Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 28 de junio de 2016

Knut Hamsun.



Fragmentos:



      ¿Voy a continuar indefinidamente este Diario? No; seguiré sólo un poco, para contar el maravilloso triunfo de la primavera y cómo los campos se revistieron de un esplendor cuya contemplación me abrevió tantas horas. Se anunció el renuevo por el olor de azufre exhalado por la tierra y el mar: hálito de las hojas muertas al descomponerse. Los pájaros comenzaron a transportar ramitas para mullir sus nidos, y dos días después de esta observación, los arroyuelos, exhaustos, engrosaron y se cubrieron de espumoso murmullo. Las primeras mariposas fueron, como flores locas, de un sitio a otro; y en el puerto comenzaron a aparejar las lanchas de pesca para salir al encuentro de los bancos de peces que venían de mares cálidos. Un semana más tarde los dos bergantines del señor Mack llegaron y descargaron frente a los islotes sus plateados cargamentos, sobre los que el sol hacía brillar la sal. El puerto, antes silencioso e inactivo, se animó de súbito; desde mi ventana veía el tumulto alegre de los secaderos, sin sentir, sin embargo, turbada mi deliciosa soledad.

***




      Tercera noche de tormento: noche caliginosa en que el efluvio de la tierra satura todo de pereza malsana. ¡Ah, si siquiera hiciese el frío de ayer! No obstante, enciende una haz de ramas. Cuando Eva aparece y se sienta junto a mí, le digo:
     ―Te aseguro que puede gozarse en que lo tiranicen a uno y lo pisoteen y lo desprecien injustamente...La naturaleza humana tiene más de un refinamiento incomprensible...Te pueden arrastrar no importa por dónde y tú responder, si alguien te pregunta apiadado: “No es nada; es que me arrastran nada más”; y si alguien pretende salvarte, serías capaz de rechazar su auxilio y de contestar, si te preguntara cómo podía sufrirse tal trato: “Se sufre muy bien...”, y hasta se adora la mano que martiriza... Eva ¿sabes tú lo que es esperar?
     ―Claro que sí.
***







      La primera nevada cayó, y aun cuando tenía la chimenea siempre encendida, empecé a sufrir de frío. La leña ardía mal; además, las grietas dejaban penetrar el cierzo, a pesar de todas mis reparaciones. Acababa el otoño y los días eran más cortos cada vez; el sol derritió las primeras nieves y limpió los campos; pero por las noches el frío era tan vivo que el agua se congelaba y morían las plantas y los insectos.
      También los hombres envolvíanse en un silencio misterioso; hasta los más torpes parecían meditar, y todos los ojos dijéranse esforzados en ver la llegada del invierno. Ya no partían alegres gritos de los secadores, el puerto dormía soñando con la estival animación y el paisaje preparábase a esa larga noche boreal, en que el sol dormita escondido en los mares.






Pan”. Knut Hamsun. 1976, Plaza&Janes.


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