LA
LUZ
no
se muere. 95 años. baja la colina,
por
esa cuesta tan empinada, a hacer la compra él mismo.
luego
regresa
con la bolsa bien llena, apoyándose con fuerza en
el
bastón.
el
viejo Charlie. no deja que nadie
le
ayude.
la
suya es la casa más grande de la colina, doce
habitaciones.
debe
de valer medio millón de pavos.
su
mujer, que también tiene 95 años, está en una residencia.
va
a verla varias veces a la semana.
<<tiene buen aspecto pero no sabe quién soy.>>
los
hijos de Charlie no vienen de visita.
<<están esperando a que me muera. ¡sigo vivo
para
fastidiarles!>>
antes
veía la tele en la planta baja con su
mujer. ahora la ve arriba en otra habitación.
<<no
puedo entrar en ese cuarto. me recuerda a ella.>>
no
hay más.
vive
a base de beicon y cereales. tiene buen aspecto.
mide
uno ochenta y cinco, delgado, recto como una flecha.
el
cartero me dice: <<¿sabes el viejo de
al
lado? qué lúcido está.>>
el
viejo Charlie. 95. no se muere.
todos
sus conocidos están muertos a estas alturas menos su
mujer
que
no sabe quién es.
para
ser un hombre acorralado en un rincón es majestuoso,
y
cuando venga la muerte más le vale venir con humildad
en
busca de este.
veo
la luz encendida en su cuarto de arriba todas las
noches.
es
la metáfora más brillante del valor que veo desde hace
décadas.
Charles
Bukowski. “La noche desquiciada de pasos”. 2014, Colección Visor
de Poesía.
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