LA
VIOLENCIA DE LAS HORAS
Todos
han muerto.
Murió
doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.
Murió
el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las
mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: "Buenos días,
José! Buenos días, María!
Murió
aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego
también murió, a los ocho días de la madre.
Murió
mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en
tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la
honrosísima mujer.
Murió
un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la
mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.
Murió
Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.
Murió
Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo
cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.
Murió
en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi
víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de
tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.
Murió
el músico , alto y muy borracho, que solfeteaba en su clarinete
tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de
mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.
Murió
mi eternidad y estoy velándola.
***
―No
vive ya nadie en la casa ―me
dices―;
todos se han ido. La sala, el dormitorio, el patio, yacen
despoblados. Nadie ya queda, pues que todos han partido.
Y
yo te digo: cuando alguien se va, alguien queda. El punto por donde
pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, ed soledad
humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado. Las casas nuevas
están más muertas que las viejas, por que sus muros son de piedra o
de acero, pero no de hombres. Una casa viene al mundo, no cuando la
acaban de edificar, sino cuando empiezan a habitarla. Una casa vive
únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible
semejanza que hay entre una casa y una tumba. Solo que la casa se
nutre de la vida del hombre, mientras que la tumba se nutre de la
muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras la
segunda está tendida.
Todos
han partido de la casa, en realidad, pero todos se han quedado en
verdad. Y no es el recuerdo de ellos lo que queda, sino ellos mismos.
Y no es tampoco que ellos queden en la casa, sino que continúan por
la casa. Las funciones y los actos se van de la casa en tren o en
avión o a caballo, a pie o arrastrándose. Lo que continúa en la
casa es el órgano, el agente en gerundio y en círculo. Los pasos se
han ido, los besos, los perdones, los crímenes. Lo que continúa en
la casa es el pie, los labios, los ojos, el corazón. Las negaciones
y las afirmaciones, el bien y el mal, se han dispersado. Lo que
continúa en la casa, es el sujeto del acto.
***
César
Vallejo. "Poemas en prosa". 1991, Cuadernos de cántiga.
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