Frente al silencio.

Frente al silencio.

sábado, 6 de junio de 2015

Mario Benedetti (II)




Lázaro



      Un tal Lázaro Vélez se incorporó de su tumba, se despojó lentamente de su sudario, abandonó el camposanto y empezó a caminar en dirección a su casa. A medida que iba siendo reconocido, los vecinos se acercaban a abrazarlo, le daban ropas para que cubriera su desnudez, lo felicitaban, le palmeaban la espalda huesuda.
      Sin embargo, a medida que la vos se fue corriendo, la bienvenida ya no fue tan cálida. Un hombre que había ocupado su vacante en la sucursal de Correos, le increpó duramente: <<Tu regreso no me alegra. Vas a reclamar tu puesto y quizá te lo den. O sea que yo me quedaré en la calle. Recuerda que en mi casa tengo cinco bocas que alimentar. Prefiero que te vayas.>>
      La viuda de Lázaro Vélez, que, pasado un tiempo prudencial, se había vuelto a casar, le incriminó: <<¿Y ahora qué? ¿Acaso pretendes que me condenen por bígama? Si quieres que sea feliz, desaparece de mi vida , por favor.>>
      Un sobrino, que en su momento había heredado sus cuatro vacas y sus seis ovejas, le reprochó airado: <<No pretenderás que te devuelva lo que ahora es legalmente mío. Vete, viejo, y no molestes más.>>
      Lázaro Vélez resolvió no seguir avanzando. Más bien comenzó a retroceder, y a medida que desandaba el camino se iba despojando de las ropas que al principio le habían brindado.
      Por fin, un viejo amigo que lo reconoció y no le reprochó nada (quizá porque nada tenía) se acercó a preguntarle: <<Y ahora ¿a dónde irás?>> Y Lázaro Vélez respondió: <<A recuperar mi sudario.>>

***



Traducciones


      Siempre le pasaba lo mismo. Cuando alguien traducía uno de sus poemas a una lengua extranjera (al menos, de las que él conocía), sus propios versos le sonaban mejor que en el original. Por eso no le sorprendió que la versión francesa de su poema <<El tiempo y la campana>> le pareciera estupenda, grácil, sustanciosa.
      Dos años más tarde, un traductor italiano, que no sabia español, tradujo aquella versión francesa y aunque él nunca había sido partidario de las versiones indirectas (no olvidaba, sin embargo, que muchos años atrás había conocido a través de ellas a Tolstoy, Dostoievsky y también a Confucio), disfrutó grandemente de su poema <<in italico modo>>.
      Transcurrieron otros tres años y un traductor inglés, que, como la mayoría de los traductores ingleses, no sabía español, se basó en la versión italiana, basada a su vez en la versión francesa. Pese a tan lejano origen, fue la que mayor placer le produjo al primigenio autor hispanoparlante. Sólo le asombró un poco (en realidad, lo atribuyó a una errata de tantas) que esta nueva versión indirecta se titulara <<Burnt Norton>> y que el nombre del presunto autor fuera un tal T. S. Eliot. Sin embargo, le gustó tanto que decidió encargarse personalmente de traducirla al español.











La cercanía de la nada


Ahora
sé que mi único destino
es la certidumbre de la vejez
la cercanía de la nada
y su belleza aterradora
Fayad Jamis

Cuando se acercan a la nada
y más aún cuando se enfrentan
al pavoroso linde de tinieblas
los poderosos no consiguen
pasar de contrabando su poder
ni la mochila azul de sus lingotes
ni el chaleco antimuerte
ni el triste semillero de sus fobias

pero cuando los pobres de la tierra
se acercan a la nada
los aduaneros nada les confiscan
salvo el hombre
o la sed
o el cuerpo en ruinas

los pobres de la tierra
pasan como si nada
pero tampoco se hagan ilusiones
ya que la nada es nada más que eso
y esa belleza sobrecogedora
que aterra a poderosos e indigentes
a todos los ignora por igual.







Mario Benedetti. “Despistes y Franquezas”. 1998, Editorial Alfaguara.



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