CAMAS DESHECHAS
A ellas les gustan
las habitaciones sombrías,
el papel pintado
caído,
las brechas en el
techo,
las moscas en la
almohada.
Si te apetece
tumbarte,
no te sorprendas,
no te importarán
las sábanas sucias,
el chirrido de los
muelles oxidados
mientras te pones
cómodo.
La habitación es un
oscuro cine
donde están
poniendo
una vieja película
en blanco y negro.
Una imagen borrosa
de cuerpos desnudos
en el momento de la
dulce indolencia
que sigue al sexo
cuando el más
malvado de los corazones
llega a creer
que la felicidad
puede durar para siempre
EL SECRETO DE LA
HABITACIÓN
AMARILLA
La pereza es lo
mejor. Recostarse en un sofá
vestido con una bata
china
con las ventanas
abiertas al calor,
la brisa despertando
a las hojas.
Las moscas
adormecidas en el techo.
La suave quietud de
una tarde de verano,
como flotar con los
ojos cerrados
boca arriba en un
estanque
a rebosar de lirios
de agua
e inhalar su aroma
mientras se acarician.
La luz y la sombra
se entretienen
en el techo, las
hojas suspiran una vez,
después, ni tan
siquiera eso.
Estupor majestuoso.
Perturbado solo a medianoche
para encender la
pequeña lámpara amarilla.
NUEVAS ZAPATILLAS
ROJAS
Toda una vida de
noches en vela
no puede alterar el
curso de los acontecimientos.
Aún así, ¿cuándo
ha evitado esto
que sigamos
intentándolo, amigo mío?
O eso le dije al
perro que me seguía.
Los campos y las
orquídeas estaban en flor.
La carretera por la
que caminábamos
serpenteaba
lentamente por su exuberancia
sin prisa por
alcanzar un destino.
Mi corazón era el
trino de un gorrión
en un montón de
mierda fresca de caballo.
¡Felicidad en todos
los frentes!
Excepto por los dos
cuervos de ahí delante
que aguardaban sin
prisa con la esperanza
de que uno de
nosotros fuera atropellado por un coche.
Aquello provocó que
el pobre chucho se lanzara tras ellos
en una frenética
persecución, acompañada de
un justo ladrido,
¡que lo decía todo!
LA VIDA DE LOS
ALQUIMISTAS
El gran proyecto fue
siempre borrarse a sí mismo,
reaparecer como algo
completamente diferente:
La almohada de una
joven mujer enamorada,
una bola de pelusa
pretendiendo ser una araña.
Los funestos hastíos
de las noches de lluvia en el campo
manoseando las
páginas de ilustres eruditos
que ofrecen consejo
sobre cómo proceder
con la transmutación
de un fragmento de
tiempo en eternidad.
El verdadero maestro, recomendaba uno de ellos,
El verdadero maestro, recomendaba uno de ellos,
necesita cien años
para perfeccionar su arte.
Entretanto, el
pequeño misterio de la sartén,
el olor del aceite
de oliva y del ajo flotando
de una habitación
vacía a otra, la gata negra
frotándose contra
tu pierna desnuda
mientras tú te
arrastras hacia la luz lejana
y el tintineo de las
copas en la cocina.
Chales Simic. “Picnic nocturno”. 2018, Valparaíso.
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