TUMBA
ABIERTA DE UN NIÑO
Despiertas
y
estás dentro de un alud,
sepultado
en su luz blanca, de nieve.
Ficticia
sensación de empezar algo de nuevo,
como
un cuentakilómetros
que
da toda la vuelta.
¿Y
tu niñez,
su
fábula de fuentes?
Cada
día que pasa, los objetos
van
ganando más peso o densidad.
El
tiempo. La memoria.
Los
buitres, que construyen
en
tus ojos
su
nido.
Ficticia
sensación de estar echando tierra
sobre
el féretro de alguien que no ha muerto.
Poesía,
sangre
seca.
A
ESTE LADO DEL RÍO
Crecen
flores silvestres
en
las vías de tren abandonadas.
Se
percibe el pasado a cada instante.
En
bandada,
los
ánades salvajes
vuelan
hacia el verano
(o
acaso son el hilo de esa gran marioneta
que
no adivino a ver,
pero
que es mi futuro).
Acuérdate
de Bishop:
en
el tiempo se puede confiar.
Sin
embargo, no estaba preparado
para
el comienzo
de
la monotonía.
Toda
mi confianza, inherente a ser joven,
era
de hielo
y
pronto se deshizo.
Me
reconozco en lo que está incompleto.
¿Qué
más puedo decir?
Mi
corazón
es
una cuenta atrás.
JARDÍN
Después
de la tormenta,
las
hojas que han caído alrededor del árbol
empiezan
a pudrirse.
Gotean
los rosales:
son
un cuadro de Pollock
queriendo
deshacerse.
Mi
madre me contó
que
la primera vez que vi la lluvia
empecé
a llorar,
como
si por entonces ya entendiera
que
en la belleza hay algo doloroso.
Es
invierno. Y hay una bruma leve,
fría,
como
un velo de novia en la mesa de autopsias.
Dime,
¿qué
crees tener ya que no hayas perdido?
Josep
M. Rodríguez. "Sangre seca". 2017, Hiperión.
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