MONAGUILLO
Fragmento:
En cierto
época ayudé en misa con Allie Saler y Allie se encargaba del lado
derecho. Quiero decir que él tenía que darle el vino al cura, tocar
la campanilla, mover el misal y hacer prácticamente todas las cosas
importantes que tienen que hacer los monaguillos. A todos los niños
que hacíamos de monaguillos nos gustaba estar en el lado derecho
porque era el más importante. Es mucho más importante que estar en
el lado izquierdo. El monaguillo de este lado apenas hace nada. Lo
único que hace es arrodillarse y sostener durante la comunión.
Llegábamos
a la sacristía unos diez minutos antes del comienzo de la misa, y
cuando era el momento de decidir cuál se ponía a la derecha, yo
decía que yo y él que él. Empezábamos a soltar tacos, uno tras
otro, y entonces entraba el padre Andrew.
―Vamos,
vamos, ¿qué está pasando aquí? ―decía.
Se
lo explicábamos.
―Bah,
eso no es nada. Yo lo arreglaré. Que Allie se ponga esta vez a la
derecha.
Detestaba
la cara que ponía Allie entonces. Era como si ya hubiera decidido
con el padre Andrew que yo me iba a poner a la izquierda, y el padre
miraba directamente a Allie, como si yo no estuviera allí, y era
como decir: Tú me gustas más que él, tu padre es el dueño del
drugstore, su padre nunca asiste a la iglesia, y por eso tú ten
pondrás a la derecha.
***
GRANDES
LIGAS
Fragmento:
La
hermana Agnes siempre me preguntaba por mi casa. Siempre decía que
iba a ir a mi casa para comprobar si me portaba bien con mi madre. Me
alegro de que no apareciera. Mi casa no es muy buena. En realidad no
es mi casa. Queiro decir que es la casa de mi padre. No es una casa
bonita. La ventana delantera está rota. Mi hermano se la cargó con
una herradura. El agujero hace que parezca la casa de unos pobres. El
porche delantero era blanco, pero cuando jugamos a la pelota
apuntamos los resultados en las paredes y los postes. Ahora el porche
está hecho un asco. La hermana Agnes pensaría que somos unos
pobretones si lo viera. En el patio delantero, donde tenemos primera
base, segunda base, tercera base, campocorto, montículo del lanzador
y plato, toda la hierba está marchita. La hermana se daría cuenta
de lo pobres que somos si la viera. Me alegro de que no viniera.
Mi
madre se emocionó cuando le dije que la hermana Agnes quería
visitarnos. Me dijo que averiguara qué día iba a ir. Pero no hice
ninguna averiguación. Mentí. Le dije a mi madre que la hermana
Agnes no se presentaría hasta el verano.
Mi
madre no tenía educación suficiente para pensar que la hermana
Agnes podía visitarnos. Las monjas no comen fuera. Tienen un lugar
ya fijado. Por eso son monjas. Me habría sentido muy humillado si la
hermana Agnes nos hubiera hecho una visita. Nuestra casa es poca
cosa. Habría pensado que éramos muy pobres cuando nos hubiéramos
sentado a la mesa. Mi madre habría preparado macarrones. La hermana
habría pensado que era un disparate. No tenemos mantel. Mi madre
pone periódicos. Pone la página de pasatiempos debajo del plato de
mi hermano y los resultados de los partidos debajo del mío. Mientras
como, puedo ver lo que han hecho los chicos de los principales
equipos. Parece que las asistencias están otra vez a la orden del
día este año.
***
CAMINO
DEL INFIERNO
Fragmento:
Cuando
vas a confesar debes contarlo todo. Quien esconde un pecado se mete
en problemas de inmediato, porque aunque engañes al cura, no es
fácil engañar a Dios. En realidad, no puedes. Todos los viernes, en
Santa Cantalina, recibimos instrucciones en el confesionario. Nuestra
maestra es la hermana Mary Joseph, que es la que nos habla de la
omnisciencia de Dios, que significa que lo sabe todo. Lo ejemplifica
con la historia del Muchacho que intentó esconder un pecado en el
confesionario.
La
hermana Mary Joseph nos contó que este chico era un buen Muchacho.
Estudiaba con ganas y sacaba buenas notas. Obedecía a su padre y a
su madre y rezaba sus oraciones por la mañana y por la noche. No
decía palabrotas y todos sus pensamientos eran puros. Todos los
sábados se confesaba y todos los domingos por la mañana iba a
comulgar. Como puede verse, no había nada malo en un Muchacho como
aquél.
Pero
era como todo. En cuanto un chico se porta bien, llega el Diablo, es
decir, la Tentación. Incluso un buen Muchacho como aquél tenía un
montón de tentaciones. La hermana Mary Joseph decía que un día
este Muchacho iba paseando por la ciudad, engolfado en sus cosas,
cuando llegó a un escaparate en el que se veían muchos bates y
guantes de béisbol. El Muchacho era pobre. Tenía un guante de béisbol, pero no era muy bueno. En fin, el caso es que siempre había
querido uno nuevo. En el escaparate vio la miel y de inmediato la
deseó con todos sus fuerzas. Cuando quieres algo con todas sus
fuerzas, sobre todo si es algo que no puedes tener, se llama
tentación. Él quería ese guante, pero sabía que no podía
comprarlo, así que debería haberse olvidado de él. Pero no. Se
quedó delante de escaparate y, cómo no, el Diablo fue a verlo. Yo
sé cómo se sentía aquel Muchacho, porque he oído al Diablo a
menudo, y parece que siempre esté delante de los escaparates
esperando que acuda algún chico, sobre todo un chico deseoso de un
guante nuevo, o de una pistola, o de cualquier cosa que cueste mucho
dinero.
***
John
Fante. “El vino de la juventud”. 2013, Editorial Anagrama.
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