Fragmentos:
Siempre me había
gustado ir a los cementerios, eso me venía de mi abuela por parte de
madre, que había sido una apasionada visitadora de cementerios y,
sobre todo, de depósitos de cadáveres y capillas ardientes, y que,
muy a menudo, y de pequeño, me llevaba con ella a los cementerios
para enseñarme los muertos, los que fueran, sin parentesco alguno
con ella, pero sin embargo expuestos siempre en los cementerios,
siempre la fascinaron los muertos, los muertos expuestos, y siempre
trató de transmitirme esa fascinación que era una pasión, sin
embargo, al levantar a mi persona hacia los muertos expuestos solo me
había aterrorizado siempre, todavía hoy veo con mucha frecuencia
cómo me llevaba a los depósitos de cadáveres y me levantaba hacia
los muertos expuestos y cómo me sostenía en alto tanto tiempo como
podía aguantar, una y otra vez sus lo ves, lo ves, lo ves, y cómo
me sostenía hasta que yo lloraba, y entonces me dejaba en el suelo y
miraba ella todavía largo rato a los muertos expuestos, antes de que
saliéramos otra vez del lugar de las capillas ardientes.
***
Quien está a favor
del deporte tiene a las masas de su lado, quien está a favor de la
cultura, las tiene en contra, decía mi abuelo, y por eso todos los
gobiernos están siempre a favor del deporte y en contra de la
cultura. Como toda dictadura, también la nacionalsocialista se hizo
poderosa y casi dominó al mundo por el deporte de masas. En todos
los Estados las masas han sido conducidas con andadores, en todas las
épocas, por medio del deporte, no puede haber un Estado tan pequeño
ni tan insignificante que no lo sacrifique todo por el deporte. Pero
qué grotesco era, sin embargo, ir al campo de deportes de Gnigl para
competir allí por insignias de vencedor, pasado por delante de
centenares de heridos graves de guerra, en su mayoría casi
totalmente mutilados, que eran descargados literalmente en la
estación central como una mercancía engorrosa y defectuosamente
embalada.
***
La comunidad, como
sociedad, no descansa hasta que no ha elegido a uno como víctima
entre muchos o pocos y, a partir de entonces, ese se convierte en el
que, por todos y en toda ocasión, es taladrado por el dedo acusador
de todos. La comunidad, como sociedad, encuentra siempre al más
débil y lo expone sin escrúpulos a sus risas y a sus siempre nuevas
y siempre horribles torturas de burla y de escarnio, y para inventar
inventos siempre nuevos y siempre más hirientes para esas torturas
de burla y escarnio es de lo más inventivo. Solo hay que mirar
siempre a las familias, en las que encontramos siempre una víctima
de la burla y el escarnio, donde hay tres seres humanos uno es
siempre objeto de burlas y escarnio, y una comunidad mayor, como
sociedad, no puede existir siquiera sin una de esas víctimas o sin
varias de esas víctimas.
Thomas Bernhard. “El
origen”. 1990, Anagrama.
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