Frente al silencio.

Frente al silencio.

domingo, 22 de octubre de 2017

Pedro Andreu




Postal de habitación al vértigo



Abro, cariño ahora que no estás,
con trabajo y dolor la puerta de la calle.
Me tambaleo imbécil por el living
hasta dar con mi cuarto registrado
por secuaces a sueldo del amor.
Sorteo a duras penas
la ropa y los zapatos que hay tirados,
los jirones de frases
donde todavía me habitas,
restos de pizza que me cené anoche
y tres o cuatro vasos de gin tonic.
Llego luego a la cama y me desvelo.
Trato de hacer dos versos y no puedo.
Vomito sobre el piso alcohol y anfetaminas.
Me cago en este mundo: sin palabras,
sin fuerzas que hagan frente a mi mal fario.
Duermo vestido cuando la luz del día
se acerca a susurrarme pesadillas
mientras el barrio huele a cafeteras
y la ciudad entera a ojeras mal pagadas,
a trabajos de mierda y a tristeza.
Sueño que aún no te has ido,
que no te escribo cartas
desde esta habitación abierta
al vértigo y la nada de nosotros.





Rencuentro en el Bar Central


Fue en una cafetería, lo recuerdo.
Siete meses sin ti
me han dejado baldado, pensé.
Pero dije en cambio cualquier cosa,
no sé, por ejemplo: ¿Quieres fumar?
Estabas como un pájaro.
Mojada y frágil como un gorrión caído
en la mesa, mordiéndote las uñas,
prácticamente igual que cuando nos conocimos
siete años atrás. Y sin embargo soltaste
tú también alguna estupidez del tipo:
Prefiero Camel; el Lucky no me gusta.
Fue en una cafetería. Lo recuerdo
con nitidez de cortometraje.
Hablamos media hora,
cada cual en su idioma,
sin llegar a entendernos.
Y al final te llevé sin palabras a casa.
Ya nunca pienso en ti, mentiste.
Yo tampoco, te dije, y me sentí tan falso.
E hicimos el amor. Con torpeza y nostalgia.
Nos despedimos fríos. Llegué tarde al trabajo.
Ni tú ni yo parecíamos los mismos. Apenas
rastro quedaba de nuestros años juntos.
Lo recuerdo muy bien. Te vi más flaca.
Y tú advertiste mis ojeras, mi pelo sucio,
la línea de tu vida desborrada en mis manos.
Te llamaré, afirmé. Pero ni yo llamé
ni tú esperaste inquieta a que sonara
mi voz en tu teléfono.








Explicación de la inercia


Estoy hablando del peso de los cuerpos.
De esa inercia del hambre
de hombres y mujeres
que sólo sacia el sexo.
Te hablo simplemente
de algo constatable en la experiencia:
de cierta propensión de la materia
a no estar sola.
Te hablo de esa ley miserable, esa condena
que es buscar en los cuerpos
lo que no pueden darnos.
Estoy hablando de la inercia
que desnuda las pieles, desabrocha botones,
tirita hasta dejarnos el corazón en cueros.
La inercia de los zurdos y los diestros
a amar como amputados.

Te hablo de la vida, de lo poco que sé,
y no he aprendido, de ella:
que es una caprichosa
que juega a desnudarte
para dejarte a medias.






Pedro Andreu. "El frío". 2010, Sloper.


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