Frente al silencio.

Frente al silencio.

domingo, 26 de junio de 2016

José Emilio Pacheco




DICHTERLIEBE


La poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento.
Baudelaire lo atestigua, Ovidio aprobaría
afirmaciones semejantes.
Y esto por otra parte garantiza
la supervivencia amenazada de un arte
que pocos leen y al parecer
muchos detestan,
como una enfermedad de la conciencia, un regazo
de tiempos anteriores a los nuestros,
cuando la ciencia cree disfrutar
del monopolio entero de la magia.







VIDAS DE LOS POETAS


En la poesía no hay final feliz.
Los poetas acaban
viviendo su locura.
Y son descuartizados como reses
(sucedió con Darío).
O bien los apedrean y terminan
arrojándose al mar con cristales
de cianuro en la boca.
O muertos de alcoholismo, drogadicción, miseria.
O lo que es peor: poetas oficiales,
amargos pobladores de un sarcófago
llamado Obras Completas.







CONTRA LOS RECITALES


Si leo mis poemas en público
le quieto su único sentido a la poesía:
hacer que mis palabras sean tu voz,
por un instante al menos.










PAYASOS


Por los payasos habla la verdad.
Como escribió Freud, la broma no existe:
todo se dice en serio.

Sólo hay una manera de reír:
la humillación del otro. La bofetada,
el pastelazo o el golpe
nos dejan observar muertos de risa
la verdad más profunda de nuestro vínculo.

Todo payaso es caricaturista
que emplea como hoja su falso cuerpo deforme.
Distorsiona, exagera y es su misión
pero el retrato se parece al modelo.

Vuelve cosa de risa lo intolerable.
Nos libera
de la carga de ser,
la imposible costumbre de estar vivos.

Cuando se extingue la carcajada y cesa el aplauso,
nos quitamos las narizotas,
la peluca de zanahoria, el carmín,
el albayalde que blanquea nuestra cara.

Entonces aparece lo que somos sin máscara:
los payasos dolientes.







PANTEONES


Veo entre la niebla el cementerio en silencio.
No pienso en otro mundo: me indigna este
que se deshace así de los muertos.
Da horror pensar en los restos abandonados,
más durables que afectos y gratitudes.

Hay que acabar con los panteones y su intolerable perpetuación
    del olvido.
Todos debemos ser ceniza arrojada al aire,
volver cuanto antes al polvo
que en su misericordia nos absuelva y acoja.






José Emilio Pacheco. “En resumidas cuentas. Antología”. 2004, Visor.




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