Frente al silencio.

Frente al silencio.

sábado, 31 de enero de 2015

Ana Patricia Moya




Sólo nos queda escribir,
                             aferrarnos a las palabras
como botes salvavidas que te aíslan
de territorio hostil,

porque Dios es un incompetente
sin aliento, incapaz de responder a los dilemas,

para reclamar que somos animales
sin domesticar, que aúllan y rugen
cuando nos descarnan las heridas,
                                     que nos tornamos sumisos
cuando una mano dócil e inocente
acaricia nuestras garras,

Sólo nos queda escribir
testamentos únicos de supervivencia
para escapar de la locura,
                                      
                                      para dar sentido a tanto dolor.







Ana Patricia Moya. 2015, Inédito.





viernes, 30 de enero de 2015

Charles Bukowski.



LA LUZ



no se muere. 95 años. baja la colina,
por esa cuesta tan empinada, a hacer la compra él mismo.
        luego
regresa con la bolsa bien llena, apoyándose con fuerza en
el bastón.

el viejo Charlie. no deja que nadie
le ayude.

la suya es la casa más grande de la colina, doce
        habitaciones.
debe de valer medio millón de pavos.

su mujer, que también tiene 95 años, está en una residencia.
va a verla varias veces a la semana.

<<tiene buen aspecto pero no sabe quién soy.>>

los hijos de Charlie no vienen de visita.

<<están esperando a que me muera. ¡sigo vivo
para fastidiarles!>>

antes veía la tele en la planta baja con su
mujer. ahora la ve arriba en otra habitación.

<<no puedo entrar en ese cuarto. me recuerda a ella.>>

no hay más.
vive a base de beicon y cereales. tiene buen aspecto.
mide uno ochenta y cinco, delgado, recto como una flecha.

el cartero me dice: <<¿sabes el viejo de
al lado? qué lúcido está.>>

el viejo Charlie. 95. no se muere.

todos sus conocidos están muertos a estas alturas menos su
       mujer
que no sabe quién es.

para ser un hombre acorralado en un rincón es majestuoso,
y cuando venga la muerte más le vale venir con humildad
       en busca de este.

veo la luz encendida en su cuarto de arriba todas las
noches.

es la metáfora más brillante del valor que veo desde hace
décadas.








Charles Bukowski. “La noche desquiciada de pasos”. 2014, Colección Visor de Poesía.





martes, 27 de enero de 2015

Benjamín Prado.




                                ICEBERG




Entra al poema,
lávate en su agua clara,
pisa su limo

y oye mi historia.
Olvida lo que sabes,
ve lo invisible

y húndete en mí.
Verás la parte oculta
del iceberg.

Verás tu miedo,
verás tus ilusiones
desde mis ojos.

Verás tu cara
esculpida en el hielo,
hecha de arena.

Así es la vida:
la verdad nos espera
bajo las olas.








Benjamín Prado. “Iceberg”. XXIII Premio Ciudad de Melilla. 2002, Colección Visor de Poesía




Meri Pas Blanquer.




ES UN RETO



Con los ojos rojos y clausurados
esta noche
decido, a pesar del atroz sueño
y la desidia que me tiene toda horizontal,

retar a mis muslos a duelo.
Ellos o yo,
aunque en general siempre ganan ellos,
hoy no me doy por vencida,

y suplico a mis manos que trabajen
a mi orden
con instrucciones claras
de lo que deseo ahora.

Una batalla campal entre mis miembros
que detenga por dos minutos
mi aciaga sensación nocturna.

Y me devuelva sin dilación
un conjunto de suspiros
y dilatados envites
que resistan mi reposo irremediable.

Es un reto.



Meri Pas Blanquer. “Eróticos desvaríos” (2013)




lunes, 26 de enero de 2015

Ángel González.







CASI INVIERNO




Alamedas desnudas,
mi amor se vino al suelo.
Verdes vuelos, velados
por el leve amarillo
de la melancolía,
grandes hojas de luz,
días caídos
de un otoño abatido por el viento.

¿Y me preguntas hoy por qué estoy triste?

De los álamos vengo.







Ángel González. “20 años de Poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009)". Antología. 2009, Tusquets editores.






domingo, 25 de enero de 2015

Roberto Iniesta.




Fragmento





El ruido de la sierra mecánica rompe el silencio, atravesando de lado a lado el corazón de la tarde hasta que un crujido se alza por encima de la estridencia. Un rumor creciente se convierte en estruendo mientras cae el gigante, y el suelo tiembla al recibir el golpe. Dos monstruos con ruedas se abalanzan sobre el árbol, que yace inerte, y rápidamente lo desraman, lo trocean y lo cargan en un camión.
El cerezo aún estaba oyendo caer a su vecino cuando ha sentido el mordisco ruidoso que ha empezado a quitarle la vida y que acabará separándolo definitivamente de su amada. Sólo le consuela saber que, esta vez, se la han arrebatado; esta vez ella no le ha abandonado, ha seguido queriéndole hasta el final. Sí, la vida siempre le quiso.
Don Severino está orgulloso de cómo el eucalipto ha encarado el trance. Sin embargo, con el cerezo se ha identificado tanto que no sólo lo ha sentido lo mismo que ha sentido el árbol en ese instante, sino que lo sentía cada otoño, la pena que le embargaba en cada abandono. Don Severino ha mirado a la doctora y ha sabido que él correría idéntica suerte si dejara de verla: se quedaría sin vida. (…)









Roberto Iniesta. “El viaje íntimo de la locura”. 2009, El hombre del saco.





sábado, 24 de enero de 2015

Luis Antonio de Villena.




                       BRILLOS DEL OTOÑO IDO
                                          (1957)




Era el centro elegante. El lugar de las perfumerías
con sillas delante del mostrador, el lugar de los sastres
y de las sederías donde tomaban medida para un abrigo...
¿Te acuerdas, mamá, de aquellas tardes? En los autobuses
azules de dos pisos yo siempre quería ir arriba, en el asiento
delantero, que era como un panorámico ventanal al mundo.
O abajo, en el asiento más cerca de la puerta, con su
aislada barra blanca, asidero y columpio de quienes entraban
y salían, como se entra y sale en la beatitud del mundo...
Con mi abrigo azul cruzado y una boina también azul.
Tú y yo, elegantes, camino del médico o
de las tiendas caras. Camino del que
querías que fuera nuestro mundo, pues lo sentías tuyo...
Yo dichoso sin saberlo y tú íntimamente desdichada.
Yo entrando, como de juego, al mundo perfecto,
y tú, en serio, jugando a que nunca hubieses salido...
Mucho tiempo después, llorando, me dijiste una tarde
que ninguno de los dos habíamos sido felices.
Tan cierto y tan falso es como todo. Tan falso
y tan cierto como aquel mundo de señores
dejó de existir, tan cierto como que lo traicioné
después que me escupiera o que tú nunca hallaste,
mamá, al hombre de tus sueños, al caballero que reinase
en aquel mundo contigo. Y sin embargo estuvimos allí,
tú con tus pieles y yo con mi abrigo azul cruzado,
comprando perfumes y merendando tortitas con nata,
cuando los taxistas llevaban uniforme y se dirían charolados
los azules autobuses de dos pisos, un Madrid tan sofisticado
que tú y yo —y casi todos los demás— nos lo creímos.
O quizás a ti no te hizo falta creértelo, pues lo tuviste.
Yo me lo creí. Yo, que llegué una tarde en autobús de dos pisos...







Luis Antonio de Villena
. “20 años de Poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009)". Antología. 2009, Tusquets editores.



viernes, 23 de enero de 2015

Chantal Maillard






    Escribir
porque alguien olvidó gritar
y hay un espacio blanco
ahora, que lo habita

escribir
porque es la forma más veloz
que tengo de moverme

escribir

¿y no hacer literatura?
¡y qué más da!:

hay demasiado dolor
en el pozo de este cuerpo
para que me resulte importante
una cuestión de este tipo.
                                         Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse.









Chantal Maillard. “20 años de Poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009)". Antología. 2009, Tusquets editores.




jueves, 22 de enero de 2015

José Manuel Caballero Bonald.




              NOCTURNO CON BARCOS




    Siento pasar los barcos por dentro
de la noche. Vienen de un transitorio
distrito del invierno y van a otra interina
estación de argonautas,
                                      esas rutas
quiméricas que rondan
los fascinantes puertos de las imaginación.

Invisibles a veces, surcan
las cóncavas comarcas de la niebla,
pertenecen a un mundo despoblado,
a alguna procelosa tradición
de vidrieras marchitas, se parecen
a la emoción que queda detrás de algunos sueños.

Llega hasta aquí el empuje
respiratorio de las máquinas, el empellón
del agua en las amuras,
                                       y a veces
una sirena desenrosca
la disonante cinta de su melancolía
por los opacos círculos del aire.

La cifra de esos barcos es la mía.
Con ellos cada noche se va también mi alma.







José Manuel Caballero Bonald. “20 años de Poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009)". Antología. 2009, Tusquets editores.



miércoles, 21 de enero de 2015

Sam Shepard.




Fragmento.





Eddie (sentado, sacudiendo el guante contra la mesa.)
(breve pausa)
May, mira. ¿May? No me voy a ninguna parte. ¿Lo ves? Estoy aquí. No me he marchado. Mírame. (Ella no lo hace.) No sé por qué no quieres mirarme. Soy yo, ya lo sabes. ¿Quién te has creído que soy? (Pausa.) ¿Quieres algo, un vaso de agua? ¿Eh? (Se levanta despacio, se acerca a ella cautelosamente, le acaricia la cabeza con suavidad, y ella sigue quieta.) May, vamos...No puedes quedarte así. ¿Cuánto tiempo llevas ahí sentada? ¿Quieres que salga y te traiga algo? ¿Unas patatas fritas...yo qué sé, cualquier cosa? (Ella le agarra de repente la pierna que tiene más cerca y se aferra a ella con fuerza, enterrando la cabeza entre sus rodillas.) No me voy a marchar. No te preocupes. No me voy a marchar. Voy a quedarme aquí, ya te lo he dicho. (Ella se aferra aún más a su pierna; él se queda ahí parado y le acaricia suavemente la cabeza) May, vamos, suéltame. Voy a meterte en la cama, ¿quieres? (Ella le agarra la otra pierna y se sujeta con fuerza a las dos.) Vamos...Voy a acostarte, y te prepararé un té caliente, o lo que te apetezca. ¿Quieres té? (Ella agita violentamente la cabeza y sigue agarrada a sus piernas.) ¿Con limón? ¿O un poco de <<Ovaltine>>? May, suéltame ya. (Pausa, y después ella le empuja y vuelve a su posición inicial.) Ahora échate y trata de relajarte.

(EDDIE intenta tumbarla sobre la cama, suavemente, mientras retira las mantas. Ella reacciona furiosa, saltando de la cama y golpeándole con los puños. El se echa hacía atrás. MAY vuelve a la cama y le mira furiosa, airada, cara a cara.)

EDDIE (después de una pausa)
¿Quieres que me vaya? (Ella menea la cabeza.)

MAY
¡No!

EDDIE
¿Entonces qué quieres?

MAY
Hueles.

EDDIE
Huelo.

MAY
Hueles.

EDDIE
Llevo varios días conduciendo.

MAY
Te huelen los dedos.

EDDIE
A caballo.

MAY
A coño.

EDDIE
Vamos, May.

MAY
Huelen como a metal.

EDDIE
No empecemos con esas idioteces.

MAY
A coño de rica. Muy limpio.

EDDIE
Sí, claro.

MAY
Sabes que es verdad.

EDDIE
He venido a ver si estabas bien.

MAY
¡No te necesito!

EDDIE
Muy bien. (Se da la vuelta para irse y recoge el guante y la correa.) Estupendo.

MAY
¡No te vayas!

EDDIE
Me marcho.
(Sale por la puerta de la izquierda, dando un portazo)

MAY (grito de agonía)
¡¡¡No te vayas!!!

(…)






Sam Shepard. “Locos de amor (fool for love)”. 1998, Editorial Anagrama.




lunes, 19 de enero de 2015

Emma Cabal.



MOMENTOS



Cuando vi allí la pistola,
esperándome dentro de aquel cajón,
me fascinó la idea
del suicidio.

Sería fácil.
Sí,
muy fácil.

Lo importante era no pensar
en nada.

Cogí el arma entre mis manos
y la acaricié durante un rato.
Luego abrí
la boca y dejé que fuera ella
quien me acariciara
y tocase mi lengua
como en un beso.
Dudé un momento,
un segundo tan solo,
y apreté
el gatillo.

Después
abrí la botella
de vodka
y me serví un vaso lleno
hasta los bordes.

Sabía
que la pistola no estaba cargada,
y sin embargo no pude evitar
un extraño sentimiento

parecido a la vergüenza

o

a la decepción.




Emma Cabal. De su poemario inédito: “La mujer que tengo más a mano”. 



domingo, 18 de enero de 2015

William Burroughs.



Fragmento.



Unas noches después de mi entrevista con Roy Y Herman, utilicé una de las ampollas, lo que constituyó mi primera experiencia con droga. Las ampollas que yo tenía eran de un tipo especial: parecían un tubo de pasta de dientes con una aguja al final. Pinchando con un alfiler a través de la aguja se abría el conducto y la ampolla quedaba lista para pinchar.

La morfina pega lo primero en la parte de atrás de las piernas, luego en la nuca, y después se extiende una gran relajación que despega los músculos de los huesos y parece que uno flota sin límites, como si estuviera tendido sobre agua salada caliente. Cuando esta relajación se extendió por mis tejidos, experimenté un fuerte sentimiento de miedo. Tenía la sensación de que una imagen horrible estaba allí, más allá de mi campo de visión, moviéndose en cuanto volvía la cabeza de modo que nunca podía verla. Sentí náuseas; me tumbé y cerré los ojos. Pasaron una serie de imágenes, como si estuviera viendo una película: un enorme bar con luces de neón que se hacía mayor y mayor hasta que calles y tráfico quedaron incluidos en él; una camarera traía una calavera en una bandeja; estrellas en el cielo claro. El impacto físico del miedo a la muerte; el corte de la respiración; la detención de la sangre.

Me adormilé y desperté con un principio de miedo. A la mañana siguiente vomité y me sentí mal hasta el mediodía. (...)







William Burroughs. “Yonqui”. Ediciones Júcar, 1998.



sábado, 17 de enero de 2015

Juan Luis Panero




             RETORNO A HOLLYWOD



Allá, en la sala de la funeraria, rodeado de poca gente,
maquillado y teñido, <<Se diría que está vivo>>
sólo en sus manos se notaba el estrago del alcohol
        y los años,
Scott Fitzgerald esperaba el tren de regreso al hogar.
<<Pobre hijo de puta>>, sentenció Dorothy Parker delante
          del ataúd.
Después cargaron la caja con destino a Baltimore
para terminar de una vez la comedia.
Pero al llegar allí, surgieron los problemas
y pese al cuidadoso maquillaje y al vistoso teñido,
el obispo católico le negó la tierra y la bendición
notoria era su inmoralidad y pecaminosas las páginas
        escritas.
Así que retocado el rojo de los labios
y cubiertas sus manos con una bandera de la Unión,
cerraron el ataúd y regresaron al tren.
Desde entonces, a lo largo y a lo ancho del país,
su cadáver ha seguido viajando y viajando,
deteniéndose de vez en cuando —infructuosamente—
en algún cementerio o exhibido en las ferias locales.
Hoy, en toda América es famoso el tren de Scott
y la última noticia que tuve de él
es que acababa de pasar por la estación de Denver,
de regreso a Hollywood, al éxito y la fama.







Juan Luis Panero. “20 años de Poesía. Nuevos textos sagrados (1989-2009)". Antología. 2009, Tusquets editores.





viernes, 2 de enero de 2015

John Fante.




Fragmento.



Y entonces sucedió. Una noche que la lluvia golpeaba el inclinado techo de la cocina se introdujo en mi vida un espíritu grandioso. Tenía el libro en las manos y temblaba mientras me hablaba del hombre y el mundo, del amor y la sabiduría, del dolor y la culpa, y supe que yo ya no podía ser el de antes. El espíritu se llamaba Fiódor Mijáilovich Dostoievski. Sabía más de padres e hijos que ningún hombre en el mundo, y de hermanos, de curas, de delincuentes, de la culpa y la inocencia. Dostoievski me transformó. El idiota, Los endemoniados, Los hermanos Karamazov, El jugador. Me cambió radicalmente. Descubrí que respiraba, que veía horizontes invisibles. El odio por mi padre desapareció. Amé a mi padre, aquel pobre diablo, resentido y obsesionado. También amé a mi madre y a toda mi familia. Había llegado el momento de ser hombre, de irse de San Elmo, de entrar en el mundo. Quería pensar y sentir como Dostoievski. Quería escribir. (…)





John Fante. “La hermandad de la uva”. 2004, Anagrama.