Frente al silencio.

Frente al silencio.

martes, 19 de noviembre de 2019

Charles Bukowski (Arder en el agua, ahogarse en el fuego)





La tragedia de las hojas


desperté a la aridez y los helechos estaban muertos,
las plantas en maceta amarillas como el maíz;
mi mujer se había ido
y las botellas vacías cual cadáveres exangües
me rodeaban en su inutilidad;
aun así, el sol seguía pegando fuerte
y la apergaminada nota de mi casera era de una
amarillez tenue e indulgente; lo que hacía falta ahora
era un buen humorista, a la antigua usanza, un bufón
con chistes sobre el dolor absurdo; el dolor es absurdo
porque existe, nada más;
afeité minuciosamente con una cuchilla vieja
al hombre que una vez fue joven y
aseguró poseer genio; pero
esa es la tragedia de las hojas,
los helechos muertos, las plantas muertas;
y entré en un pasillo oscuro
donde la casera se alzó
imprecatoria y definitiva,
para mandarme al infierno,
agitando los brazos fofos y sudorosos
y gritando
pidiendo a gritos el alquiler
porque el mundo nos había decepcionado
a los dos.





encerado


tío, dijo, sentado en la escalera
desde luego tu coche necesita que lo laves y lo enceres
te lo hago por 5 pavos,
tengo cera, tengo trapos, tengo todo
lo que necesito.

le di los 5 y me fui arriba.
cuando volví a bajar cuatro horas después
estaba sentado en la escalera borracho
y me ofreció una lata de cerveza.
dijo que ya se ocuparía del coche al día
siguiente.

al día siguiente volvió a emborracharse y
le presté un dólar para una botella de
vino. se llamana Mike y era
veterano de la segunda guerra mundial.
su mujer trabajaba de enfermera.

al día siguiente bajé y estaba sentado en las
escaleras y dijo,
estaba aquí sentado mirando tu coche, ¿sabes?
y me preguntaba cómo voy a hacerlo,
quiero hacer un buen trabajo.

al día siguiente Mike dijo que se avecinaba lluvia
y desde luego no tendría sentido
lavar y encerar el coche si estaba a punto de llover.

al día siguiente también amenazaba lluvia,
y al siguiente.
luego no volví a verle.
una semana después vi a su esposa y me dijo:
se han llevado a Mike al hospital,
está todo hinchado, dicen que es de la
bebida.

escucha, contesté, dijo que iba a encerarme el
coche, le di 5 dólares para que me encerara el
coche.

está en la UCI, dijo,
es posible que se muera...

estaba sentado en su cocina
bebiendo con su esposa
cuando sonó el teléfono.
me pasó el auricular.
era Mike. Escucha, me dijo, ven a
recogerme, no aguanto este
sitio.

fui hasta allí en coche, entré en el
hospital, me llegué hasta su cama y le
dije, vámonos, Mike.

no quisieron darle la ropa
así que Mike se fue hasta el ascensor en
bata.

entramos y resulta que el ascensorista era un
chaval con una piruleta en la boca.
no se puede salir de aquí en bata,
dijo.

pon en marcha este trasto, chaval, le dije,
ya nos ocupamos nosotros de la bata.

Mike estaba todo abotargado, el triple de su tamaño,
pero de alguna manera le hice entrar en el coche
y le di un cigarrillo.

paré en la bodega para comprar una docena de cervezas
y luego seguimos adelante. Bebí con Mike y su esposa hasta las
11 de la noche.
luego me fui arriba...

¿dónde está Mike?, le pregunté a su mujer 3 días después,
ya sabes que dijo que iba a encerarme el coche.

Mike ha muerto, respondió, ya no está.

¿quieres decir que ha muerto?, pregunté.

sí, ha muerto, dijo.

lo siento, dije, lo siento mucho

llovió una semana entera después de eso y supuse que la única
forma de recuperar los 5 era acostarme con su mujer
pero, hay que ver,
se marchó 2 semanas más tarde.

se mudó a su apartamento un viejo de pelo cano
que no veía de un ojo y tocaba el corno francés.
con él no tenía la menor
posibilidad.






hojas de palmera


exactamente a las 12.00 de la noche
1973-74
Los Ángeles
empezó a llover sobre las
hojas de palmera delante de mi ventana
las bocinas y los petardos
estallaron
y retumbaron.

me había acostado a las 9
encendí la luz
subí las mantas:
su alegría, su felicidad,
sus gritos, sus sombreros de papel,
sus automóviles, sus mujeres,
sus borrachos aficionados...
la Noche Vieja siempre me
aterra

la vida no sabe nada de años.

ahora han cesado las bocinas,
los petardos y el trueno...

todo acaba en cinco minutos...
lo único que oigo es la lluvia
sobre las hojas de palmera,
y pienso:
no entenderé nunca a los hombres,
pero he
sobrevivido.




Charles Bukowski. “Arder en el agua, ahogarse en el fuego”. 2015, Visor.



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