DEDICATORIAS
DE NOCHEVIEJA
Dedico
este último poema de nochevieja a los vagabundos
de
todas las ciudades de la tierra, a los niños, a los viejos, a los
perros,
a los locos, a los pájaros, a los tuertos, a los
tartamudos,
a los torpes, a los tontos, a los que no saben ir en
bicicleta,
a los que no hablan ninguna lengua, ni siquiera la
suya,
como yo. Dedico este poema a Kafka, a Lenin y a
Jesucristo.
Y a la ciudad de Trieste y a la ciudad de Tesalónica
porque
la <<te>> es una letra mística. Dedico este poema a mi
perro,
rey de reyes. Dedico este poema a los autobuses
números
20 y 23, en donde pasé buena parte del año. Dedico
este
poema a los mares podridos, a los ríos podridos, a los
árboles
podridos. Dedico este poema a los vinos del
Somontano
y a la uva garnacha, negra y dura. Y a los negros,
a
todos los negros, y a los chinos, y a Extremadura, y a Lou
Reed.
Y a MacDonald´s por ser tan barato, y porque he sido
feliz
allí. Y a la selección de colonias de caballero del Corte
Inglés,
por tener tantas y dejarme probarlas todas. Y a los
relojes
Longines, y al modelo Avigation, porque es el que
llevo
ahora mismo en la muñeca y es muy hermoso. A la vida,
infinita
y absurda. A la vida, finita y absurda. A la vida,
absurda
y sensata. Dedico este poema a John Fitzgerald
Kennedy
y a Walt Whitman y a Jorge Manrique. Dedico este
poema
a todos los que soñaron ser escritores y se quedaron en
poema.
Dedico este poema a Miguel de Cervantes, que se
murió
sin saberse Cervantes. Y a Rocinante, que cabalgó con
la
locura encima. Dedico este poema a las mujeres enlutadas,
hermosas,
muertas.
ODA
A MARTE
Veo
fotos de Marte en internet. Y me pongo a llorar.
Marte
me recuerda a mi infancia, cuando miraba al cielo en
las
noches estrelladas y sentía que la vida sólo era futuro.
Quizá
Marte sea el futuro. Yo creo haber estado en Marte,
haber
cogido alguna de esas piedras marcianas y haberla
arrojado
contra el cielo. No me es desconocido Marte. Marte
me
devuelve la fe en la vida, en mi vida. Es una prueba de que
existen
la grandeza y el silencio. Grandes avenidas de Marte,
con
sus rascacielos de frío. Marte muerto porque nadie lo
contempla,
pero tan vivo en esa muerte. Porque los hombres
no
contemplan simplemente, sino que devoran. Así que es
mejor,
querido Marte, que hagas lo posible por alejarte unas
cuantas
órbitas de nosotros, o te invadiremos. Y lo que hoy
es
silencio y pesadilla del no-ser, a lo mejor se convierte en
New
Marte, en ciudades con casinos, en autopistas, en
aeropuertos,
en hoteles, en centros comerciales, en rascacielos,
en
casas de pisos, en subterráneos heladores, en cementerios,
en
pistas de tenis, en piscinas cubiertas, en campos de golf, en
basureros
florecientes, en naves industriales, en fábricas, en
zoos,
en cárceles. Oh, Marte, llévame contigo ahora que
todavía
no hay nadie en ti, déjame pasear por tu cuerpo sin
caminos,
déjame volver a la tierra antes del mundo, a la tierra
quinientos
mil años antes de Cristo. Pisar Madrid entonces.
Pisar
Nueva York entonces. Pisar París entonces. Pisar el
viento.
Las cuevas. Las colinas. Las piedras. Marte, te quiero.
Cásate
conmigo, yo también soy un ángel que vaga en este
cosmos
enamorado. Marte, amado mío, lárgate de aquí.
Lárgate,
tío, ahí tan cerca peligras.
MUJERES
No
las ves que están agotadas, que no se tienen en pie,
que
son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las
ciudades.
Con el matrimonio, con la maternidad, con la
viudedad,
con los golpes, ellas cargan con este mundo, con
este
sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso
de
vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables,
con
novios intratables, con padres en coma, con hijos
suspendidos.
Fuman más que los hombres. Tienen cánceres
de
pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen
cremas,
son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y
bragas
finas y peinados y maquillajes y zapatos que torturan.
Pero
envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos,
como
mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie
se
acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada
de
ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo.
Esperan
a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas
partes.
Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios
de
luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En
muchos
países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro
las
maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan
en
casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o en las
panaderías
o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué
piensan
cuando mueren a manos de los hombres.
AUTOPISTA
DE SAN SEBASTIÁN
Manuel
Vilas se duchó gastando un bote entero de jabón
muy
caro y al rato ya estaba en la Autopista de San Sebastián,
conduciendo
y gritando, oliendo a jabón por todo su cuerpo
y
percibiendo ese olor cada milésima de segundo, en una
consciencia
ensanchada que le arañaba la piel negra,
conduciendo
y gritando; a las dos horas ya estaba en S.S., y
ni
siquiera entró en S.S, de repente ya estaba regresando
hacia
Zaragoza, conduciendo y gritando. Pero a los treinta
kilómetros
sintió el deseo de volver a ver el mar. <<El puto mar>>,
gritó
Manuel Vilas, hablando siempre mal, insultándolo todo,
por
culpa del odio, por culpa de El final de los tiempos
avanzando
hacia nosotros. Y a los quince minutos estaba con
los
pies en el agua. Y miró al cielo y dijo <<mátame si sabes,
oh,
soy
inmortal, oh, soy el puto Wordsworth, el del preludio>> y
Manuel
Vilas rió y estuvo riendo toda la tarde hasta que
decidió
volver a Zaragoza, pero no quiso regresar en el último
momento,
y pensó conducir hasta Málaga, quería beberse
una
botella de Málaga Virgen en algún bar del extrarradio
malagueño,
pensó en las autopistas, que le llamaban (ven ven
ven
hijodeputa gracioso Wordsworth ven ven te daremos un
preludio
inolvidable ven ven te enseñaremos el avance
glorioso
del final de los tiempos comiéndoselo todo), y ese dolor
en
el corazón de repente apareció otra vez, y desde el móvil
llamó
a su padre hola papá estás bien no lo sé, creo que no,
creo
que no estoy bien; dónde estás, ah, estoy trabajando
mucho,
ganando mucho, mucho, mucho dinero, ah, tanto
dinero,
dame un poco hijo si te sobra, oh, papá, no es tan
fácil.
No es tan fácil, tengo que matar a mucha gente todavía,
no
digas disparates, bueno, fantasmas, matar fantasmas,
matar
el gigantesco deseo que tu sangre condujo a la mía; ah,
estás
como siempre, muérete. Eres un verdadero hijo de puta,
un
loco, un maldito chiflado, y muerde el aire, muérdelo.
Nada
me sacia. Cuelga. Cuelga. Cuelga. Nadé en ese mar
estúpido de S.S. Cúrame las heridas, aráñame pero ese mar
era
una maricona, no me tocó. Manuel Vilas viaja por las
autopistas.
No duerme porque ya no duerme, de modo que
se
pasa diez horas al volante como una máquina, la gran
máquina
de la soledad, y es feliz, rigurosamente feliz, porque
come
el aire de su coche y el hierro de las vísceras de su coche,
de
las vísceras de su coche; y llegó a Málaga y se fue de
Málaga,
estuvo en Málaga y bebió Málaga Virgen hasta que
no
pudo más, y pensó, pensó que le gustaría estar en Oporto
frente
al Atlántico, quemado. Y volvió a Zaragoza, oh, y ya no
se
detiene ni para comer. Ni come ni duerme. Sólo pone
gasolina.
Ojos rojos contra el gasolinero. Estoy cruzando la
tierra,
le dice al gasolinero. El final de los tiempos viene a por
nosotros,
vuelve a decir. Estoy ardiendo. Mira qué fiebre. Esta
adoración
de la vida, esto, este hierro duro en la garganta,
esta
sed. Esta adoración, ponme gasolina a mí también. Y
abría
la boca, una boca gigantesca.
HU-4091-LAdiós, hermano mío, la grúa fúnebre te conduce al infierno del desguace. Majestuoso, vas hacia la destrucción subido en una grúa roja, como si fueses Luis XVI camino de la guillotina, y yo detrás. Pareces un rey. Soy el único que ha venido a tu entierro. Te he querido. Rezo por ti un padrenuestro y un avemaría. Rezo por ti y me conmuevo. Eras el mejor. Y lo que vivimos juntos, y las ciudades que pisamos, y las carreteras secundarias y los pueblos y los mares que vimos, y los párquings subterráneos y los túneles helados de las carreteras de montaña, con afiladas estalactitas a la entrada, amenazando nuestra milagrosa inocencia, y los mendigos en las avenidas, pidiendo en los semáforos en rojo, y lo que nos amamos en la oscuridad de las autopistas, fundidos en un solo ser: confundida tu carne con mi chapa. Me salvaste de la lluvia ácida y de la nieve sin ángeles. Con tu aire acondicionado, que está intacto después de doce años, impediste que me quemara vivo en los veranos españoles. Ese aire frío que me subía por la pierna, ay. Y eras blanco, porque la santidad y el amor industrial y la velocidad son blancos. Y cómo me gustaba tocarte las marchas, y cómo te ponía la quinta, eh, y qué caña te metías, narciso, que eras un narciso. Y ahora todo ha acabado. Doscientos sesenta y ocho mil kilómetros hemos estado juntos. Fuimos felices. Fuimos grandes y definitivos. Te doy un beso delante del chatarrero y de un negro que lleva un chorreante radiador en una mano. Te he amado más que a mis amantes, más que a mi perro; casi tanto, pero no tanto, eh, como al dinero. Bueno, no te enfades, tú también fuiste dinero, y aún lo eres, y yo también soy dinero. Perdona que te humille haciendo recaer sobre tu hermosa tapicería, sobre tus ruedas, manguitos y válvulas que han gloriosamente ardido, la miseria de España: el plan Prever, 400 euros sociales (¿os molesta que hable de dinero o de tan poco dinero?), para la clase media, que ama la limosna. Tú, que fuiste mi libertad, que me llevaste cerca del paraíso; tú, que me hablabas por las noches y me decías <<hermano, qué bien conduces; hermano, eres el mejor de los hombres>>.
Manuel Vilas. "Poesía Completa (1980-2015)". 2106, Visor.
2 comentarios:
Me he quedado sin aliento al leer tus poemas, son de una tirada, un abrazo cálido desde Chile!!
No son mis poemas, Carmen. Son los poemas de Manuel Vilas.
Este es un blog de lecturas que voy haciendo.
Un abrazo.
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