Fragmento
“Nocturnas calles de locura”:
el
chico y yo éramos los últimos de una juerga en mi casa y estábamos
allí sentados cuando alguien fuera, empezó a tocar la bocina de un
coche, fuerte FUERTE FUERTE, oh canta fuerte, pero luego todo es como
hachazos en la cabeza, de todos modos, el mundo no hay quién lo
arregle, así que simplemente seguí allí sentado con mi copa,
fumando un puro y sin pensar en nada; se habían ido los poetas, los
poetas y sus damas se habían ido, y el ambiente resultaba agradable,
a pesar de aquella bocina. en comparación. los poetas se habían
acusado mutuamente de diversas traiciones: de escribir mal, de fallos
y cada uno de ellos proclamaba así merecer más aplausos, escribir
mejor que Fulano Y Mengano y Zutano. les dije a todos que lo que
necesitaban era pasarse dos años en una mina de carbón o una
central siderúrgica, pero siguieron discurseando, aquellos
melindrosos, bárbaros, apestosos, y, la mayoría, podridos
escritores. ya
se
habían ido. el puro era bueno. el chico seguía allí sentado. yo
acababa de escribir un prólogo para su segundo libro de poemas. ¿o
era el primero? No lo sé muy bien. (…)
Charles
Bukowski. “La maquina de follar”. 2009, RBA Coleccionables. Edit.
Anagrama,
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