LLUVIA
una
orquesta sinfónica.
cae
una tormenta,
están
tocando una obertura de Wagner
y
la gente deja sus asientos bajo los árboles
y
corren a refugiarse en el quiosco,
las
mujeres ríen, los hombres aparentan calma,
tiran
los cigarrillos húmedos,
Wagner
sigue sonando, y entonces todos están bajo el
quiosco.
incluso los pájaros salen de los árboles y
se
meten en el quiosco y después suena la Rapsodia
Húngara
Nº2 de Lizst, y sigue lloviendo, pero mira,
un
hombre está sentado a solas bajo la lluvia
escuchando.
la orquesta sigue con lo
suyo.
el hombre está sentado en la noche bajo la lluvia,
escuchando.
le pasa algo,
¿no?
había
venido a oír la
música.
MI
AMIGO WILLIAM
mi
amigo William es un tipo afortunado:
carece
de imaginación para sufrir
se
quedó con su primer trabajo
su
primera mujer
puede
conducir un coche 75.000 kilómetros
sin
una reparación de frenos
baila
como un cisne
y
tiene los ojos más bonitos y vacíos
a
este lado de El Paso
su
jardín es un paraíso,
su
posición siempre es acomodada
y
su apretón de manos firme
la
gente le adora
cuando
mi amigo William muera
no
será de locura ni de cáncer
pasará
al diablo de largo
y
entrará en el cielo.
lo
verás esta noche en la fiesta
sonriendo
por
encima del martini
encantador
y feliz
mientras
algún tipo
se
folla a su mujer
en
el cuarto de baño.
EL
RUISEÑOR
el
ruiseñor había estado siguiendo al gato
todo
el verano
venga
a burlarse burlarse burlarse
guasón
y engreído;
el
gato se agazapaba bajo las mecedoras de los porches
su
cola un destello
y
lanzaba increpaciones al ruiseñor
que
yo no entendía.
ayer
el gato llegó tranquilamente por el sendero
con
el ruiseñor vivo en la boca,
las
alas desplegadas, las alas hermosas desplegadas y
lánguidas,
las
plumas abiertas como las piernas de una mujer,
y
el pájaro ya no se burlaba,
pedía,
suplicaba
pero
el gato
a
través de los siglos a paso firme
no
le escuchó.
lo
vi meterse bajo un coche amarillo
con
el pájaro
para
cerrar el trato y llevárselo a otro lugar.
el
verano había terminado.
SI
TOMAMOS
si
tomamos lo que alcanzamos a ver:
los
motores que nos enloquecen,
amantes
que al final odian;
el
pescado en el mercado
que
nos mira el interior de la mente;
flores
que se marchitan, moscas en telarañas;
disturbios,
rugidos de leones enjaulados,
payasos
enamorados de billetes de dólar,
naciones
que mueven a la gente cual peones;
ladrones
a la luz del día con hermosas
mujeres
y vinos por la noche;
las
cárceles atestadas,
los
parados normales y corrientes,
la
hierba que muere, los fuegos de tres al cuarto;
hombres
lo bastante viejos para estar enamorados de la
tumba.
Todas
esas cosas, y otras, en su contexto
demuestran
que la vida gira sobre un eje podrido.
Pero
nos han dejado un poco de música
y
un espectáculo picante en la esquina,
una
medida de whisky, una corbata azul,
un
librito de poemas de Rimbaud,
un
caballo que corre como si el demonio le
retorciera
la cola
sobre
la hierba y gritara, y luego,
el
amor nuevo
como
un tranvía que vuelve la esquina
a
tiempo,
la
ciudad a la espera,
el
vino y las flores,
el
agua cruzando el lago
y
el verano y el invierno y el verano y el verano
y
el invierno otra vez.
Charles
Bukowski. “Ruiseñor, deséame suerte”. 2013, Visor.
1 comentario:
Muchas gracias, José. Tomo nota.
Un abrazo.
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