Frente al silencio.

Frente al silencio.

jueves, 13 de abril de 2017

Manuel Vilas (I)






CATULO


Tu fama de majara, tu fama de cura, tu fama de egocéntrico,
tu fama de que no te quiere nadie, tu fama de escritor de pueblo,
tu fama de perdedor, tu fama, tus vicios, tus poemas
donde dijiste que la culpa es de los otros, y dijeron que no,
que la culpa era sólo tuya. Y qué, si yo marcho a Nueva York
mañana, si me he cambiado el corte de pelo, llevo gafas,
he perdido siete kilos, me voy con una puta de cien billetes,
hermosa, dura, grande, envidia de quienes atacan mi impudicia,
y cuando regrese, ya veré cómo resuelvo el asunto de mi fama.






DE AMICITIA, I


Ya no tengo amigos, los perdí, o les engañé o me engañaron.

Y los eché de mis días que quedaron vacíos como estrellas en el cielo;
y poco me apena estar solo en las barras de los bares leyendo
los periódicos y mirando esos corros de adultos que hablan y ríen.

Fundamentalmente era falsa la amistad en cuanto a los altos cometidos
que se le suponen. Frente al amor, que éste sí lo tengo, la amistad
es cosa de hipócritas, de ociosos, de gente vulgar que ama la retórica
y las histriónicas emociones, la gravedad fatua y el alarde febril.

Si no me crees, pon a prueba a tus amigos, que den la vida por ti,
dala tú por ellos sin pensarlo un instante, sin que asome en tus ojos
la mínima duda de que todo no sea una farsa y que tu amigo
es, finalmente, la cosa más odiosa de la creación.

La amistad es asunto de las clases medias, de obreros, de destinos fáciles,
de opiniones comunadas por el miedo, también de escritores
y artistas, y del engañoso arte de pasar por el mundo
ayudado del codo ajeno cerrando los ojos a nuestra privada naturaleza.

El amor, en cambio, el sucio amor de los cómplices que se besan
y desnudos sufren en la cama, ése es de naturaleza divina y ése sí
     lo tengo.





TREINTA Y SEIS AÑOS


Me fatigan las escaleras, me cuesta escribir, me cuesta dormir,
aquello que me inspiró en otra época ahora me parece una tontería,
me gusta el dinero, viajar en Navidades, las fiestas, la nieve, el sol,
poco me separa del buen Trajano, los dos hemos madurado
al mismo tiempo, y la esencia espiritual de la vida del hombre
la he visto arrastrarse como una vieja coja calle abajo
del barrio chino de la ilusión; me iré convirtiendo
en un animal sin ídolos, sin dioses, sin iglesia, sin hermanos,
como Trajano, que cada día que pasa es más feliz y más perro.

La vida entera se presenta en una mañana de finales de julio.
Estoy leyendo un libro y ya tengo a mi lado una copa
de vino blanco, un periódico de ayer sobre la mesa,
y escucho a Lou Reed que canta algo parecido
a lo que yo escribo. Me duelen las articulaciones,
será ese maldito colchón que se hace viejo y que habrá
que cambiar, dios mío, ¿cuánto valdrá un colchón nuevo?
Me duele la espalda, los ojos, el pie izquierdo;
cuando le digo a mi madre que soy un viejo amargado se asusta,
cuando le digo a algún amigo de los que me invento,
como ese tal Florencio de mis páginas en prosa,
que soy un momias, me dice que no, que estoy de los nervios,
que son imaginaciones mías, duras represalias de mi pensamiento
sobre mi cuerpo. Qué discreta es la edad mediana, qué mendaz
mesura nos da el tiempo, qué vana es la sangre mortal.
Qué hipócrita soy yo que ni siquiera soy viejo.

Me ducharé ahora mismo, me afeitaré, me peinaré,
saldré a la calle limpio y mudado, estrenaré pantalón,
zapatos y camisa, trataré de ser feliz toda la noche
yendo de bar en bar, charlando con fulanos y fulanas,
yo también soy un fulano negro, un chino, un gitano seco,
rezaré y beberé a un tiempo, y al alba, si no he encontrado
alguna putísima filipina que me quiera, volveré a mi casa,
lleno de fama y de muerte, lleno de luz.

Que Dios me acoja entre los santos, acabo de cumplir
los treinta y seis, me gustan las películas de tiros y marcianos,
me gustan los billetes de diez mil, me gusta no hacer nada,
me gusta rezar por la vida que he llevado
y por lo días que vendrán, nocheviejas, cumpleaños,
vacaciones en el mar y la jubilación y una lápida barata,
me gustan los coches muy caros, la artesanía del pueblo
de Pedro Páramo, me gustan las mujeres, negras y blancas,
me gustan los árboles, las aceitunas, los viajes a Cuba,
los restaurantes célebres, las botas altas, rechinantes,
las navajas afiladas, las montañas, los tristes océanos y la luna.
Alguien que ya ha nacido y ya anda por ahí,
como en una buena película, me dirá <<jódete, hispano>>,
y me meterá con impecable pulso una bala en la nuca.









EL ENAMORADO


Toda la noche soñando contigo, me he pasado la noche entera
soñando que te besaba en el patio de una iglesia junto al mar.
Qué enamorado estuve de ti, y no te lo dije nunca.
¿Lo adivinaste? ¿Lo deseaste? ¿Lo suplicaste?
Tenías seis años más que yo, estabas más hecha a la vida,
no te ibas de la cabeza como yo, sino que eras moderada y
     prudente
aunque llena de amor por dentro, amor hacia mí,
hacia mí, que era un tipo de lo más perdido, y eso sí
se notaba a la primera, y cómo me acuerdo de tus manos
y de tu sonrisa, todos los amantes se acuerdan de lo mismo,
sólo que yo no me metí nunca en tu cama, años llevo imaginando
cómo se debía de estar en tu cama, un día me lo enseñaste,
pero nada más. Y ahora me despierto y he soñado que te besaba,
y son las diez de la mañana de un verano monumental
y ya estoy bebiendo una ginebra, así, en ayunas, y salgo
a la terraza de mi habitación y veo a las turistas tumbarse
sobre la arena, y pienso que tú podrías estar aquí conmigo,
qué enamorado estuve de ti y cómo lo estuviste tú también,
y qué mal hicimos en no habernos revolcado mil veces
por mil camas, o qué bien hicimos, porque, conociéndome
igual te hubiera pedido en matrimonio y tú hubieras aceptado,
y borracho como estoy todo el día, cuando me hubiera cansado
de joder todas las noches, a lo mejor me daba por darte un
     puñetazo
o tirarte a un río, o a ti por pegarme un tiro,
o envenenarme o pegármela con otro.
Cómo puedo decir todo esto de ti, que eras un ángel
y lo sigues siendo, y de mí, que te quise con inocencia.
Será mejor que siga bebiendo hasta que te borres de mi memoria,
y esto sí que me hace llorar, y soy un tipo que está llorando
a las diez y media de la mañana, sentado en la terraza de una
     habitación
para turistas, con una ginebra caliente en la mano son los restos
de la noche, llorando porque si te echo de mi memoria,
verdaderamente entonces sí que ya no me quedará nada.






7 GINTONICS


   Era un domingo por la noche y pensé: <<no me van a subir
el sueldo nunca jamás; si pudieran, aún me lo bajarían; es
malo madrugar para hacer según qué cosas>>. También pensé
que las autovías no las hicieron el estado, la política y el
gobierno, sino unos negros desgraciados bajo el sol, tipos con
tatuajes en los brazos, en la espalda, culebras, cruces, rosas y
cosas así. Adivina quién hizo los hospitales, los colegios y los
despachos de nobles materiales donde se decide tu futuro. Ya
nadie tiene futuro. Fíjate cómo está el planeta, es imparable
la sífilis que han agarrado los océanos, los árboles, los ríos, el
cielo, las nubes, las ranas, los conejos, las sardinas, los tristes
elefantes. Lo mejor que puedo hacer es seguir viendo la tele.
Pero aunque no te suban el sueldo, tú sigue amando la vida,
el vino blanco, la carne, y la nada. Ama la vida, no su sentido.
Luego salió en la tele el mapa de Aragón con la previsión del
tiempo. Y fútbol, mucho fútbol. Sonó el teléfono, pero no lo
cogí. Se me apareció el mismísimo Jesucristo en mitad de mi
sala de estar, mientras veía la tele, pero no hice mucho caso.
Así que como era un domingo por la noche y me estaba
entristeciendo demasiado, salí a la calle, monté en el Ford
Fiesta del 79, y me fui a los bares más oscuros de Zaragoza,
y por fin allí, rodeado de golfas y de vampiros, gente que en
su vida ha metido un voto en una urna, me tomé siete
gintonics seguidos y la cosa se puso un poco mejor.





Manuel Vilas. "Poesía Completa (1980-2015)". 2016, Visor.




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