PROSAS
EVANGÉLICAS
En
Samaría, muchos manifestaron su fe en él. Él no los vio. Samaria
[se enorgullecía] la advenediza, la pérfida, la egoísta, más
rígida cumplidora de su ley protestante que Judea de las tablas
antiguas. Allí, la riqueza universal permitía muy poca discusión
ilustrada. El sofisma, esclavo y soldado de la rutina, ya había
degollado, tras llenarlos de halagos, a diversos profetas.
Eran
palabras siniestras las de la mujer en la fuente:
<<Sois
profeta, y sabéis lo que he hecho.>>
Hombres
y mujeres creían en los profetas. Ahora se cree en el hombre de
estado.
A
dos pasos de la ciudad extranjera, incapaz de amenazarla
materialmente, se había comportado como profeta, y puesto que se
había mostrado allí de forma tan extraña. ¿qué habría hecho?
Jesús
no pudo decir nada en Samaría.
UNA
TEMPORADA EN EL INFIERNO
Antaño,
si no recuerdo mal, mi vida era un festín en el que todos los
corazones se abrían, en el que corrían todos los vinos.
Una
noche senté a la Belleza en mis rodillas. ―Y
la encontré amarga. ―Y
la injurié.
Me
he armado contra la justicia.
He
huido. ¡Oh brujas, miseria y odios, a vosotros ha sido confiado mi
tesoro!
Logré
que en mi espíritu se desvaneciera toda esperanza humana. Sobre toda
alegría, para estrangularla, he dado el sordo salto de la bestia
feroz.
He
llamado a los verdugos para morder, mientras perecía, la culata de
sus fusiles. He invocado a las pestes, para ahogarme con la arena, la
sangre. La desgracia ha sido mi dios. Me he revolcado en el barro. Me
he sacado al aire del crimen. Y le he hecho buenas jugadas a la
locura.
La
primavera me ha traído la espantosa risa del idiota.
Pues
bien, muy recientemente, encontrándome a punto de hacer el último
¡cuac!,
he pensado en buscar la llave del antiguo festín, en el que quizá
recuperase el apetito.
La
caridad es esa llave. ―Esta
inspiración prueba que he soñado!
<<Seguirás
siendo hiena, etc...>>, exclama el demonio que me coronó con
tan amables adormideras. <<Llega a la muerte con todos tus
apetitos, no sólo con tu egoísmo, sino con todos tus pecados
capitales.>>
¡Ah!
Ya estoy harto de todo esto: ―¡Pero
yo te conjuro, querido Satán, con una pupila menos irritada! Y
mientras aguardo las últimas pequeñas cobardías, separo para ti,
que amas en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o
instructivas, algunas de estas repugnantes hojas de mi carnet de
condenado.
ALBA
He
abrazado al alba del verano.
Nada
se movía aún en la fachada de los palacios. El agua estaba muerta.
Los campos de sombra no abandonaban el camino del bosque. Reanimé,
mientras caminaba, los alimentos vivos y tibios, y las pedrería
miraron y las olas se alzaron en silencio.
La
primera conquista, en el sendero invadido ya por frescos y pálidos
brillos, fue una flor que me dijo su nombre.
Reí
a la rubia cascada que se desmelenó por entre los pinos: en la cima
plateada reconocí a la diosa.
Entonces
levanté los velos uno a uno. En la alameda. Mientras movía los
brazos agitadamente. En la llanura, donde denuncié al gallo. En la
gran ciudad ella huía entre los campanarios y las cúpulas y,
corriendo como un mendigo por los muelles de mármol, le daba caza.
En
lo alto del camino, cerca de un bosque de laureles, la rodeé con sus
velos amontonados, y pude sentir levemente su inmenso cuerpo. Alba y
niño cayeron en el fondo del bosque.
Al
despertar era mediodía.
Arthur
Rimbaud. “Prosa completa”.1991, Ediciones Cátedra.
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