La tragedia de
las hojas
desperté a la
aridez y los helechos estaban muertos,
las plantas en
maceta amarillas como el maíz;
mi mujer se había
ido
y las botellas
vacías cual cadáveres exangües
me rodeaban en su
inutilidad;
aun así, el sol
seguía pegando fuerte
y la apergaminada
nota de mi casera era de una
amarillez tenue e
indulgente; lo que hacía falta ahora
era un buen
humorista, a la antigua usanza, un bufón
con chistes sobre el
dolor absurdo; el dolor es absurdo
porque existe, nada
más;
afeité
minuciosamente con una cuchilla vieja
al hombre que una
vez fue joven y
aseguró poseer
genio; pero
esa es la tragedia
de las hojas,
los helechos
muertos, las plantas muertas;
y entré en un
pasillo oscuro
donde la casera se
alzó
imprecatoria y
definitiva,
para mandarme al
infierno,
agitando los brazos
fofos y sudorosos
y gritando
pidiendo a gritos el
alquiler
porque el mundo nos
había decepcionado
a los dos.
encerado
tío, dijo, sentado
en la escalera
desde luego tu coche
necesita que lo laves y lo enceres
te lo hago por 5
pavos,
tengo cera, tengo
trapos, tengo todo
lo que necesito.
le di los 5 y me fui
arriba.
cuando volví a
bajar cuatro horas después
estaba sentado en la
escalera borracho
y me ofreció una
lata de cerveza.
dijo que ya se
ocuparía del coche al día
siguiente.
al día siguiente
volvió a emborracharse y
le presté un dólar
para una botella de
vino. se llamana
Mike y era
veterano de la
segunda guerra mundial.
su mujer trabajaba
de enfermera.
al día siguiente
bajé y estaba sentado en las
escaleras y dijo,
estaba aquí sentado
mirando tu coche, ¿sabes?
y me preguntaba cómo
voy a hacerlo,
quiero hacer un buen
trabajo.
al día siguiente
Mike dijo que se avecinaba lluvia
y desde luego no
tendría sentido
lavar y encerar el
coche si estaba a punto de llover.
al día siguiente
también amenazaba lluvia,
y al siguiente.
luego no volví a
verle.
una semana después
vi a su esposa y me dijo:
se han llevado a
Mike al hospital,
está todo hinchado,
dicen que es de la
bebida.
escucha, contesté,
dijo que iba a encerarme el
coche, le di 5
dólares para que me encerara el
coche.
está en la UCI,
dijo,
es posible que se
muera...
estaba sentado en su
cocina
bebiendo con su
esposa
cuando sonó el
teléfono.
me pasó el
auricular.
era Mike. Escucha,
me dijo, ven a
recogerme, no
aguanto este
sitio.
fui hasta allí en
coche, entré en el
hospital, me llegué
hasta su cama y le
dije, vámonos,
Mike.
no quisieron darle
la ropa
así que Mike se fue
hasta el ascensor en
bata.
entramos y resulta
que el ascensorista era un
chaval con una
piruleta en la boca.
no se puede salir de
aquí en bata,
dijo.
pon en marcha este
trasto, chaval, le dije,
ya nos ocupamos
nosotros de la bata.
Mike estaba todo
abotargado, el triple de su tamaño,
pero de alguna
manera le hice entrar en el coche
y le di un
cigarrillo.
paré en la bodega
para comprar una docena de cervezas
y luego seguimos
adelante. Bebí con Mike y su esposa hasta las
11 de la noche.
luego me fui
arriba...
¿dónde está
Mike?, le pregunté a su mujer 3 días después,
ya sabes que dijo
que iba a encerarme el coche.
Mike ha muerto,
respondió, ya no está.
¿quieres decir que
ha muerto?, pregunté.
sí, ha muerto,
dijo.
lo siento, dije, lo
siento mucho
llovió una semana
entera después de eso y supuse que la única
forma de recuperar
los 5 era acostarme con su mujer
pero, hay que ver,
se marchó 2 semanas
más tarde.
se mudó a su
apartamento un viejo de pelo cano
que no veía de un
ojo y tocaba el corno francés.
con él no tenía la
menor
posibilidad.
hojas de palmera
exactamente a las
12.00 de la noche
1973-74
Los Ángeles
empezó a llover
sobre las
hojas de palmera
delante de mi ventana
las bocinas y los
petardos
estallaron
y retumbaron.
me había acostado a
las 9
encendí la luz
subí las mantas:
su alegría, su
felicidad,
sus gritos, sus
sombreros de papel,
sus automóviles,
sus mujeres,
sus borrachos
aficionados...
la Noche Vieja
siempre me
aterra
la vida no sabe nada
de años.
ahora han cesado las
bocinas,
los petardos y el
trueno...
todo acaba en cinco
minutos...
lo único que oigo
es la lluvia
sobre las hojas de
palmera,
y pienso:
no entenderé nunca
a los hombres,
pero he
sobrevivido.
Charles Bukowski.
“Arder en el agua, ahogarse en el fuego”. 2015, Visor.
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