Más fragmentos:
Leo
sus páginas, trato de devolverle la seguridad para que pueda seguir
trabajando. Debiera pedirle que dejara el estudio, que se buscara un
sitio más barato, pero siento lástima cuando me dice:<< Es el
único lugar que me da serenidad>>. Así que vuelvo a rendirme,
y fantaseamos sobre futuros viajes, mientras me pregunto cómo voy a
resistir un día separada de Gonzalo. (…)
***
De
vez en cuando pasa un barco y el río se estremece; el agua se agita
y nuestro barco se balancea. Crujen las grandes vigas de madera;
cruje también el árbol de la orilla al que estamos sujetos con
cadenas, suspira, se lamenta. Y es como estar en el mar, navegando.
Gonzalo se despierta en mitad de la noche y murmura: <<Estamos
navegando>>. Acostados, nos sentimos encantados,
hechizados, mimados, medio dormidos, drogados. (…)
Mientras
más lejos llego en mi vuelo sobre el sueño, sobre la esencia,
tocando la bóveda del cielo y el centro de la tierra, más tensa es
la cuerda de la realidad sobre mi cuello. Mientras más me muevo
dentro de esta figuración mágica, más me sofoca un terror y una
ansiedad innombrables. Expansión, tan amplia como un compás
completamente abierto. ¿Pausa? O fatiga. Fatiga del alma, del
cuerpo, del sexo... que buscan el absoluto sólo mediante la
multiplicidad, un absoluto en abstracto, síntesis de elementos
dispersos, no un hombre, un hogar, un amor, una cama. (…)
***
La
niebla cae pesadamente sobre mí. El domingo, febril, escribí tres
páginas de mi película de <<horror>>. Empecé con los
recortes de periódicos y luego los alteré hasta quedar
desconocidos. No pude seguir copiando el diario de 1922, me dolía
mucho. El presente, separadamente, parece soportable. El presente,
por sí solo, parece hermoso menos cuando vuelvo a sentir mi antiguo
apego por Henry. Henry, que pertenece al público, como una estrella
de cine. Al mismo tiempo, con Henry puedo compartir una actividad
electrizante que debo ocultar a Gonzalo. ¡Henry ya no duerme!
Trabaja, escribe, mantiene la correspondencia, visita. Trabaja para
mi libro. (…)
Anaïs
Nin. “Fuego”. 1996, Siruela.
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