MOMENTOS
Cuando
vi allí la pistola,
esperándome dentro de aquel cajón,
me fascinó la idea
del suicidio.
Sería fácil.
Sí,
muy fácil.
Lo importante era no pensar
en nada.
Cogí el arma entre mis manos
y la acaricié durante un rato.
Luego abrí
la boca y dejé que fuera ella
quien me acariciara
y tocase mi lengua
como en un beso.
Dudé un momento,
un segundo tan solo,
y apreté
el gatillo.
Después
abrí la botella
de vodka
y me serví un vaso lleno
hasta los bordes.
Sabía
que la pistola no estaba cargada,
y sin embargo no pude evitar
un extraño sentimiento
parecido a la vergüenza
o
a la decepción.
esperándome dentro de aquel cajón,
me fascinó la idea
del suicidio.
Sería fácil.
Sí,
muy fácil.
Lo importante era no pensar
en nada.
Cogí el arma entre mis manos
y la acaricié durante un rato.
Luego abrí
la boca y dejé que fuera ella
quien me acariciara
y tocase mi lengua
como en un beso.
Dudé un momento,
un segundo tan solo,
y apreté
el gatillo.
Después
abrí la botella
de vodka
y me serví un vaso lleno
hasta los bordes.
Sabía
que la pistola no estaba cargada,
y sin embargo no pude evitar
un extraño sentimiento
parecido a la vergüenza
o
a la decepción.
Emma
Cabal. De su poemario inédito: “La mujer que tengo más a mano”.
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