Fragmentos:
¿Voy
a continuar indefinidamente este Diario? No; seguiré sólo un poco,
para contar el maravilloso triunfo de la primavera y cómo los campos
se revistieron de un esplendor cuya contemplación me abrevió tantas
horas. Se anunció el renuevo por el olor de azufre exhalado por la
tierra y el mar: hálito de las hojas muertas al descomponerse. Los
pájaros comenzaron a transportar ramitas para mullir sus nidos, y
dos días después de esta observación, los arroyuelos, exhaustos,
engrosaron y se cubrieron de espumoso murmullo. Las primeras
mariposas fueron, como flores locas, de un sitio a otro; y en el
puerto comenzaron a aparejar las lanchas de pesca para salir al
encuentro de los bancos de peces que venían de mares cálidos. Un
semana más tarde los dos bergantines del señor Mack llegaron y
descargaron frente a los islotes sus plateados cargamentos, sobre los
que el sol hacía brillar la sal. El puerto, antes silencioso e
inactivo, se animó de súbito; desde mi ventana veía el tumulto
alegre de los secaderos, sin sentir, sin embargo, turbada mi
deliciosa soledad.
***
Tercera
noche de tormento: noche caliginosa en que el efluvio de la tierra
satura todo de pereza malsana. ¡Ah, si siquiera hiciese el frío de
ayer! No obstante, enciende una haz de ramas. Cuando Eva aparece y se
sienta junto a mí, le digo:
―Te
aseguro que puede gozarse en que lo tiranicen a uno y lo pisoteen y
lo desprecien injustamente...La naturaleza humana tiene más de un
refinamiento incomprensible...Te pueden arrastrar no importa por
dónde y tú responder, si alguien te pregunta apiadado: “No es
nada; es que me arrastran nada más”; y si alguien pretende
salvarte, serías capaz de rechazar su auxilio y de contestar, si te
preguntara cómo podía sufrirse tal trato: “Se sufre muy bien...”,
y hasta se adora la mano que martiriza... Eva ¿sabes tú lo que es
esperar?
―Claro
que sí.
***
La
primera nevada cayó, y aun cuando tenía la chimenea siempre
encendida, empecé a sufrir de frío. La leña ardía mal; además,
las grietas dejaban penetrar el cierzo, a pesar de todas mis
reparaciones. Acababa el otoño y los días eran más cortos cada
vez; el sol derritió las primeras nieves y limpió los campos; pero
por las noches el frío era tan vivo que el agua se congelaba y
morían las plantas y los insectos.
También
los hombres envolvíanse en un silencio misterioso; hasta los más
torpes parecían meditar, y todos los ojos dijéranse esforzados en
ver la llegada del invierno. Ya no partían alegres gritos de los
secadores, el puerto dormía soñando con la estival animación y el
paisaje preparábase a esa larga noche boreal, en que el sol dormita
escondido en los mares.
“Pan”.
Knut Hamsun. 1976, Plaza&Janes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario