1
Tus
pies toco en la sombra, tus manos en la luz,
y
en el vuelo me guían tus ojos aguilares
Matilde,
con los besos que aprendí de tu boca
aprendieron
mis labios a conocer el fuego.
Oh
piernas heredadas de la absoluta avena
cereal,
extendida la batalla
corazón
de pradera,
cuando
puse en tus senos mis orejas,
mi
sangre propagó tu sílaba araucana.
7
Aun
en estos
años
en
plena
cordillera
de mi vida
después
de haber
subido
la
nieve vertical
y
haber entrado
en
la diáfana meseta
de
la luz decisiva
te
veo
junto
al mar caracolero
recogiendo
vestigios
de
la arena
perdiendo
el tiempo con
los
pájaros
que
cruzan
la
soledad marina
te
miro
y
no lo creo
soy
yo mismo
tan
tonto, tan remoto,
tan
desierto
Joven
recién
llegado
de
provincia,
poeta
de
cejas afiladas
y
zapatos
raídos
eres
yo
yo
que de nuevo
vivo,
llegado
de la lluvia,
tu
silencio y tus brazos
son
los míos
tus
versos tienen
el
grano
repetido
de
la avena,
la
fecunda frescura
del
agua en que navegan
hojas
y aves del bosque,
bien
muchacho, y ahora
escucha
conserva
alarga
tu silencio
hasta
que en ti
maduren
las
palabras,
mira
y toca
las
cosas,
las
manos
saben,
tienen
sabiduría
ciega,
muchacho,
hay
que ser en la vida
buen
fogonero,
honrado
fogonero,
no
te metas
a
presumir de pluma,
de
argonauta,
de
cisne,
de
trapecista entre las frases altas
y
el redondo vacío,
tu
obligación
es
de carbón y fuego,
tienes
que
ensuciarte las manos
con
aceite quemado,
con
humo
de
caldera,
lavarte,
ponerte
traje nuevo
y
entonces
capaz
de cielo puedes
preocuparte
del lirio,
usar
el azahar y la paloma,
llegar
a ser radiante,
sin
olvidar tu condición
de
olvidado,
de
negro,
sin
olvidar los tuyos
ni
la tierra,
endurécete
camina
por
las piedras agudas
y
regresa.
17
Digo
buenos días al cielo.
No
hay tierra. Se desprendió
ayer
y anoche del navío.
Se
quedó atrás Chile, solo
unas
cuantas aves salvajes
siguen
volando y levantando
el
nombre oscuro frío de mi patria.
Acostumbrado
a los adioses
no
gasté los ojos: en dónde
están
encerradas las lágrimas?
La
sangre sube de los pies
y
recorre las galerías
del
cuerpo pintando su fuego.
Pero
dónde se esconde el llanto?
Cuando
llega el dolor acude.
Pero
yo hablaba de otra cosa.
Me
levanté y sobre el navío
no
había más que cielo y cielo,
azul
interrumpido por
una
red de nubes tranquilas
inocentes
como el olvido.
La
nave es la nube del mar
y
olvidé cuál es mi destino,
olvidé
la proa y la luna,
no
sé hacia dónde van las olas,
ni
dónde me lleva la nave.
No
tiene mar ni tierra el día.
Pablo
Neruda. “Tus pies toco en la sombra y otros poemas inéditos”.
Seix Barral Biblioteca Breve, 2015.
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