay después del poema un gran silencio,
pero no de final, de algo que acaba,
sino un silencio vivo, como de bosque o de templo.





AQUELLOS AÑOS


Olor de aquellos años de mi infancia,
olor en blanco y negro,
que a mí no me impedía respirar lo absoluto.
Impregnaba de un modo la ciudad
que está dentro de mí y no acierto a decirlo.
Era un olor, no sé, pequeño y provinciano,
de oficios muy antiguos, de talleres oscuros.
Estaba todo entonces un poco viejo y roto,
manga por hombro y desgastado por la vida.
Lo único que olía siempre a nuevo
era la luz del sol cada mañana.
Al caer en mi barrio redimía sus calles
y tocaba las cosas a fondo, una por una,
con dulzura y piedad.









SIN EDAD


en este cuerpo mío que envejece
habita el hombre sin edad que soy.
Cuánta melancolía. Y cuánta dicha.
No sabría decir si, de las dos,
una descuella, pues ninguna acaso
quiere imponerse: se entrelazan ambas
en un sentir más hondo y sin origen.
Los años han caído uno tras otro
o de golpe tal vez sobre mi espalda,
pero no sobre mí, que estoy a salvo
en el ser interior que me sustenta.
Miro la noche cálida y silente,
cuajada de luceros que rebullen
allí arriba, remotos, y transforman
en luz también, en lumbre de sosiego,
cuanto se acoge a sus rediles altos.
Noche, noche secreta, noche oculta.
¿Tan secreta? Sí, hermética, enclaustrada
en su abrirse ante todos, en su darse.
Quien en mí la contempla no soy yo
que ando perdido en mis meditaciones
y no sé cómo estoy balbuceándola;
es el de siempre y el de nunca, ese
que fue muchacho y hombre adulto y ahora
atisba ya el declive, sin edad,
alguien que está en el mundo y que lo canta
desde un asombro sucesivo y quieto.





ANDANDO EN LA MAÑANA


¿Me encuentro aún en la vida o dónde estoy
esta mañana que no acaba nunca?
Cae la luz en mi edad, sobre mis años
y mi cabeza cana. ¿No me veis?
Voy por el campo, y en algún camino
me crucé hace un momento al niño aquel
que me miró y sabía. Y esa casa
que refulge de cal allí, a lo lejos,
entre encinas y almendros, ¿no es la misma
que una vez tuve y desde entonces siempre
en cierto modo habito? Sí, mirad.
El sol todo lo enciende; canta un pájaro
y sostiene lo eterno con sus trinos.






Eloy Sánchez Rosillo. “Quién lo diría”. 2015, Tusquets editores.



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