Le
di la espalda a todos los ídolos, a Dios y a las grandes empresas,
al dinero y al amor, a la familia y a los amigos, me eché a la
carretera, con la cara llena de granos y rastas en el cogote, con mis
pantalones anchos, mis calcetines bajo la lengüeta, mis discos de
rap y mis mancuernas. Quise vivir el sueño, galopar hacia el éxito,
convertirme en un hombre sin saber exactamente lo que era ser un
hombre. Me eché a la carretera creyendo que la juventud merecía una
aventura, que la pobreza no iba conmigo, que aquel fracaso congénito
se corregiría por inercia. A todos se lo dije: <<Estad
tranquilos, volveré y todos sabrán mi nombre>>.
Pero
he vuelto, y nadie se acuerda de mí.
***
Supongamos
que esto ocurre a los veintiséis años, que algo extrae la pasión,
el ímpetu, la obsesión, de todo lo que nos rodea ―como
se extrae la sangre de los cuerpos, con una jeringuilla o con un
tajo―y
que no queda más que pura química en las cosas. Supongamos que en
un momento dado de nuestra vida descubrimos que ya no hay secretos
para la ciencia, que para todo hay fórmula y una definición, que
todo el plano de la emoción puede deducirse a partir de una serie de
axiomas.
1
El amor no es más que una mezcla de dopamina, seretonina y
oxitocina, además de testosterona, adrenalina, vasopresina y, sobre
todo, feniletilamina.
2
Hay un mecanismo de control en el hipotálamo anterior que regula
la fiebre.
3
Ante una herida, del tipo que sea, la serotonina, la histamina, el
potasio, las postraglandinas, etcétera, son liberadas en el área
que rodea a los nociceptores y los sensibiliza en un estado de
hiperalgesia (del griego, <<gran dolor>>).
4
El asco se origina en la amígdalas cerebrales, que pertenecen al
sistema límbico.
5
La baja en los niveles de norepinefrina, una sustancia que puede
funcionar tanto como neurotransmisor o como hormona, se encarga
directamente de la tristeza.
6
El odio, esa ponzoña, viene dado en función de los niveles en
nuestro cuerpo de serotonina, que funciona como inhibidor del enfado,
de la temperatura corporal, de la ira y de la agresión.
7
El dióxido de carbono incrementa la acidez cerebral, que a su vez
activa una proteína del cerebro que desempeña un papel importante
en la sensación de miedo y ansiedad.
8
La alegría, esa red delicada, está producida por un
neurotransmisor llamado dopamina. Bajos niveles de esta sustancia
están relacionados con una disminución de nuestra sociabilidad.
Pero
entonces, yo me pregunto, ¿qué hay de la belleza, de la duda, del
misterio?
***
¿Cómo
puede ser esto la derrota
si
tengo el mar frente a mis ojos?
Diego
Álvarez Miguel. "Meh". 2017, Valparaíso Ediciones.
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