RETORNO A HOLLYWOD
Allá, en la
sala de la funeraria, rodeado de poca gente,
maquillado y
teñido, <<Se diría que está vivo>>
—sólo
en sus manos se notaba el estrago del alcohol
y
los años—,
Scott
Fitzgerald esperaba el tren de regreso al hogar.
<<Pobre
hijo de puta>>, sentenció Dorothy Parker delante
del
ataúd.
Después
cargaron la caja con destino a Baltimore
para
terminar de una vez la comedia.
Pero
al llegar allí, surgieron los problemas
y
pese al cuidadoso maquillaje y al vistoso teñido,
el
obispo católico le negó la tierra y la bendición
—notoria
era su inmoralidad y pecaminosas las páginas
escritas—.
Así
que retocado el rojo de los labios
y
cubiertas sus manos con una bandera de la Unión,
cerraron
el ataúd y regresaron al tren.
Desde
entonces, a lo largo y a lo ancho del país,
su
cadáver ha seguido viajando y viajando,
deteniéndose
de vez en cuando —infructuosamente—
en
algún cementerio o exhibido en las ferias locales.
Hoy,
en toda América es famoso el tren de Scott
y
la última noticia que tuve de él
es
que acababa de pasar por la estación de Denver,
de
regreso a Hollywood, al éxito y la fama.
Juan Luis
Panero. “20 años de Poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009)".
Antología. 2009, Tusquets editores.
2 comentarios:
No hay forma de enterrar a Fitzgerald. Ni a Panero. Un saludo
Y que no la encuentren. Saludos, José Luis.
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