Frente al silencio.

Frente al silencio.

jueves, 30 de junio de 2016

Lorenzo Oliván




BRINDIS DEL PESIMISTA


Cuántas horas de sol hicieron falta
para que madurasen
las uvas que hoy son vino en esta copa.

Y con qué rapidez
tanta luz concentrada se dispersa
en mi sangre entre sombras.







IMAGEN DE TUS MANOS


Hay manos que acarician
y casi casi ven.

Ven y acaríciame y haz que yo sea
la imagen que de mí tienen tus manos.












LA NIEBLA EN LA CIUDAD


La niebla cae
sobre la ciudad como
si cayese el espíritu
de alguna gran nevada del pasado.







Lorenzo Oliván. “Puntos de fuga” (XIII Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe). 2001 Visor.




martes, 28 de junio de 2016

Knut Hamsun.



Fragmentos:



      ¿Voy a continuar indefinidamente este Diario? No; seguiré sólo un poco, para contar el maravilloso triunfo de la primavera y cómo los campos se revistieron de un esplendor cuya contemplación me abrevió tantas horas. Se anunció el renuevo por el olor de azufre exhalado por la tierra y el mar: hálito de las hojas muertas al descomponerse. Los pájaros comenzaron a transportar ramitas para mullir sus nidos, y dos días después de esta observación, los arroyuelos, exhaustos, engrosaron y se cubrieron de espumoso murmullo. Las primeras mariposas fueron, como flores locas, de un sitio a otro; y en el puerto comenzaron a aparejar las lanchas de pesca para salir al encuentro de los bancos de peces que venían de mares cálidos. Un semana más tarde los dos bergantines del señor Mack llegaron y descargaron frente a los islotes sus plateados cargamentos, sobre los que el sol hacía brillar la sal. El puerto, antes silencioso e inactivo, se animó de súbito; desde mi ventana veía el tumulto alegre de los secaderos, sin sentir, sin embargo, turbada mi deliciosa soledad.

***




      Tercera noche de tormento: noche caliginosa en que el efluvio de la tierra satura todo de pereza malsana. ¡Ah, si siquiera hiciese el frío de ayer! No obstante, enciende una haz de ramas. Cuando Eva aparece y se sienta junto a mí, le digo:
     ―Te aseguro que puede gozarse en que lo tiranicen a uno y lo pisoteen y lo desprecien injustamente...La naturaleza humana tiene más de un refinamiento incomprensible...Te pueden arrastrar no importa por dónde y tú responder, si alguien te pregunta apiadado: “No es nada; es que me arrastran nada más”; y si alguien pretende salvarte, serías capaz de rechazar su auxilio y de contestar, si te preguntara cómo podía sufrirse tal trato: “Se sufre muy bien...”, y hasta se adora la mano que martiriza... Eva ¿sabes tú lo que es esperar?
     ―Claro que sí.
***







      La primera nevada cayó, y aun cuando tenía la chimenea siempre encendida, empecé a sufrir de frío. La leña ardía mal; además, las grietas dejaban penetrar el cierzo, a pesar de todas mis reparaciones. Acababa el otoño y los días eran más cortos cada vez; el sol derritió las primeras nieves y limpió los campos; pero por las noches el frío era tan vivo que el agua se congelaba y morían las plantas y los insectos.
      También los hombres envolvíanse en un silencio misterioso; hasta los más torpes parecían meditar, y todos los ojos dijéranse esforzados en ver la llegada del invierno. Ya no partían alegres gritos de los secadores, el puerto dormía soñando con la estival animación y el paisaje preparábase a esa larga noche boreal, en que el sol dormita escondido en los mares.






Pan”. Knut Hamsun. 1976, Plaza&Janes.


domingo, 26 de junio de 2016

José Emilio Pacheco




DICHTERLIEBE


La poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento.
Baudelaire lo atestigua, Ovidio aprobaría
afirmaciones semejantes.
Y esto por otra parte garantiza
la supervivencia amenazada de un arte
que pocos leen y al parecer
muchos detestan,
como una enfermedad de la conciencia, un regazo
de tiempos anteriores a los nuestros,
cuando la ciencia cree disfrutar
del monopolio entero de la magia.







VIDAS DE LOS POETAS


En la poesía no hay final feliz.
Los poetas acaban
viviendo su locura.
Y son descuartizados como reses
(sucedió con Darío).
O bien los apedrean y terminan
arrojándose al mar con cristales
de cianuro en la boca.
O muertos de alcoholismo, drogadicción, miseria.
O lo que es peor: poetas oficiales,
amargos pobladores de un sarcófago
llamado Obras Completas.







CONTRA LOS RECITALES


Si leo mis poemas en público
le quieto su único sentido a la poesía:
hacer que mis palabras sean tu voz,
por un instante al menos.










PAYASOS


Por los payasos habla la verdad.
Como escribió Freud, la broma no existe:
todo se dice en serio.

Sólo hay una manera de reír:
la humillación del otro. La bofetada,
el pastelazo o el golpe
nos dejan observar muertos de risa
la verdad más profunda de nuestro vínculo.

Todo payaso es caricaturista
que emplea como hoja su falso cuerpo deforme.
Distorsiona, exagera y es su misión
pero el retrato se parece al modelo.

Vuelve cosa de risa lo intolerable.
Nos libera
de la carga de ser,
la imposible costumbre de estar vivos.

Cuando se extingue la carcajada y cesa el aplauso,
nos quitamos las narizotas,
la peluca de zanahoria, el carmín,
el albayalde que blanquea nuestra cara.

Entonces aparece lo que somos sin máscara:
los payasos dolientes.







PANTEONES


Veo entre la niebla el cementerio en silencio.
No pienso en otro mundo: me indigna este
que se deshace así de los muertos.
Da horror pensar en los restos abandonados,
más durables que afectos y gratitudes.

Hay que acabar con los panteones y su intolerable perpetuación
    del olvido.
Todos debemos ser ceniza arrojada al aire,
volver cuanto antes al polvo
que en su misericordia nos absuelva y acoja.






José Emilio Pacheco. “En resumidas cuentas. Antología”. 2004, Visor.




sábado, 25 de junio de 2016

Charles Bukowski



Fragmento “Nocturnas calles de locura”:



el chico y yo éramos los últimos de una juerga en mi casa y estábamos allí sentados cuando alguien fuera, empezó a tocar la bocina de un coche, fuerte FUERTE FUERTE, oh canta fuerte, pero luego todo es como hachazos en la cabeza, de todos modos, el mundo no hay quién lo arregle, así que simplemente seguí allí sentado con mi copa, fumando un puro y sin pensar en nada; se habían ido los poetas, los poetas y sus damas se habían ido, y el ambiente resultaba agradable, a pesar de aquella bocina. en comparación. los poetas se habían acusado mutuamente de diversas traiciones: de escribir mal, de fallos y cada uno de ellos proclamaba así merecer más aplausos, escribir mejor que Fulano Y Mengano y Zutano. les dije a todos que lo que necesitaban era pasarse dos años en una mina de carbón o una central siderúrgica, pero siguieron discurseando, aquellos melindrosos, bárbaros, apestosos, y, la mayoría, podridos escritores. ya
se habían ido. el puro era bueno. el chico seguía allí sentado. yo acababa de escribir un prólogo para su segundo libro de poemas. ¿o era el primero? No lo sé muy bien. (…)








Charles Bukowski. “La maquina de follar”. 2009, RBA Coleccionables. Edit. Anagrama, 



jueves, 23 de junio de 2016

Manuel Díaz Martínez




EPITAFIO


Es inútil escribir un epitafio.
Es inútil escribir palabras que nos sustituyan,
que sean testimonio de lo que anhelamos ser,
espuma de la vida que ejercimos
la vida, que no cabe en las palabras.

Es inútil escribir un epitafio,
hilvanar una leyenda que será repetida
con gravedad
y que ha de ser, nada más, la sombra menos fiel
de nuestro cadáver.






MANUEL


A ti te llevaron dulcemente de un lado a otro de la vida.
(La vida era para tu, Manuel, una ciudad desnuda
y reluciente como una mujer desnuda).
A ti te dijeron los más viejos,
durante aquellos lentos viajes,
sus torpes palabras de otros tiempos,
sus erráticas palabras,
sonoras y sinceras igual que su ignorancia.
Justo es decir que a ti te concedieron las gracias que tenían
mientras te paseaban por las habitaciones de sus accesorias
y te mostraban sus pobrísimas reliquias,
su humildad.
Todo lo de ellos era pobre pero armonioso,
y llorabas de alegría
porque tus ojos,
nuevos, ávidos, ligeros,
sorprendían una belleza inmensa en esas breves maravillas.

Pero ellos te dejaron, Manuel, nada más que la ternura,
te dejaron ardiendo solo en tu propio corazón
en tanto que la gran ciudad
esa mujer desnuda
afilaba sus garras y sus dientes y vomitaba fuego.

Qué desaforadamente ingenua fue toda tu niñez.
Ganarás el pan con el sudor de tu frente
con su ejemplo te decían,
pero, durante aquellos lentos viajes,
nadie te dijo nunca que en ese sudor había
lágrimas y sangre.
Amarás al prójimo como a ti mismo
te dijeron,
pero nadie te enseñó a distinguir al prójimo que se te pare
    cía.

Manuel, la enseñanza que te dieron fue, sin duda, hermosa,
pero no fue sabia.
Te querían ciego porque así concebían el amor.








CANCIÓN PARA UN RECUERDO


Nunca más he sido el estudiante
que murmuraba a Shelley,
ni el vagabundo tembloroso
que te soñaba,
el que inolvidablemente
te perdía.

Nunca más he vuelto a ser el que escribió
poemas secretos como culpas
y canciones para eternizarte.

Nunca más he sido ese otro
que habita mi memoria.

Sobre mí ha llovido mucha vida.
Amiga, un mar de vidas nos separa
de aquél que conocimos.

De vez en cuando escribo versos para recordarme,
para no dejar tan lejos la inocencia
con que hace tanto tiempo
te soñaba y te perdía.








ESOS ADIOSES BREVES

A Dulce María Loynaz

De las flores de ese vaso,
la más cautivadora
es esa rosa a punto ya de incorporarse
a la penumbra
como el humo al viento.

Pétalos suyos
han ido cayendo en torno al vaso,
abandonando en ella
un vago ademán de despedida.

Y ahora que estamos solos,
enlazados por un mismo silencio,
le pregunto y me pregunto
si son de ella, sólo
de ella,
esos adioses breves.









CON AMOR LOS PREVENGO


Cuando te toque morir, mano mía,
aférrate a la mano que te quede más cerca
porque en ella saludarás la vida.

Tú, mi oido, pon asunto
al que hable menos
porque será el que más te sienta.

Ojos, miren bien los ojos que miren
porque en ellos quedarán ardiendo.

Boca, limítate a callar
porque en tu caso
ya todo estará dicho
o habrás tenido tiempo de decirlo todo.

Y tú, cuerpo, animal, carne cotidiana,
no te atrevas a temblar:
acepta que eres el máximo culpable,
que he sido tu víctima
porque siempre fuiste
el más astuto de los dos.







NOCHE DE ABRIL


Te me has ido mostrando
con lentitud de abismo.
(Ahora el viento se vuelve
y se extiende sobre el mar
el rumor de la tierra.)

Hay casas a tu espalda,
con voces y secretos
y ruido de vajillas,
y hay ventanas que rielan
en la cal de los muros
como luces de barcos.

Noche, tú no te salvas:
emerges de un adiós
y te vas con nosotros
por entre los adioses
que traman el olvido.







Manuel Díaz Martínez. “Señales de vida (1968-1998)”. 1998, Visor.




miércoles, 22 de junio de 2016

Juan Marsé





      ―He oído hablar de él dijo Sicart con cierta impaciencia en la voz. ¿Y qué pasó?
      ―La cosa más tonta del mundo. Un día le dió por presumir de músculo delante de unas señoritas que jugaban al tenis, en un chalet no lejos de donde él se entrenaba. Solía correr por aquellos parajes con el mono azul y la toalla liada al cuello, para sudar; empezaba a tener problemas con el peso. A las chicas se les fue la pelota por encima de la alambrada y quedó colgada en las ramas de un abeto. El fanfarrón subió al árbol y las dejó boquiabiertas haciendo monerías a lo Tarzán, pero la rama se partió y al caer se rompió la muñeca. Hubo que suspender el combate y tururut, porque después vino la guerra.
      ―Hostia. ¿Y no volvió a boxear?
      ―A los pocos meses marchaba al frente de Aragón con su hermano Mingo, en la Columna Durruti. Creo que después estuvo en Madrid. Volvió con metralla en el hombro y al cabo de un tiempo, por mediación de Palau, obtuvo una placa de agente de policía. Tenía veintiséis años y estaba acabado para el boxeo.
      ―¿Agente de policía? dijo el tabernero enarcando las cejas. ¿No era un anarcosindicalista?
      ―No era nada, todavía. Un gallito de pelea.
      ―El otro día el señor Polo dijo que era un hombre...¿cómo dijo?, un sujeto capaz de todo, capaz de odiar a diestra y siniestra.
      ―Bueno, es que a su padre lo fusilaron dos veces.
      ―Hostia. ¿Ha dicho dos veces?
      ―Dos veces, sí señor.
      También esto se lo habíamos oído contar, y no sólo a él; el viejo Polo esgrimía otras versión. En la mellada boca de cualquiera de los dos, sin embargo, el asunto era un buen galimatías y siempre sonaba a quincalla, aunque de distinta calidad. El policía retirado solía tramar sus rabiosas historias en torno a la familia Julivert con los hilos más nuevos y aparentemente irrompibles de la versión oficial, autorizada e indiscutible. Suau, en cambio, construía las suyas con materiales de derribo, en medio de un polvo empreñador y engañoso; trabajaba con el rumor y la maledicencia, con las ruinas de la memoria, la suya y la de los demás.
      ―Primero lo pillaron y lo metieron en una checa; hubo un error en un traslado de presos y un día al amanecer lo sacaron con otros elementos del POUM para liquidarlo. Hizo una pausa para llevarse a la boca el platito con la salsa picante y añadió: Pero lo fusilaron deprisa y mal, mira, cosas que pasan; y se salvó. Luego cuando entraron éstos, en enero del treinta y nueve, le detuvieron otra vez y fue a parar a la Modelo, de allí al Campo de la Bota y fusilado de nuevo. Y esta vez lo consiguieron, los cabrones.

***



      Cuando despertó fue a los urinarios descendiendo muy despacio por el pasillo lateral, tanteando la pared. El extremo metálico de la cadena del perro, que colgaba de su pecho como una corbata aflojada, le golpeaba la bragueta, de modo que se la pasó a la espalda. No vio que él ya se había levantado y le seguía, no vio nada en la oscuridad.
      Los urinarios, viejos y apestosos, quedaban justo detrás de la pantalla y mientras meaba uno podía oír perfectamente la peli. Nosotros solíamos quedarnos allí fumando cigarrillos, cuando la película era mala, y siempre había algún espectador aburrido, especialmente viejos...Pero esta vez no había nadie. Polo sentiría primero el tirón de la cadena, como si se hubiese enganchado en alguna cosa a su espalda, tal vez la manecilla de la puerta, y luego el lazo cerrándose alrededor de su cuello. Antes de llegarle el tirón definitivo, por espacio de una fracción de segundo, quizá tuvo tiempo de girarse y verle las manos, o la cara.
      Las manos darían otra vuelta a la cadena en torno al cuello, para soltarla al cabo de un rato y sujetar el cuerpo que resbala sin vida. No tuvo más que subirse de pie a la taza del mingitorio rebosante de orines, pasar la cadena por detrás de las tuberías del agua, izar al expolicía y hacer un nudo en la cadena.

***










      En las calles de la izquierda del Ensanche, los plátanos más viejos y robustos parecían resistir mejor el embate del otoño. Había olvidado cuán hermosos eran a la luz de las farolas. Con el mismo cautivo escozor con que lo había hecho cientos de veces en la cárcel, ahora ahora que los veía desfilar a través del cristal del taxi empañado por la lluvia evocó el verde brillante y artificioso de sus hojas en las lejanas noches de la guerra, cuando se dirigía caminando al piso de Rambla de Cataluña bajo la alarma de las sirenas...A lo largo de las aceras de la calle de París, islotes de hojas caídas se pudrían oscuras de una lluvia fangosa que él no había visto ni oído.
      El Calipsso quedaba por debajo del nivel de la calle. Su chaparro portal de arco de piedra labrada y su aspecto exterior en general, salvo por el rótulo amarillo fosforescente, era muy parecido al de los negocios vecinos instalados también en subterráneos, tiendas de confección, peluquerías de señoras y pequeños talleres con ventanas enrejadas al ras de la acera. Jan bajó los cuatro escalones y empujó la puerta forrada de cuero verde, tras la cual había una escalera con pasamanos de madera. Al sumergirse en la penumbra azulosa sintió de nuevo el aguijón del paso del tiempo, no sólo del tiempo personal y carcelario, sino también del ajeno y en cierto modo insolidario, ciego y amedrentado, el aire de clandestinidad ya corrupta e inoperante que desde su salida de la cárcel venía percibiendo en todas las cosas, incluidas estas catacumbas musicales para el besuqueo y la caricia furtiva: un local pequeño y oscuro, bajo de techo, con reservados de exiguos bancos corridos y una diminuta pista de baile, luces crispadas y artificiosas como flores de papel y un denso olor a felpudo sacudido.







Juan Marsé. “Un día volveré”. 1998, Plaza&Janés.




lunes, 20 de junio de 2016

Adelaide Crapsey




TRÍADE


    HAY tres cosas
silenciosas:
la nieve que cae...la hora
antes del alba...la boca de uno
que acaba de morir.





NOCHE DE NOVIEMBRE

    ¡ESCUCHAD!
Con un leve y seco son,
con pasos de fantasmas,
las hojas heladas se desprenden de los árboles
y caen.









EL AVISO

    
    AHORA,
en el extraño
y tranquilo crepúsculo... tan quieto
y extraño... una blanca falena
voló... ¿Por qué he crecido
tan fría?





Agustí Bartra. “Antología de la poesía norteamericana”. 1974, Plaza & Janes.



sábado, 18 de junio de 2016

Luis García Montero





Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.

Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.

Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.

Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.

De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.

No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.

Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.

Tiempo de habitaciones separadas.







LOS ESPEJOS

                                     A Luis Muñoz


No importa si has dormido poco o mucho,
los espejos de hotel nunca perdonan
y como animales de montaña
que no aceptan el trato de los hombres.

La luz de los espejos familiares
se apiada de nosotros, sin embargo,
nos ayuda a fingir, y por afecto
o por costumbre llega a perdonarnos.

Yo sé que los espejos son el agua
estancada de un río que se mueve.
Y he visto cómo el sol que reverbera
puede ocultar el cieno de las sombras.

Pero quien mira al fondo de sus ojos
ve las grietas del tiempo, las arañas
de un pasado que surge de improviso
en mañanas de hotel y nos ofende.

Para qué contestar. Cierra los ojos,
porque no hay otra cosa que envejezca
peor que tu mirada.








NOCHE DE NIEVE


Asume tus errores.
Visto para sentencia queda el tiempo
de las manzanas y la luna blanca.

Como en noche de nieve,
el lobo que cruzó los almanaques
ha marcado sus huellas. Las conoces,
sabes qué significa
dejar de amar, dejar de ser amado,
sentir que los minutos se corrompen
en el embarcadero de la vida.

Y llega hasta el final,
mírate frente a frente.
                                       Pero luego
ten orgullo y valor, no digas nada
sino en presencia de tus abogados
que se llaman memoria, realidad y deseo.

Porque todo concluye, pero nada se calma.

Que no puedas perder lo que perdiste
no da tranquilidad, sino vacío.














FIGURA SIN PAISAJE


He vendido mi alma dos veces al diablo,
por monedas de niebla y curso clandestino
en países que nadie se ha atrevido a fundar.

Un realista que vive el mundo de los sueños,
un soñador que quiere vivir la realidad.

Mal destino es el tuyo.
Así te va.








Luis García Montero. “Habitaciones separadas”. ( VI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe”. 1994, Visor.



jueves, 16 de junio de 2016

Chuck Palahniuk (II)



Fragmentos:




      Huele a limpio, lo cual quiere decir que solamente huele a productos químicos, productos de limpieza o perfumes. Se sabe que el olor a pino tapa el olor a mierda. El limón quiere decir que alguien ha vomitado. Las rosas son para la orina. Después de una tarde en Saint Anthony, uno ya no quiere volver a oler rodas durante el resto de su vida.

***



      Durante toda la vida no he sido tanto el hijo de mi madre como su rehén. El objeto de sus experimentos sociales y políticos. Su rata de laboratorio privada. Ahora la tengo en mi poder y no se me va a escapar muriéndose ni recuperándose. Quiero a alguien a quien poder rescatar. Quiero a alguien que me necesite. Que no pueda vivir sin mí. Quiero ser un héroe, pero no solamente una vez. Incluso si quiere decir mantenerla inválida, quiero ser el salvador constante de alguien.

***




      En el verano de 1642 en Plymouth, Massachusetts, un adolescente fue acusado de sodomizar a una yegua, una vaca, dos cabras, cinco ovejas, dos terneros y un pavo. Está en los libros de Historia. De acuerdo con las leyes bíblicas del Levítico, después de que el chico confesara fue obligado a ver cómo los animales eran sacrificados. Luego lo mataron y su cuerpo fue enterrado junto con los animales muertos en una fosa sin lápida.
      Aquello fue antes de que hubiera reuniones de terapia oral para adictos al sexo.
      El cuarto paso de la terapia de aquel chaval habría sido un reportaje sensacionalista sobre el corral.

***








       ―He venido a salvarte.
      Le digo que por fin conozco mi verdadera historia. Que nací siendo una buena persona. Una manifestación del amor perfecto. Que puedo ser bueno, otra vez, pero tengo que empezar por las pequeñas cosas. La cucharada se mete entre sus labios y deja las primeras cincuenta calorías.
      Con la siguiente cucharada le digo:
      ―Sé lo que tuviste que hacer para tenerme.
     El pudín se queda ahí, marrón brillante sobre su lengua. Ella parpadea bruscamente y empuja el pudín con la lengua hacia el interior de las mejillas para poder hablar:
       ―Oh, Victor, ¿lo sabes?
      Le meto cincuenta calorías más en la boda y digo:
       ―No te avergüences. Tú come.
      A través de la masa de chocolate, me dice:
       ―No puedo parar de pensar que lo que hice es terrible.
       ―Me diste la vida digo.
      Y apartando la cara de la siguiente cucharada, apartando la cara de mí, me dice:
       ―Necesitaba la ciudadanía de Estados Unidos.
      El prepucio robado. La reliquia.
      Le digo que no importa.
      Cojo otra cucharada y se la meto en la boca.
      Denny suele decirme que la segunda venida de Cristo no será algo que Dios vaya a decidir. Tal vez Dios ha permitido que la gente desarrolle la capacidad de devolver a Cristo a sus vidas. Tal vez Dios ha querido que inventemos a nuestro salvador cuando estemos listos. Cunado lo necesitemos de verdad. Dennis dice que tal vez nos toque a nosotros crear a nuestro propio mesías.
      Salvarnos a nosotros mismos.
      Otras cincuenta calorías entran en su boca.
      Ella me da la espalda, frunciendo la piel arrugada de alrededor de los ojos. Con la lengua se empuja el pudín hacia el interior de las mejillas. Le sale pudín de chocolate por las comisuras de la boca. Y dice:
        ―¿De qué demonios hablas?
      Y yo le digo:
        ―Sé que soy Jesucristo.
      Ella abre mucho los ojos y yo le meto más pudín en la boca.
       ―Sé que viniste de Italia embarazada del sagrado prepucio.
      Más pudín en su boca.
       ―Sé que escribiste todo esto en italiano para que yo no pudiera leerlo.
      Y le digo:
       ―Ahora conozco mi verdadera naturaleza. Sé que soy una persona llena de amor.
      Más pudín en su boca.
       ―Y sé que puedo salvarte le digo.
      Mi madre se me queda mirando. Con los ojos llenos de una comprensión y una piedad sin límites, me dice:
       ―Pero ¿de qué cojones estás hablando?
      Y me dice:
       ―Te robé de un carrito de bebé de Waterloo, Iowa. Te quería salvar de la vida que te esperaba.
      Porque tener hijos es el opio del pueblo.
      Véase también: Denny con su carrito de bebé cargado de arenisca robada.
      Ella dice:
       ―Te rapté.





Chuck Palahniuk. “Asfixia”. 2015, Random House.